Capítulo 20.

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Sierra todavía tenía los labios apretados cuando volvió a peinar el pelo de su modelo.

____***____

No consiguió el trabajo de Palinkov.
Christian no podía creerlo. Era imposible. Su visión era la misma que la del diseñador. Estaba seguro. Pero las palabras de Palinkov todavía resonaban en sus oídos y el teléfono quedó mucho tiempo entre sus dedos hasta que lo colgó.

—Lo siento —dijo Palinkov—. Pensé…. Cuando Marie me enseñó… Ya sabe,
realmente creí… Pero hay algo que… algo que falta. Una suavidad, creo que se dice.

—¿Suavidad? —había repetido asombrado—. ¿Qué quiere decir?

—Es parte de una mujer —explicó Palinkov—. El cariño, la atención. Marie tenía una o dos fotos. Antiguas, me dijo. Pero no lo he encontrado en las otras que me envió.

—Yo…

—Usted no se siente orgulloso de las suaves, ¿verdad?

—No, yo… No lo sé. Pensaba…

Pero no podía pensar.

—¿Tiene miedo de la suavidad?

—¡Por supuesto que no!

—Creo que quizá… —la voz de Palinkov falló—. Quizá no conozca…

—Conozco a las mujeres.

—Sí, sí. Es a usted mismo quizá a quien no conozca.

—¿Qué?

—¿No está usted casado?

—No.

—Ah.

¿Qué diablos quería decir?

—El matrimonio enseña mucho.

—¿Cree usted que un fotógrafo tiene que estar casado para hacer buenas
fotografías? —preguntó Christian con incredulidad.

—Para todo no, pero sí para esto. Para mi colección.

—El matrimonio no tiene nada que ver con esto. Sus colores son fuertes,
impactantes. Sus diseños muy simples y directos. Lo que se ve es lo que hay. Y eso es lo que hago yo.

—Eso es lo que hacía yo. Un diseñador no permanece siempre igual sino que crece. Aprende. Avanza. Yo me casé y ahora soy más abierto. Mi mujer me haenseñado mucho. Las cosas no son tan simples. La vida es compleja. Llena. Esas otras que me enseñó Marie… Creo que lo veía como yo —suspiró—. Pero no.

Christian apretó los dientes.

—Para mi colección, el fotógrafo tiene que conocer la plenitud de ser mujer.

¿Y por qué no contrataba entonces a una mujer?

—Tiene que apreciarlas, confiar en ellas, amarlas. O a una al menos. Así que lo siento, señor Grey.  Siento que no trabajemos juntos, pero realmente pienso que Finn MacCauley y yo…

¿MacCauley? ¿Palinkov iba a trabajar con él? ¿Fin MacCauley podía haberle desbancado?

¡Maldición! Soltó unas cuantas maldiciones más contra los dos antes de desplomarse en el sofá para murmurar en alto:

—Es todo culpa de ella.

Si no hubiera estado tan despistado pensando en ella todo el tiempo, hubiera elegido unas fotos diferentes. Hasta habría podido haber incluido aquellas antiguas de Catherine. Ésas
captaban, como Anastasia había dicho, una visión diferente.

Grey El FotógrafoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora