CAPÍTULO 17. "PERFECTA"

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La claridad que entra por la ventana junto con mi dolor de cabeza no me permiten abrir los ojos, sino todo lo contrario, los apreto tratando de que ambos desaparezcan por completo.

Un sonido desagradable rebota por mi cabeza, siento mil cuchillos atacando mi cerebro ahora mismo.

Muevo mi mano en busca del culpable de ese sonido: mi móvil.

Toco lo que parece ser una mesita de noche, recorro toda la superficie buscándolo, pero nada, mi mano baja hasta el suelo, donde siento la tela de mi pantalón, lo recorro —hecho un revoltijo— en busca de un bulto en él ¡ahí está!

Cojo lo que estoy casi segura es mi móvil y sin mirar intento cortar lo que sea que suena (alarma, llamada o treinta y cuatro mensajes).

Con un alivio mi cuerpo se relaja y trato de dormir de nuevo.

— ¿Grace? ¡Grace habla por el amor de Dios! —una voz afeminada sale de mi móvil, que se encuentra tirado en la cama con mi mano cerca.

Cuando unos segundos después entiendo la situación, cojo como puedo el móvil y lo pongo en mi oreja. Aún apretando mis ojos. Debería haber corrido las cortinas.

— ¿Si? —suelto casi en un gruñido.

— ¡Grace, joder! ¿Se puede saber porqué no me contestabas?

— Tengo sueño y me duele la cabeza —gruño toncando el puente de la nariz con la otra mano.

— ¿Sueño? ¡Es la una! ¿Has bebido?

Estoy volviendo a quedar dormida.

— ¡GRACE!

— Creo que sí —susurro casi dormida.

— ¿Crees? Omg ¡Espero que no hayas hecho alguna tontería! —se queja Mandy al otro lado del teléfono.

— Cuando lo descubra te digo, mamá —gruño con ironía—,  aún no he podido abrir ni los ojos de lo mal que me encuentro, me duele todo.

Al no obtener más respuestas que un quejido saco fuerzas para volver a hablar

— ¿Mandy?

— Abre los ojos y dime que conoces el sitio por dios.

Con dificultad abro uno de mis ojos, creo que conozco el sitio, o al menos no es  un hotel.

— No estoy en un hotel, eso seguro.

— Genial, ahora dime que no hay nadie a tu lado —en su voz se nota que está algo cabreada y preocupada a la vez. Mandy siempre hace de madre, aunque al mismo tiempo es la más loca.

Bipolar, ya lo digo yo.

Giro mi cabeza con algo de dificultad y miro —con el único ojo acostumbrado a la claridad— a mi lado.

— Mierda —digo incorporándome cuidadosamente en la cama. Estoy algo sorprendida pero no quiero que despierte. Los buenos días después de acostarte con alguien que no es tu pareja, son una caja de sorpresas.

Mi mano va a mi boca tratando de callar mi sorpresa. He soltado el móvil sin darme cuenta y vuelvo a escuchar los chillidos de Mandy.

— ¡Grace, joder! ¿Quién es?

— Creo que sé quién es, y tú también —susurro aún algo confundida.

— ¡No! —dice sin podérselo creer, al igual que yo— Dios, Grace ni un día ha pasado, ni uno.

Me levanto cuidadosamente de la cama pasando de Mandy por decima vez, cojo la ropa que encuentro como si de pruebas de un crimen se tratara y salgo en puntillas de la habitación.

Grace y su vida universitariaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora