Capítulo 34

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34

Dinah y Normani salieron del túnel mientras un trueno retumbaba sobre sus cabezas y la lluvia empezaba a bañar la periferia de Milán. A su alrededor, hileras de naves industriales casi idénticas, con grandes verjas de acceso a amplios aparcamientos llenos de camiones.

Dejaron el barrio industrial a sus espaldas mientras un viento gélido se mezclaba con la lluvia. Corrieron hacia la entrada de la carretera nacional que salía de la ciudad que salía de la ciudad. En torno a ellas, solo el rumor de la insistente lluvia que caía sobre el asfalto. No había coches. Ni personas.

A unos centenares de metros, la carretera pasaba por debajo de un paso elevado y proseguía más allá, flanqueada por matorrales y extensiones de campos helados.

- ¿A dónde vamos? -gritó Normani al tiempo que con una mano se echaba atrás el pelo empapado.

Dinah aflojó el paso al acercarse al paso elevado. Normani soltó su mano, hurgó en sus pantalones y sacó una goma violeta para el pelo. Mientras se lo recogía, sus ojos rezumaron lágrimas y lluvia.

- ¿Vamos a morir?

Dinah tosió con fuerza y se acercó. La ropa empapada se le adhería a la piel y empezaba a sentirse débil y exhausta.

-No...no lo sé, Normani. No entiendo mucho. Estamos juntas, debería suceder algo.

- ¿En qué sentido? -La chica la miró, confusa.

-Memoria, el sitio mágico, tú y yo juntos... debería cambiar algo, ocurrir algo... No lo sé, ¡maldición!

Dinah miró más allá del paso elevado, hacia el cielo encendido del que caía lluvia acida y maloliente. El asteroide volvía a ser visible, un amasijo de roca incandescente empeñado en su último tramo en órbita entorno a la Tierra antes del choque. Nada había cambiado.

-Quizá no seamos nosotras... quizá Memoria no exista.

-Comencemos por buscar un sitio donde refugiarnos -sugirió Normani-. Una casa, algo. No podemos permanecer aquí.

Dinah asintió, se acercó y la besó en la frente, con delicadeza. Ella cerró los ojos y apoyó la cabeza sobre su pecho durante un momento, mientras los truenos se sucedían, amenazantes.

Reanudaron la marcha en silencio.
Prosiguieron a paso rápido por la carretera, cruzaron una rotonda y un tren de lavado, sin pensar en nada, hasta que unas casas tomaron forma a lo lejos, al otro lado de la gasolinera. Había un cartel blanco con una inscripción negra. Debía de ser el nombre del pueblo.

-Vamos, Dinah... Allí -dijo Normani.

En cuanto dieron los primeros pasos por la carretera que entraba en el pueblo advirtieron que el toque de queda había sido impuesto también allí: las calles estaban desiertas, las tiendas, cerradas y las ventanas de las casas, con las persianas bajadas. Un puesto estaba aún abierto, pero no había rastro del propietario.

Desde el fondo de la calle asomó de repente una luz.

- ¿Qué es? -Normani se estrechó en torno al brazo de Dinah.

-Parece como si girara, como un faro... como... Mierda, ¡es una patrulla! El ejército también está aquí.

No había tiempo que perder. El vehículo estaba lejos y la luz del faro aún no las había alcanzado, Dinah tomó a Normani del brazo y la arrastro hacia la izquierda. A pocos metros de ellos, una calleja y corrieron sin mirar atrás. Desembocaron en una calle. Tampoco allí había ningún signo de vida, y el silencio espectral solo era roto por los truenos y el temporal.

Multiverso (Adaptación Norminah)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora