Capítulo 21.

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El se frotó el cuello sintiéndose incómodo.

Pero no pensaba sentirse culpable como si la fuera a arrojar a los lobos. Era sólo una invitación. Y era lo que ella quería: una nueva experiencia. Y sería buena para ella.
Y para él.

Calculaba que Anastasia estaría en el avión de vuelta a Iowa pocos días después de la fiesta.

—¿Marie es tu agente? ¿La que conoce a todo el mundo? Bueno, Anastasia tendrá muchas cosas que contar cuando vuelva.

—¡Desde luego!

Aunque no creía que hablara de ello. Probablemente ni siquiera querría
recordarlo. Acudir a una de las fiestas de Marie era como volar demasiado cerca del sol. Si no tenías cuidado, podrías quemarte.

Christian  no dejaría que Anastasia  saliera seriamente quemada, pero un poco de chamusquina no le vendría mal.

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—Esto es un error —era la centésima vez que Anastasia decía las mismas palabras esa tarde—. No debería ir.

—Tonterías —repitió también Sierra por centésima vez—. Por supuesto que vas a ir. Sólo estás nerviosa, pero en cuanto llegues allí lo pasarás de maravilla. Los fascinarás a todos con ese vestido tan fantástico.

Lo era, reconoció Anastasia. Era un vestido fantástico y lo más alejado de la ropa que había usado ella en toda su vida. Parecía salido de una pasarela de París, había dicho cuando lo había visto por primera vez.

—Es que es de una pasarela de París. Lo exhibió Delia la última temporada.

Era un vestido auténtico de diseñador. Se lo había regalado el propio diseñador a una amiga modelo de Sierra porque le había encontrado ligeras imperfecciones.

—Que lo disfrutes —había dicho.

Pero Delia estaba embarazada de seis semanas, no había podido ponérselo
nunca y no le había importado lo más mínimo que lo disfrutara Anastasia en vez de ella.

—Me parece muy bien —le había dicho a Sierra—. A mí ya no me va a valer nunca.

Anastasia pensó que a ella tampoco le valdría.

—Yo no tengo la figura de una modelo —protestó cuando Sierra se lo llevó al apartamento.

Pero Sierra había insistido.

—Pruébatelo. Lo puedo arreglar. Sé coser.

—Pero Delia…

—A Delia no le importará. Ni siquiera le queda bien el rojo. El vestido tenía
algunas flores salpicadas muy discretas pero fundamentalmente resultaba de un rojo violento.

—Yo tampoco uso rojo —había protestado Anastasia mientras Sierra tiraba para metérselo.

Se deslizó sobre su cuerpo como la piel de una serpiente.Sierra había abierto los ojos como platos.

—Pues ahora sí.

Anastasia había sacudido la cabeza.

—¡No puedo llevarlo! Es obsceno. Enseña hasta la última curva.

Sierra asintió animada.

—Lo hace.

—¡Bueno, no puedo ponérmelo! Es demasiado revelador.

—Creo que Christian ya ha visto todo lo que puedas revelar.

Anastasia se sonrojó hasta casi el tono del vestido.

—¡Pero no todos los demás! Y ése es aún mayor motivo para…

Grey El FotógrafoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora