Una Mañana Con La Familia Kim

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Jueves, 6:00 a.m.

NamJoon despertó de golpe y la vista del techo de su habitación fue lo primero que vio, suspiro resignado al nuevo día que se avecinaba.
Giro la cabeza al reloj digital que descansaba en su mesita de noche y vio la hora, bufo en protesta a los números resaltantes en verde del aparato y se levantó de la calidez de su cama.

NamJoon había desarrollado la habilidad de despertarse temprano sin la necesidad de utilizar la alarma –lo cual agradecía ya que el ruido despertaría a Hye y eso no lo necesitaba– así que durante los últimos tres años NamJoon se había convertido en un despertador biológico.

Se dirigió a su closet y lo abrió, no había mucho, solo varios pantalones de vestir negros y unos cuantos vaqueros desgastados, un montón de corbatas y un par de camisetas, era el closet más patético que podía existir en el mundo. Tomo la ropa que usualmente utilizaba para trabajar y una corbata, no sabía cómo es que una camiseta podía arrugarse tanto, él lavaba la ropa y cuando la guardaba –generalmente húmeda– estaba bien, pero al día siguiente ¡Arrugada! Era frustrante, todas las noches rezaba al Dios del planchado para que cada mañana que despertara su ropa estuviera planchada, pero este no contestaba a sus plegarias, lo mismo le pasaba con el Dios del lavado y el Dios del desayuno.

Irritado, saco la plancha, la coloco encima de la tabla de planchar y la enchufo. Salió de su habitación silenciosamente y en modo sigilo entro a la habitación de Hye, seguía profundamente dormida con su enorme y perturbante tarántula de peluche, así que con mucho cuidado de no despertarla camino hasta el closet de su pequeña y lo abrió con mucho cuidado.

Le había comprado de todo lo que él creía que una niña pequeña necesitaría: medias de colores, vestidos, blusas, pantalones de todo tipo, moños, gorras, diademas... Todo lo que él creía que una niña necesitaba. Además de que estaba siguiendo a una señora por todo el almacén, echando al carro lo mismo que ella.

Posiblemente NamJoon solo tenía unos cuantos vaqueros en su closet, pero a su hija no le faltaba nada.

Se quedó observando el inmenso armario, buscando lo que necesitaba en toda esa jungla de colores, ubicando lo que necesitaba entre una camiseta de futbol y un vestido, tomo el uniforme escolar –que estaba igual de arrugado que el suyo– y así como entro, salió en total silencio.
Cuando entro a su habitación el olor a quemado lo recibió. ¡Mierda! Corrió hacía la tabla de planchado, se estaba quemando y de no haber tenido la ropa de Hye en la mano, se abría arrancado el cabello, siempre le pasaba lo mismo, había puesto notas en el closet que literalmente decían «No dejes la plancha boca abajo, vas a quemar la tabla.» Pero lo olvidaba como un tonto.

Dejo el uniforme de Hye junto con su ropa y levanto la plancha, tenía la tela pegada y la tabla tenía un enorme triangulo negro, cuando la compro era rosada y estaba llena de margaritas –cortesía de Hye– y ahora era negra e incluso en algunas partes, el relleno comenzaba a salir, ya casi no quedaba espacio para quemar, necesitaba una nueva.
Cerró los ojos fuertemente y respiro varias veces con fuerza, bueno, al menos se le quito la costumbre de planchar encima de cama.

Tomo el uniforme y comenzó a plancharlo, él realmente no lograba hacerlo bien, no estiraba la camisa de lo suficiente y dejaba las rayas marcadas, se quemaba los dedo al menos tres veces, no sabía que debía de ponerle agua para deslizarla fácilmente y la tela quedara mejor, ni siquiera sabía que el cuello lo tenía que planchar, quedaban horribles, no tan arrugadas, pero sabía que no se veían bien.

Pero al final, estaba satisfecho con su trabajo.



7:00 a.m.

NamJoon tomo las ropas planchadas y las acomodo perfectamente en su cama, con cuidado de no arruinarlas.

Hey, Daddy! ⇝ NamJinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora