eighty and a cougar.

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La cama se quedaba pequeña para la pareja desde que Eileen tenía aquel vientre de seis meses. El rubio tenían como costumbre sacar algunos cojines del sofá para acostarse y así brindarle más espacio a su novia.

—¿Quieres que duerma contigo?—le dijo Marshall desde el suelo—. Tenemos tiempo sin dormir juntos.

—Bueno...—suspiró—. Está bien—Marshall se acostó y luego pasó un brazo por encima del vientre de Eileen. Apegó sus caderas a las nalgas de la chica pero esta se echó para adelante.

—Marshall, te dije que no íbamos a tener sexo después de tener al bebé. Sólo son tres meses—le dijo autoritariamente. El chico movió la cabeza y se quedó mirando el techo hasta que la rubia roncara, cuando se cercioró de que estuviera profundamente dormida. Caminó hasta el baño, el cual estaba en la habitación, entró, trancó la puerta y luego se puso de frente al espejo para bajarse los pantalones al igual que los boxers para masturbarse. Abrió la pluma un poco para que no se escuchara los jadeos, estaba muy frío el piso, así que al momento de venirse soltó un chillido que despertó a Eileen. Mientras se subía los pantalones, escuchó que la rubia llamaba a la puerta.

—Abre ahí—le implicó la chica con una suave voz de dormida—. ¿Qué haces?— El chico le abrió la puerta y le sonrió forzosamente.

—Estaba cagando, nada importante—dijo saliendo del baño.

—No estabas cagando, Marshall—le dijo la chica con los brazos detrás de sus caderas—. ¿Qué hacías?

—¡Me estaba masturbando!—le contestó con las manos en su cabeza, cómo si lo fueran a arrestar—. No aguanto no tenerte como antes—contestó alterado.

—No sé en qué momento dejaste de ser el Marshall Andrews que conocí— le susurró Eileen mientras lo miraba con aquellos ojos grandes y marrones—. De seguro te buscarás a una zorra que te satisfaga, ¿sí o no?

—¿De qué hablas, mujer?— le dijo con el ceño fruncido—. ¡Te quiero a ti! No a otra mujer—acto seguido, agarró los costados del rostro de su pareja y pegó sus labios forzosamente a los de la chica, quien hacía un ridículo intento en librarse de los fuertes brazos de Marshall. El rubio llevó el cuerpo delgado de Eileen hasta la cama y la aventó.

—¡MARSHALL!—gritó la rubia quién estaba asustada y con lágrimas en los ojos—. ¿Qué haces?—dijo un hilo de voz. El chico quien estaba apunto de bajarse los pantalones se quedó mirándola a la vez que respiraba rápidamente—. ¿¡Qué crees que haces?!—volvió a exclamar intentando reaccionar a la chica. Pero el muchacho seguía mirándola como si examinara cada cosa que hay en ella.

—Me iré a dormir—le dijo Marshall recuperando de nuevo la cordura—. Perdonadme.

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