CAPÍTULO 26. NUNCA SERÁ SUFICIENTE

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Algo en mí se rompe al ver a Gabe, andando vacilante hacía ninguna parte, a lo lejos.

No voy a mentir, yo también le quiero, me gustan las locuras que me provoca hacer, me gusta su rostro pálido, a conjunto con sus labios ásperos y secos y al igual que su cuerpo esculpido. Pero me he dado cuenta de algo.

Y es que la única razón por la que me gustaría estar con él es porque cualquier momento sería impredecible, tan impredecible que asusta. Pero no ese miedo que te cautiva, sino ese miedo que te rompe, que te hace pedazos en cualquier momento, porque sabías a lo que te enfrentabas, sabes que no podías imaginarte un final. Y yo no quiero eso.

De algún modo esa era la relación que tenía con James: impredecible. Él era como un plato medio-prohibido, algo emocionante, excitante, nuevo... Pero al final la emoción se pierde cuando ves qué hay en realidad.

¿Habéis visto crepúsculo? Pues bien, ellos son como un Edward Cullen, todo te incita a ir hacía él: su físico, su olor, su voz. Todo. Pero esto no es una historia de Stephenie Meyer, no es una historia de vampiros y lobos, de deseo, de amores imposibles. Esto es la realidad.

Y mi realidad es que he sido una chica anclada a la comodidad, a la decisión rápida, a los problemas con solución y a los sueños posibles. Salir de todo eso cuando vine a vivir al apartamento me abrió los ojos.

Nunca he contado porqué, pero cuando estaba haciendo mi acceso a la universidad tenía algunos líos en la cabeza, líos que ahora me parecen de lo más estúpidos.

Un chico de mi instituto se había declarado de la forma más bonita nunca imaginable, estaba completamente loco por mí (no es por echarme flores ni mucho menos, pero eso es lo que decían, tanto él como los demás). Pero su antigua novia, con la que llevaba unos dos años, estaba loca por él.

No hace falta decir los sentimientos que tenía esa chica por mi ¿Verdad? Pues, lo peor era que esa chica fue amiga mía en la primaria, aún teníamos una relación más o menos cercana en esos tiempos.

Todas esas peleas me hicieron tanto daño. Los sentimientos que no tenía por el chico prácticamente me los implantaron, los dieron por hecho.

Todos a mi alrededor sabían cosas que ni siquiera yo misma sabía.

Siempre las mismas historias de instituto. Esos rumores me hirieron porque en ese momento yo no era dueña de mis sentimientos, de mis decisiones, de mis palabras...

Así, acabé estando dos años siendo quién no era. Mi ambiente pensaba que habían sucedido cosas con respecto el tema, que yo había incitado algo, que había hecho o dicho algo... Pero no era así, la verdad es que todo pasó tan rápido que de repente me encontré con una amiga que me odiaba, un chico enamorado insinuándome situaciones en las que yo no había estado, discusiones que yo desconocía, algo que no había vivido.

La confusión era tal que ni yo me reconocía. Dejé que mi pasión, mi sueño, que era estudiar psicología, se desvaneciera.

Al venir aquí, cambiar algo de vida, aún estaba algo perdida sobre mi ser. Mi madre me mintió para que por fin volviera a ser yo, sin importar quién estuviese a mi lado.

Y creo que ha sido lo mejor que han podido hacer por mí.

Encontré a tres buenas amigas: April, Tammy y Mandy.

Encontré momentos increíbles, hice locuras, me dejé llevar, caí, me levanté, me di cuenta de la realidad.

Y cuando pienso en locuras, pasa por mi mente Gabe.

Pero cuando pienso en la Grace real, encuentro a Neil.

Él fue quién trató de conocerme, me hizo sentir, volver a ser yo, sentirme segura...

Con Neil soy yo. Cuando me veo en sus ojos verdes, no me pierdo, me encuentro. Él ve a la Grace real, a la que tiene defectos, miedos, gustos extraños e inseguridades. Y aún así me siento cómoda.

Solo quiero que me enrede en sus brazos, sentir su calor y notar que estoy en casa. Quiero correr, cerrar los ojos, respirar y saltar y cuando abra los ojos mi presente sea real, puro y él esté ahí.

Así que respiro profundamente viendo la imagen borrosa de un Gabe dolido marcharse para salir del césped con pies torpes y dirigirme hacia Neil.

Frente a la cafetería aún siguen las chicas, con sus expresiones curiosas, esperándome. Un abrazo de las tres me sorprende y me da fuerza al mismo tiempo. Una pequeña sonrisa se forma en mis labios.

— He avisado a Neil de que estábamos aquí -susurra Tammy con voz temblorosa.

— Genial.

Unos nervios eléctricos recorren mi cuerpo a la vez que mi cabeza gira para mirar de una dirección a otra, esperando encontrar a Neil de un momento a otro.

El sol comienza a bajar y, en menos de cinco minutos de charla de las chicas, un tono anaranjado cubre la plaza de la universidad. Se me hace difícil ver tan lejos como antes, la luz de las pequeñas farolas no me dejan observar más que sombras.

Mis nervios están aumentando, aunque no creía que fuera posible, y mi corazón se para cuando el grito de April nos sorprende a todas. Tammy coge los brazos de las chicas para que se alejen del lugar y entiendo que Neil está acercándose.

Con pánico a mirar en dirección contraria a las chicas y el corazón algo taquicárdico, respiro hondo. Un aroma dulce pero masculino inunda mi alrededor. Respiro de nuevo, sé que está aquí, siento su presencia como si me estuviese rodeando con sus brazos.

Mis ojos se posan en los suyos, ese tono oliva, vastamente iluminados por las farolas de la vacía plaza universitaria. El sonido del agua caer sobre la superficie de la fuente es lo único que se escucha, puesto que ninguno de los dos consigue a penas respirar.

Consiguiendo por fin que algo de aire llene mis pulmones después de segundos que parecen minutos, siento que estoy preparada para que alguna palabra salga de mis labios.

Entonces me veo, como una pequeña Grace reflejada en sus ojos y los pensamientos anteriores vuelven a inundarme. Se me escapa una pequeña incontrolable sonrisa.

El rostro pálido por el terror de Neil se relaja y sus ojos se fijan más en mí. Su sonrisa provoca que cierre sus ojos, algo de vergüenza se esconde en una sonrisa que se dirige al suelo.

No aguanto un solo momento más y me abalanzo sobre él, que sin llegar a pasar un escaso segundo me rodea con su brazo la cintura, sujetándome con fuerza. Nuestros labios se encuentran suavemente en un dulce beso que, como si estuviésemos hambrientos el uno del otro, se vuelve más apasionado. Su segunda mano se encuentra sujetando delicadamente mi cuello a la vez que con su dedo acaricia mi mejilla, ardiendo.

— Te quiero, G. —masculla en mis temblorosos labios.

— Te quiero, Neil... ¡Dios, te quiero! —sin vacilar vuelvo a juntar nuestros labios, como si ese segundo beso, con sensación de primero, no fuera suficiente, nunca será suficiente.

| personalmente, he muerto de amor escribiendolo


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Grace y su vida universitariaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora