Capítulo 3

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No volví a pensar en él. Tampoco es que hubiera tenido demasiado tiempo. Apenas había parado por casa, pues intentaba aprovechar al máximo los últimos días de vacaciones antes de empezar el que imaginaba iba a ser el curso más duro de mi vida, el último año de instituto.
Así es que, cuando lo vi de lejos entre el barullo de gente que atravesaba el vestíbulo en el primer día de clases, me llevó un momento reconocerlo. Me sorprendió encontrarlo allí. Parecía demasiado mayor como para estudiar todavía bachillerato, y eso que la ropa que llevaba aquel día lo hacía vez se más joven. A pesar de que aún apretaba el calor, se había puesto una camiseta de manga larga, que ocultaba su inquietante tatuaje. No sería exacto decir que iba peinado, pero si que la rebeldía que reinaba en su cabello en nuestro primer encuentro parecía estar más controlada. Andaba despacio por el pasillo, con el mismo característico contoneo, las manos en los bolsillos, los auriculares en los oídos y la mirada clavada en el suelo. Con esa ropa, sin el tatuaje a la vista y el pelo domado, parecía un buen chico.
"Tal vez lo hayas prejuzgado por su pinta -me dije a mí misma-. Si es nuevo, le vendrá bien conocer a alguien". Así que me dirigí hacia él con la intención de hacerle algo más fácil su primer día en un nuevo instituto. Entonces, levantó y clavo sus inquietantes ojos grises acero en mí. A pesar de que su mirada no era ni mucho menos amable, Sonreí y le saludé con la mano. Sin embargo, en lugar de responder con algún gesto de cordialidad, me ignoró como si no le hubiera visto y giró noventa grados para enfilar el pasillo que llevaba a la cafetería.
Me quedé tan desconcertada que no sabía si ir hasta él y reprocharle el desaire o hacerme la tonta y fingir que no había ocurrido nada.
—¿Qué haces aquí sola, Alexia? —me pregunto Laura al verme parada en mitad del vestíbulo—. ¿Aún no sabes en que clase te tocó?
No, no lo sabía. No había tenido tiempo de su consultar los listados que colgaban en los tablones. Me dirigí hacia ellos con la rabia apretándome el estómago.
—A Gabriela y a mí nos tocó juntas — dijo Laura—. ¡Y tenemos a la Miss de tutora!
La Miss era una de las profesoras mas jóvenes del instituto. Impartía Lengua. Le habían puesto ese mote porque, según la leyenda, cuando ella era alumna del instituto, se presentó a un concurso de belleza y se llevó el premio de Miss Simpatía. Olivia, que ese era su verdadero nombre, aunque destacaba por su belleza, a caracterizaba sobre todo por mostrar una extraordinaria ironía y acidez cuando alguien no se comportaba bien o no respondía correctamente a sus preguntas. Sin embargo, era de lo más amable con los buenos estudiantes, y tanto Laura como Gabriela lo eran.
Como siempre, Laura habían tenido suerte. A mí nunca me había podido tocar con ninguna de mis amigas, dado que ellas habían elegido la opción de ciencias sociales mientras que yo iba por la tecnología. Tampico es que la Miss me cayera demasiado bien, pero sin duda era una de las mejores tutoras que te podían tocar.
—A nosotros nos toco Izquierdo de tutor —dijo una vocesita detrás de mí. Era Tejeda, uno de loa alumnos mas brillantes del instituto. Llevaba un promedio sobresaliente y era un auténtico matado. Solía hacer la barba a los profesores y le costaba prestar sus apuntes. Al menos, eso era lo que contaban, porque no había vuelto a coincidir con él desde tercero. Ya era mala suerte tener a Izquierdo de tutor como para encima tener a Tejeda en clase. Ahora, por su culpa, todos los profesores nos iban a poner el listón muy alto.
—¡Izquierdo! —repetí con horror. Lo sabía. Sabía que me iba a tocar con uno de los chungos. El día había empezado fatal y tenía la angustiosa sensación de que era un presagio para el resto del curso.
—No está tan mal —intentó consolarme Tejeda—. Es duro, pero muy buen profesor. Seguro que aprendemos mucho con él.
—¡Seguro! —respondí con una mezcla de ironía y abatimiento.
Cada una de las clases siguió el mismo patrón aquel día: presentación del profesor, reparto de fotocopias con el temario e inútil recordatorio sobre las pruebas de admisión a la universidad a mitad de curso. Todos los de mi grupo estuvimos de acuerdo en que nos habían tocado los peores profesores. No había duda: iba a ser un año horroroso.

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