Capítulo 12.

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—Desabróchate el botón, Anastasia —dijo con suavidad.

Ella alzó la cabeza y lo miró interrogante. Christian se encogió de hombros con negligencia.

—No tapa nada que no haya visto antes.

____

A pesar de los ocasionales comentarios burlones de Christian, Anastasia estaba satisfecha de su primera semana de trabajo. Ya dominaba los autobuses, metros y taxis con facilidad. Y no tenía ningún problema con su trabajo.

De hecho, el trabajo había resultado ser más divertido de lo que ella había supuesto. Christian hasta le había dejado disparar instantáneas antes de cada sesión y le explicaba en extensión todo lo que ella le preguntaba.

Y una vez que vio que ella estaba realmente interesada, comentaba lo que estaba buscando y lo que quería ver como si creyera que debía enseñarle a una persona tan ansiosa por aprender. Y ella lo estaba.

En una ocasión, cuando la explicación había sido exhaustiva, sonrió y dijo:

—Si te estoy aburriendo, dímelo.

Y Anastasia, que le hubiera escuchado encantada durante horas, replicó al instante:

—No, no me aburres en absoluto.

De hecho, le encantaba escuchar todo lo que tuviera que enseñarla. A Anastasia siempre le había gustado fotografiar a la gente más que nada en el mundo y tenía la oportunidad de aprender de un maestro. Y aunque el mundo sofisticado de él era lo contrario a los caracteres que a Anastasia le gustaban, un día que se lo comentó, Christian respondió:

—La gente es siempre la misma.

Y cuanto más trabajaba con él, más le daba la razón. Se encontró tomando
prestadas carpetas de antiguos trabajos de Christian y se pasaba la tarde estudiándolas e intentando aprender de ellas, de ver el mundo bajo la óptica de él.

Christian tenía un talento natural para reducir lo esencial a cero. La mayoría de sus fotos evitaban todo detalle superfluo. Pero no siempre habían sido así. Al ir estudiando su carrera, comprendió que aquel enfoque singular y fuerte contraste eran de desarrollo reciente. Las primeras habían sido más personales y más recargadas.

—Más sucias —había dicho Christian cuando se lo había comentado.

Anastasia no estaba del todo de acuerdo, pero, ¿podía discutir su éxito? Reconocía una foto del Christian Grey actual al instante. Te atrapaban la mirada, te indicaban
adonde tenías que mirar y lo que tenías que pensar en cuanto las veías.

Era un poco como ir a un museo. Y Anastasia lo podía asegurar porque cuando no pasaba el tiempo estudiando el trabajo de Christian, lo había dedicado a ver el Museo de Arte Contemporáneo. Sabía que la ciudad estaba plagada de maravillosos museos, pero empezó con el más
importante.

Cuando volvió a casa del trabajo el viernes por la tarde, se sentó delante de la guía que había comprado y empezó a hacer planes para el fin de semana, decidida a ver tantas cosas como pudiera.

Entonces apareció Rhys con una bolsa de comida y se sentó a su lado para
hacerle algunas sugerencias. Hasta se ofreció a hacer algo de turismo con ella.

—¿De verdad?

Él sonrió.

—Claro. Así apreciaré de nuevo la ciudad a través de tus ojos. ¿Dónde quieres ir?

—¿Qué te parece Ellis Island?

—Me parece bien. ¿El domingo?

Anastasia asintió con ansiedad.

—Y el sábado iré al Metropolitano por la mañana y al Frick por la tarde.

—Será mejor que vayas con más calma. Puede que sea demasiado.

Al final, Anastasia decidió que tenía razón, así que el sábado por la mañana se dedicó a hacer la colada. Y mientras esperaba en la lavandería a que terminara, echó un vistazo a las revistas en busca de fotografías de Christian. Era sorprendente cuántas
encontró y lo fácil que le resultaba reconocerlas.

Por la tarde se fue al Metropolitano y se limitó a ver el arte egipcio, romano y griego. Al fin y al cabo, una de las ventajas de vivir en la ciudad era la posibilidad de volver cuando quisiera. No tenía por qué ver todo el museo en un sólo día. Cuando se sintió lo bastante culturizada, cruzó el parque paseando y se paró a cenar en un pequeño restaurante tailandés a pocas manzanas de su apartamento.

Christian había mencionado un día lo mucho que le gustaba la cocina tailandesa y Anastasia nunca la había probado. Después de comer, decidió que a ella también le gustaba.
¿Le gustaría a José? Quizá debería comprar un libro de aquella cocina y esa noche podría decirle que le cocinaría algo.

Había una enorme librería no lejos del Lincoln Center. Estaba en dirección contraria, pero la tarde era cálida y no le importaba pasear.
Buscó en la sección de cocina y encontró media docena de libros de cocina tailandesa. Se decidió por el más pequeño con fotos muy buenas y cuando se dirigía al ascensor, le llamó la atención la sección de fotografía.

Había cientos de libros, de todos los temas imaginables y se preguntó si habría alguno de Christian Grey. Con curiosidad empezó a buscar. Había más libros de moda que de cocina
tailandesa. Anastasia estaba sorprendida. Caminó por el pasillo buscando entre los brillantes libros de moda el que llevara el apellido de Grey, que debía estar en las
estanterías más bajas.

Se arrodilló y agachó la cabeza para mirar hasta encontrar el nombre en el lomo y se estiró para sacarlo.

Entonces alguien le pisó la otra mano.

—¡Oh, lo siento!

Anastasia apartó la mano, agarró el libro, lo apretó contra ella y alzó la vista para encontrarse a Christian mirándola con asombro.

—¿Anastasia? —devolvió el libro que tenía en la mano a la estantería y la levantó sin ceremonias—. ¿Qué diablos estás haciendo ahí agachada?

—Hum… Buscando libros. Me preguntaba si habrías publicado alguno, así que me puse a buscar.

Le enseñó el que había encontrado suponiendo que se pondría contento.

Pero Christian frunció el ceño al verlo.

—¿Qué diablos estás haciendo con eso?

—Ya te lo he dicho. He estado estudiando tu trabajo. Intentando aprender.

—De ahí no puedes aprender nada —masculló irritado.

Intentó quitárselo de las manos, pero Anastasia no le dejó y lo miró con más atención abriendo mucho los ojos al leer el título.

—¿Catherine Neale? ¡Uau! ¿Le hiciste un libro?

Catherine Neale era una de las estrellas de Hollywood más famosas, pero Anastasia recordó que antes de ser actriz había sido modelo.

—¿Conocías a Catherine Neale?

—Eso pensaba —murmuró Christian—. Hace mucho tiempo. Me sorprende que haya quedado alguno de esos malditos libros.

Christian la soltó entonces como si ya no le importara que lo mirara y Anastasia se sintió dividida entre hacerlo y seguir hablando con Christian.

—¿Es el único libro que has hecho?

—Sí —entonces miró con desdén hacia la estantería—. Aunque no es el único que se ha publicado sobre ella.

Anastasia siguió su mirada y comprobó que era el libro que él había estado ojeando. ¿Examinando a la competencia, quizá? pero no lo preguntó.

—Es muy fotogénica —comentó sólo.

—Y bien lo sabía ella —entonces examinó el otro libro que Anastasia tenía en la mano—. ¿Qué has comprado?...

Grey El FotógrafoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora