eighteen and virgin.

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Habían pasado meses y era un viernes por la noche y Marshall había invitado a Eileen a caminar por la ciudad; algo sencillo pero especial. Para esta ocasión, Eileen si se tomó el tiempo para arreglarse ya que la última vez no pudo; su amiga Mary se encontraba en la casa en esos momentos para ayudarla con el conjunto.

—Te ves muy bien—le dijo su amiga.

—Está bien para caminar por ahí—sonrió. El teléfono de Eileen vibró y corrió a ver quién era.

—¿Marshall?—preguntó Mary con una pícara sonrisa—. ¿Es él?

—Sí, sí, es Marshall—respondió con una extensa sonrisa en el rostro.

—¿Qué dice?—preguntó riéndose.

—Dice que en diez minutos llega—sonrió mientras escribía el mensaje de vuelta.

—Eileen, respóndeme algo.

—¿Sí?—dijo mientras tiraba el móvil en la cama y miraba a su amiga atenta.

—Te gusta Marshall, ¿cierto?—cruzó los brazos y sonrió debido al rubor en las mejillas de su amiga.

—Yo...—tomó su bolso y guardó su celular.

—Te estoy haciendo una pregunta—le dijo su amiga muy desafiante.

—¡Sí me gusta!—exclamó y su amiga no puedo evitar reírse a carcajadas—. Demasiado...—sus ojos brillaron y su sonrisa no se desvanecía—. ¿Crees que el guste de mi?

—Siendo sincera no sé porque no soy él...pero tiene interés por ti y eso se nota de aquí a China—le sonrió. El celular de Eileen volvió a vibrar.

—Me tengo que ir, Mary—se despidió y luego salió lo más rápido posible al elevador. La música del elevador ya no le parecía irritante si no que le gustaba y tarareaba un poco la canción que salía de las bocinas. Marshall estaba parado con la misma chaqueta negra y con la recurrente pose de las manos dentro de los bolsillos.

—Hola, Marshall—dijo Eileen detrás del alto chico quien al voltearse sus pupilas se dilataron debido a lo hermosa que encontró a la rubia.

—Ho...te ves muy bien—dijo un poco en la nebulosa.

—Hoy sí me pude arreglar—alzó los hombros y se ruborizó un poco.

—Bueno...creo que las banderillas de las que te hablé el otro día por iMessage te van a gustar mucho—cuando Marshall se encuentra en una situación nerviosa dice cosas relacionadas con comida.

—Okay, me muero por unas banderillas—el par se perdió entre los tantos postes de luces y personas que caminaban por la acera del edificio.

(...)
—La próxima vez deberías dejar que pague yo—dijo Eileen un poco avergonzada con un pedazo de banderilla; el muelle estaba un poco más concurrido que otras veces.

—Nah, nunca dejaré que pagues—movió las cejas rápidamente y Eileen no pudo evitar carcajearse—. A mi hermana también le causa risa que haga eso...—frunció el ceño a la vez que la chica tenía el rostro colorado de tanta presión que hizo al reírse—. En realidad no sé porqué les da tanta risa.

—Es que te ves adorable—respondió apretando los cachetes del chico y luego mirando dándole una mordida a su banderilla.

—Creo que todos nos vemos adorables haciendo cosas que no lo son—achicó los ojos y luego se agachó a la altura de Eileen, quien masticaba y miraba concentradamente al azul intenso que los ojos de Marshall tenían—. Por ejemplo tú te ves adorable cuando me miras a los ojos como una completa boba.

—No te miro a los ojos, Marshall—el chico miraba a los ojos de ella los cuales estaban achinados porque esta sonreía—. No verás nada en ellos porque son oscuros—enarcó las cejas e interrumpió el contacto visual al irse a botar el palillo de la banderilla—. Fue la mejor banderilla en mucho tiempo—asintió con la cabeza y luego sacudió sus manos—. ¿Qué haremos ahora?—preguntó mientras se sentaba en una banca que estaba a lado de la fuente de agua pública del muelle.

—Podemos dar una vuelta por la ciudad, ¿qué dices?—. Te gusta caminar y hablar, es buena idea—se acercó y le tendió una mano.

—Suena bien—le sonrió y tomó la mano de Marshall la cual era más grande que la de ella.

—Wow...—exclamó asombrado y luego miró las manos entrelazadas—. Tu mano es muy pequeña.

—La última vez que agarré la mano de alguien fue la de mi hermano—le dijo mientras miraba el suelo—. El día que nos escapamos del remolque de mi madre—se quedaron los dos en silencio, era una pausa que los dos disfrutaban—. Eres un buen chico, Marshall– El chico solo tenso su cuerpo y se tocó el antebrazo—. ¿Porqué siempre traes la misma chaqueta

—Eh...—se tensó que hasta Eileen lo sintió—. Bueno...—no sabía que responderle—. Hace mucho frío aquí en Manistee por eso debajo de mi chaqueta siempre uso camisetas manga largas.

—Hoy estamos a quince grados, no seas absurdo, anda dime—pararon en una acera que estaba desierta de gente—. Anda vamos, confía en mi, Marshall, dime.

–¡Está bien!—Eileen se asustó y dio un paso lejos del chico—. Perdóname...sólo que no me gusta hablar sobre eso—la chica tenía una idea de lo que podía ser y empezó a mover la cabeza de un lado a otro asustada—. Sé lo que piensas ahora mismo, Eileen—el chico estaba como un perro triste; su mirada ahora estaba vidriosa y su rostro estaba tenso y sonrojado pero no a causa de la chica que le gusta si no por un mal período de su vida.

—¿Qué es?—el chico la seguía mirando como si tuviera ganas de sollozar; la garganta era un nudo que no le permitía hablar—. Vamos, Marshall puedes confiarme lo que sea—le sonrió un poco preocupada y luego se acercó más a él.

—No creo que sea el mejor momento—el chico negó con la cabeza y esquivaba la mirada de Eileen—. No quiero que te asustes.

—No me voy a asustar, créeme.

—Está bien—suspiró y la miró débilmente—. Siempre lo uso...no porque me auto lesione—volvió a mirar al suelo—. Porque era adicto a las drogas—Eileen abrió los ojos de par en par y volvió a mirar de nuevo a Marshall pero de una forma que jamás había hecho—. Era adicto a la heroína—su voz se quebró y siguió viendo el piso—. Este chaleco y mis camisas manga larga...—exhaló—Me ayudan a esconder las marcas de las agujas—Eileen cada vez estaba más sorprendida—Ahora vete y déjame como todo el mundo lo hace—dijo volviéndola a mirar pero esta vez con los ojos llorosos—. Anda, vete...ya te asusté.

—No...—fue lo único que respondió mientras lo miraba sin poder creer la declaración de Marshall.

—¿No te vas a ir?—el chico volvió a poner sus manos en los bolsillos de su chaqueta.

—¿Por eso es escondes tus manos?—la chica tomó la mano de Marshall y pudo ver las marcas que habían en ellas.

—Creo que te amo Eileen Graham—dijo de repente m en un tono bajo y luego mirando los ojos marrones de Eileen—. ¿Escuchaste eso? Te amo demasiado—La tomó del rostro y sin dudarlo la besó.

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