Capítulo 32.

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Anastasia lo miró fijamente y Christian le mantuvo la mirada.

No sonrió, no sacudió la cabeza y no dijo que no había querido decirlo.

Sólo estiró un dedo y lo deslizó
ligeramente a lo largo de su brazo.

Anastasia se estremeció.

¡No, oh, no! No podía.

¿O sí?

Algo en su cara traicionó su pánico.

Christian sonrió vacilante.

—¿Quieres usar el jacuzzi?.

—¿Qué? —él se incorporó y señaló con la cabeza en dirección a un largo objeto cubierto contra la pared de la cocina—. No se tarda mucho en llenar. Y hace un día muy bueno.

Anastasia seguía trabada con la contestación «a ti». Pero no podía preguntárselo.

¡No podría hacer que lo repitiera!

—Me… me gustaría.

Ella nunca había usado un jacuzzi en su vida, pero aunque lo hubiera tomado a diario, se alegraba de que le diera algo que hacer.

—Siento no poder llenártelo yo —dijo Christian—, pero no es muy difícil.

Anastasia ni siquiera se había molestado en mirarlo cuando había estado sola, pero lo destapó, lo aclaró siguiendo las instrucciones de Christian y lo empezó a llenar.

Era de buen tamaño. Suficiente para seis personas, le dijo Christian.

¿Habría tenido él alguna fiesta allí?

¿Lo habría utilizado con Beatrice?

—Tardará una media hora en llenarse. Ve a ponerte el traje de baño. A menos que… —le lanzó un guiño—, quieras tomarlo desnuda.

—¡Oh, no! —se apresuró Anastasia a responder—. Ahora mismo vuelvo.

Había tenido muchas oportunidades de retroceder, de dejar de sonreírle y coquetear con ella.

Pero no lo hizo.

Porque la deseaba.

Y no le importaba ni el anillo que llevaba en el dedo ni el hombre al que volvería.

Le sacó más fotos cuando salió en traje de baño.

Ella le frunció el ceño, le puso
muecas y le alzó los dedos.

Pero Christian siguió disparando y sonriendo.

En cuanto estuvo dentro del jacuzzi, él se colgó la cámara del cuello y se acercó al borde. Desde allí tenía una vista maravillosa de sus senos sobresaliendo por encima de la espuma.

Entonces Anastasia lo miró a los ojos y le puso una mueca.

Su expresión se suavizó y entreabrió los labios.

Christian lanzó un gemido, apartó la cámara a un lado y se inclinó hacia adelante para besarla.

Fue como volver a casa.

Cálida y bienvenida.

Todo lo que un beso debería ser.

Pero no lo suficiente.

Christian deseaba más.

Enterró los dedos en su pelo, cálido y mojado antes de bajarlos hacia sus
hombros para agarrarla con fuerza y atraerla hacia sí.

Pero se resbaló de medio lado
y perdió el equilibrio.

—¡Oh!

Se fue de cabeza primero y su cara se aplastó contra sus senos.

Grey El FotógrafoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora