two cadillacs.

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Como cualquier día de la semana, Eileen llegaba tarde, pero esta vez era por una fiesta. La chica entró en la recepción del apartamento y luego se quitó los tacones; la recepcionista la miraba disimuladamente y con cierta repulsión.

–Señorita Graham, ¿necesita ayuda?–preguntó la chica quien tenía el teléfono entre el hombro y la oreja.

–No...–se puso pálida y corrió al baño de visitas—. Estoy mejor, gracias por preguntar–dijo al salir del baño para luego agarrar sus tacones y después a tomar el elevador. Estaba parada en la entrada del elevador esperando a que este abriera cuando un chico el cual trabajaba en el pequeño edificio se colocó a lado de ella: Marshall.

–Hola—le dijo Eileen pero este sólo movió la cabeza ya era incapaz de devolverle el saludo—. Nunca te había visto por aquí, ¿eres nuevo?– Marshall solo movió su cabeza de un lado a otro en señal de negación. –Espera, creo que te he visto en algún lado–la puerta del ascensor se abrió y los dos jóvenes entraron –Te he visto en...–se recostó en la pared y se puso a pensar.

–Yo...una vez te entregué un paquete–dijo con un escaso timbre de voz.

–¿Qué dijiste?

–Una vez te di un paquete–la chica lo miraba atenta—. Soy algo así como cartero aquí—sonrío nerviosamente.

–¡Oh, claro! Me entregaste un paquete hace unos meses—la chica sonrío al acordarse—. ¿Cómo te llamas?–le preguntó la chica mientras salía del ascensor—. ¿No vas a salir?

–Oh...oh sí claro, claro–el chico salió rápido del ascensor y se paró a lado de ella.

–¡Camina!–dijo la chica mientras reía sonoramente—. Eres raro—Dijo frunciendo el ceño y con una sonrisa.

–¿Eso es bueno o malo?–preguntó Marshall con la voz rasposa.

–Es un cumplido–dijo la chica quien ahora estaba frente a la entrada de su pequeño apartamento—. Mierda...—susurró ya que no podía abrir la puerta.

—Déjame ver...—el chico tomó la llave y abrió la cerradura.

–Gracias– le dijo la chica quien comenzó a tirar sus cosas en el pasillo del vestíbulo del apartamento—. Gracias por traerme hasta aquí.

—Em, no te traje hasta aquí—dijo el chico un poco nervioso.

—Bueno, me acompañaste hasta aquí, como sea—la chica se quitó la chaqueta quedando en una reveladora blusa de encaje—. Hey, nunca me dijiste como te llamas.

–Eh, me llamo Marshall– Eileen abrió la boca en señal de asombro. El chico podría jurar que vio como las pupilas de la chica se dilataban.

—Te llamas como Eminem—respondió la chica con asombro.

–Sí, sí—Respondió el chico menos nervioso—. No escucho su música—agregó el chico con las manos en sus bolsillos y con la mirada en el piso. De repente la expresión de asombro que tenía Eileen desapareció.

–¿Cómo puedes llamarte Marshall y que no te guste su música?—preguntó la chica como si aquella cosa fuera un pecado.

–No sé, mis padres son fanáticos de el y decidieron llamarme así—respondió Marshall con un rostro de confusión.

–Eso es cool, Marshall–el chico sintió que millones de mariposas causaban cosquillas en su estómago, y que de paso se sonrojaba.

—Aja—respondió Marshall.

—Yo me llamo Eileen, aunque bueno ya lo debes de saber porque todos aquí me conocen—la chica le tendió la mano mientras se tambaleaba de un lado a otro.

–Eh bueno, yo tengo que irme a la casa de mis padres, vivo allí–la chica lo miró confusa y con el ceño fruncido.

–Pensé que vivías en el edificio.

–No, no, sigo viviendo con mis padres–contestó el chico un poco avergonzado.

—Yo dejé de vivir con ellos cuando tenía dieciocho—la chica alzó los hombros—. Adiós Marshall–el chico movió su manos y la chica cerró la puerta.

Había sido el comienzo de la historia entre Eileen y Marshall.

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