Capítulo 6. Esta comprometida

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Por supuesto, Christian tenía que buscarle un sitio para quedarse. Mía le recordó que lo había prometido.

—¿Que yo hice qué? —gritó él.

Su hermana había llamado a última hora de la tarde para ver qué tal iban las cosas, cómo estaba «la querida Anastasia» y si le había organizado la estancia.

—Dijiste que le buscarías un sitio de alquiler —repitió Mia.

Christian estaba seguro de no haber dicho tal cosa.

—¿Que yo he dicho que le buscaría un sitio de alquiler? ¿Con esas palabras?

—Bueno, no hace falta que te pongas como un abogado —refunfuñó su
hermana—. Supongo que no fue exactamente con esas palabras. Yo te pregunté si podrías buscarle un sitio y me dijiste que suponías que sí.

—Pero nunca pensé…

No podía decirle que nunca había creído que seguiría adelante. Le debía demasiado y su hermana apenas le pedía nunca nada.Sólo aquello. Sólo… Anastasia.

—Nada todavía.

—¿Nada?

Mía pareció horrorizada.

—Sí, pero ya buscaré algo.

—No lo sentirás —dijo Mia con buen humor—. Estoy segura de que os irá bien a lo dos. ¡Anastasia estaba tan ansiosa por ir! Y es muy trabajadora, Christian. No hay nada que le puedas pedir en lo que no te pueda ayudar.

—¡No me digas! —replicó Christian con sequedad para no contarle lo que ya había hecho Anastasia.

Su hermana quedaría alucinada. Diablos, si cada vez que lo pensaba también él quedaba alucinado. Pero no pensaba mencionarlo. Anastasia steel, desnuda, era un recuerdo que no tenía intención de compartir con nadie.

—Ella misma es bastante buena fotógrafa —prosiguió Mia—. Oh, no de tu clase, por supuesto, cariño. Pero hace fotos maravillosas para La Gaceta.

La Gaceta de Collierville era el periódico semanal local. Mia era la directora comercial, así que era evidente que era allí donde se habían conocido. Las fotos que Christian recordaba del periódico eran de reinas de belleza locales, de fiestas de adolescentes, jugadores de fútbol del colegio, concursos de pesca y algunos paisajes de hectáreas y hectáreas de cultivos de maíz y soja.

—¿Y eso la ha inspirado para querer venirse a Nueva York?

—No exactamente. Tuvo que ver con una monja, creo.

—¿Una monja?

—Para un artículo que escribió. Anastasia,  quiero decir. Debió inspirarle algo y ha estado muy inquieta decidiendo qué quería hacer…

¿Bailar desnuda?, pensó Christian con una sonrisa.

—Había dado clases en el jardín de infancia durante tres años antes de empezar a trabajar en el periódico.

¿Jardín de infancia? ¿Había visto a una profesora de jardín de infancia
desnuda? [😂😂😂]

Pero lo que era peor era que el recuerdo le despertaba todavía algo en el cuerpo. Al menos aquella profesión explicaba el vestido tan pudoroso que llevaba.

—Era maravillosa con los niños. También le encantaba el trabajo, pero acabó un poco inquieta. Pensó que quizá no fuera lo que quería hacer toda su vida, así que vino al periódico el año pasado.

—¿Y sigue sin estar satisfecha?

—Bueno, no es que no esté satisfecha, pero ha vivido en Iowa toda la vida.
Quería ver lo que está por detrás del horizonte.

¡Más tonta ella!, pensó Christian.

—No será capaz de aguantar esto —dijo Christian sin rodeos—. Es demasiado ingenua. Demasiado inocente.

—Bueno, te tiene a ti y…

—¡Desde luego que no me tendrá a mí! Yo no soy Mary Poppins, ¿sabes?

—Por supuesto que no —replicó Mia con rapidez—. Tampoco esperaba eso. De verdad que no. Sólo esperaba que le echaras un vistazo. Y ella está muy ansiosa por aprender todo lo que tengas que enseñarle.

«¡Oh, Dios, no digas eso!, pensó
horrorizado».[😂😂😂]

—Y como siempre pareces necesitar una nueva asistente. Ella es
exactamente el tipo de chica con la que me gustaría que te…

Mia se detuvo de forma abrupta y hubo un largo y embarazoso silencio. Uno que Christian esperaba que no rompiera porque sabía exactamente cómo terminaría su hermana.

«El tipo de chica con la que me gustaría que te casaras».

No era un secreto que Mia quería verlo casado y de vuelta en Iowa. Eso era lo que siempre había esperado desde el verano en que había aceptado una beca de trabajo con el célebre fotógrafo Camilo Volano doce años atrás.

—Pero si la celebridad no te interesa —había dicho mía sin entender por qué quería aceptar aquel trabajo.

—Pero la gente sí.

Era a la gente a quien él quería fotografiar. Trabajar para Camilo Volano le había parecido una oportunidad fantástica para aprender de uno de los mejores fotógrafos del mundo de gente famosa. Después podría despegar de allí usando lo
que hubiera aprendido y fotografiar lo que quisiera.

Aquél había sido su plan, al menos.
Pero la vida tenía una forma peculiar de trastocar los planes mejor concebidos. El trabajo del verano se había prolongado al otoño y después de eso… Bueno, las cosas habían cambiado y Christian ya no había vuelto.

No es que Mia no valorara su éxito como uno de los mejores fotógrafos de moda, pero nunca dudaba en preguntarle qué había pasado con su sueño de fotografiar a gente de todos los extractos sociales. Y tampoco vacilaba en decirle lo estupendo que sería que encontrara a una chica encantadora, se casara con ella y
volviera a Iowa a fotografiar a granjeros y reinas de belleza. O quizá, sólo por esa vez, sí había vacilado.

—No estoy interesado —dijo Christian por si acaso.

—¿Interesado? Ah, ¿quieres decir en Anastasia? —Mia se rió con tensión—. Por supuesto que no. Y Anastasia tampoco está interesada en ti. Va a casarse en septiembre.

¿Casarse? ¿Anastasia? Christian se quedó un poco jadeante, como si alguien le hubiera dado un puñetazo. Eso le asombró. ¿Por qué debería importarle a él? No le importaba.
Era sólo que su mente había evocado la imagen de una Anastasia muy sonrojada, desnuda y trémula que no parecía la prometida de nadie.

—¿Y quién es el idiota que la ha dejado suelta en Nueva York?

—Si estás preguntando con quién está prometida, es con José Rodríguez. Es un joven muy agradable. ¿Te acuerdas de Ernie y Lavonne Rodríguez? ¿De la granja del norte del pueblo? José es su hijo.

Christian recordaba vagamente el nombre.

—Había una Katherin RoDríguez en mi clase.

—Es la hermana mayor de José. Se casó y se fue a vivir a Dubuque, pero se separó hace tres años y volvió aquí con los niños. Hasta hace un par de meses ha estado viviendo en una casa móvil en la granja, que era donde jose y Anastasia iban a vivir. Ésa es la razón por la que no se han casado hace tres años.

—¿Llevan prometidos tres años?

—No, creo que ocho.

—¿Ocho?

—Pero estoy hablando sin saber, así que no debería estar cotilleando. Te dejaré ya, cariño. Sólo mantenme informada. Y si quieres saber algo más acerca de Anastasia y de José, estoy segura de que a ella le encantará contártelo. Sólo pregúntale....

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¿¿¿Sigo???

Grey El FotógrafoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora