thirteen the movie.

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—Oigan chicos, ¿quieren ir a celebrar que hoy no nos partieron el culo tanto?—decía una chica de cabello fucsia y un septum en la nariz llamada Blanca. Todos en la sala murmuraron. Unos de acuerdo y otros diciendo que tenían bebés que cuidar.

—¡Yo me apunto!—exclamó John quien trabajaba en la cocina—. Venga, que nos los merecemos—agregó animándolos a participar.

—Yo tengo que ir a ver a Marshall—negó Eileen con la cabeza mientras alzaba los hombros.

—Vamos tía, que antes de Marshall te vomitabas en los baños, eh—le recordó John seguido de un guiño.

—Eso fue hace mucho tiempo, John—sonrió Eileen mientras guindaba su bolso en el hombro y se paraba para irse.

—Hombre, date un respiro de todo, guapa—le dijo John con las cejas enarcadas.

—Un día sin ti, no creo que le haga daño a Marshall—le sonrió Astoria quien era compañera  del trabajo de Eileen.

—Bueno, está bien—les sonrió a todos los presentes quien luego aplaudieron.

—¡Nos vamos todos en mi auto!—prepuso John y todos agarraron sus cosas y salieron del local.

—Vamos Eileen, mueve—le apuró Astoria.

—Ya está—le sonrió y luego se subió al auto de John el cual era muy espacioso ya que era una van.

—¿Cómo te has comprado una de estas, tío?— le preguntó Fred quien era un metiche pero buena gente, sí, una combinación no muy común.

—Pues ahorrando—alzó los hombros y luego arrancó el coche. Raven encendió la radio y todos en el auto iban muy alegres y emocionados hasta Eileen quien al principio no estaba de acuerdo con ir a esta pequeña celebración.

—Y cuéntanos Eileen ¿te has echado a Marshall ya?—algunos en el auto se rieron y Wilson le dio un codazo—. ¿Qué? Sólo pregunto.

—Creo que eso no es de tu incumbencia—le respondió y todos quedaron en silencio.

—Eileen que solo era una bromilla—dijo Fred.

—Pareciera que nunca te hubieras follado a alguien, eh—agregó Eileen cada vez más molesta.

—Para, para, yo no me follo a drogadictas, eh— le sonrió y Eileen le soltó una cachetada.

—¿También era una bromilla?—le dijo Eileen quien tenía los ojos vidriosos y cálida.

—No, disculpa—respondió Fred a la vez que se sobaba la mejilla derecha—. Pegas fuerte, eh.

—Si quieres te pego otro coñazo a ver si te arreglas–respondió muy firme dejando el lugar en silencio que lo único que se escuchaba en el auto era la música del reproductor.

—Bueno, creo que hemos llegado—indicó Astoria ayudando a bajar a Eileen de la camioneta.

—¿Estás bien?—le preguntó John pasando un brazo por encima de ella.

—Sí, Fred es así—alzó los hombros y forzó una sonrisa.

—No te sientas mal, eh—le sonrió y luego entraron al local el cual estaba abarrotado de personas.

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