Capítulo 34.

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No era la vuelta a casa que Anastasia había planeado. Su madre estaba casi con un ataque de apoplejía, su padre asombrado y sus hermanas se miraban unas a otras y sacudían la cabeza.

—¿Qué ha pasado? —le preguntó todo el mundo.

Anastasia no podía decir nada.

¿Cómo explicar que en vez de regresar centrada y enfocada, lista para atar el nudo, había descubierto que el amor que sentía por José no era suficiente, que no le llegaba ni a la suela de las zapatillas al que sentía por otro hombre? Eso le haría daño
a José.

Y no la ayudaría a ella.

Y no conseguía hacer acopio de valor para hablar del otro hombre.

Ni siquiera con Mia, que la miró con los ojos entrecerrados cuando Anastasia volvió al trabajo.

—¿No vas a casarte con José? —preguntó.

—No.

Todo Collierville sabía la noticia a la hora de llegar ellos.

Dos días más tarde, cuando Anastasia se fue a la Gaceta por primera vez,Mía  esperaba una explicación.

Anastasia no le dio ninguna.

Pero Mia no quedó satisfecha.

—No haría nada Christian, ¿verdad?.

Anastasia sacudió la cabeza.

—¡No, por supuesto que no!

Hubo un silencio.

—¿Se portó como un caballero?

—Siempre —aseguró Anastasia con firmeza.

Mía suspiró.

A Anastasia le sonó casi como un suspiro de desmayo y la miró con
extrañeza.

—Casi me hubiera gustado que no se hubiera portado —Mía explicó su
consternación con torpeza—. Que hubiera hecho algo. Que se hubiera involucrado. Que hubiera encontrado a una chica agradable y se hubiera asentado.

Anastasia la miró aún más asombrada.

Mía se sonrojó.

—¡Oh, no quiero decir que te mandara allí para que rompieras tu compromiso, pero… Había albergado la esperanza de que te viera y volviera a pensar en el matrimonio de nuevo. En un tiempo creyó que el amor y el matrimonio serían suficientes para llenar su vida.

Anastasia sacudió la cabeza despacio.

—No, no lo creo. Christian no.

Christian era un buen compañero de cama, inventivo y atento, tierno y ansioso.

Recordaría para el resto de su vida la dulzura y la pasión con que la había amado, pero nunca había dicho que la quería.

No la quería.

Y Anastasia sabía que nunca lo haría.

La ruptura del compromiso de Anastasia y José hubiera quedado en los anales de la historia de Collierville para toda la eternidad si no hubiera sido porque un camión volcó y toda su carga de troncos se derramó con gran peligro de haber producido un
accidente aún mayor en la carretera.

Habían pasado tres semanas y Anastasia empezó a respirar con más facilidad, aunque no dormía mucho mejor.

Y entonces, cuando salía de la Gaceta el viernes después del Día del Trabajo, se topó de bruces con José.

Era la primera vez que lo había visto desde que habían vuelto de Nueva York.

Había deseado llamarlo una docena de veces para suavizar las cosas y
disculparse, pero no había sabido qué decir. Ni tenía ni idea en ese momento.

Grey El FotógrafoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora