Capítulo 30.

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Se inclinó para estirar las malditas mantas una vez más.

Al hacerlo le rozó un brazo y una pierna.

Ligeramente.

Sin darse siquiera cuenta.

Pero él sí lo notó.

Un roce suave como el de una pluma y todo su cuerpo respondió.

Descendió para ajustarle el cojín de debajo del tobillo.

Inclinó la cabeza.

Christian deseaba alargar la mano y enterrar los dedos entre sus rizos, atraerla hacia sí, tirarla encima de él y meter las manos bajo su camisa.

Deseaba acariciar aquellos magníficos senos bamboleantes.

Deseaba olerlos, besarlos, chuparlos.

Lanzó un gemido sordo.

—¡Oh, Dios! ¿Te he hecho daño?

Anastasia dio un salto y lo miró con gesto de preocupación.

Christian, tenso de necesidad y deseo, no pudo ni responder.

Apenas podía tragar.

Y su silencio la preocupó aún más.

—Lo siento mucho, Chris.

Ya estaba trajinando de nuevo con las mantas tirando de ellas hacia abajo.

—No puedes estar cómodo así. Deberías haberte puesto el pijama hace horas. Déjame ayudarte.

Intentó alcanzar los botones de su camisa.

—¡No! —gritó él.

—Pero…

Christian agitó la mano para detenerla sintiéndose como un idiota.

—¡Simplemente no, por Dios bendito! ¿Es que no entiendes inglés?

Ella retrocedió pero no se fue.

—Bueno, no puedes dormir vestido —dijo con tono maternal.

Christian se agitó con irritación.

—No pensaba dormir vestido.

—Entonces dime dónde tienes los pijamas y te traeré uno.

—No tengo pijamas.

—¿Qué?

—¡No uso pijamas. ¡Duermo desnudo!

—¡Oh! —Anastasia se sonrojó hasta la raíz del pelo y bajó la vista hacia su vientre para alzarla al instante parpadeando con rapidez—. Bueno, me llevaré la bandeja y te dejaré para que lo hagas entonces.

Salió corriendo y cerró la puerta tras ella.

Christian se reclinó contra las almohadas y lanzó un suave gemido de frustración.

Sólo sabía que ahora, aparte del tobillo, le dolía otra parte del cuerpo.

_____*****___

No era la imagen de Christian desnudo, aunque desde luego había sido tentadora durante semanas, sino el hecho de haber pasado muchas noches pensando en él lo que le debía haber indicado que algo iba mal en aquella fijación por él.

Pero no lo había pensado porque no había podido pensar con claridad.
Había creído que lo único que necesitaba era un poco de tiempo y espacio y la inquietud habría desaparecido.

Había creído que, como la hermana Carmela, pondría a prueba sus tentaciones en el gran mundo y volvería a José resuelta y en paz.

Se había equivocado.

Grey El FotógrafoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora