five or dive.

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El closet de Marshall a diferencia del de Eileen solo consistía en camisetas de Basketball y camisas de cuadros más algunos jeans y el único par de nikes que tenía.

–¿Tienes una cita?—preguntó la hermana de Marshall, Jess. Se encontraba apoyada en el marco de la puerta.

—Jess, en realidad necesito tu ayuda y no...no es una cita.

—¿Con quién irás?—entró a la habitación y luego cerró la puerta.

—Con Eileen—le respondió mientras cruzaba los ganchos de ropa desesperadamente—. ¡No sé que ponerme!—se dejo caer en la cama.

–¿Vas con la chica a la que acosas por la ventana?

–No la acoso, Jess.

–Como sea, déjame ver en qué te puedo ayudar—comenzó a revisar toda la ropa y luego se decidió que sería mejor una camisa de cuadros, jeans, una chaqueta negra y sus típicas e infalibles nikes—. Pienso que debes ir como tú eres.

—Pues tienes razón—alzó los hombros y se quito la camiseta que tenía en esos momentos para luego lanzarla al cesto de la ropa sucia el cual estaba repleto—. Llévate mi ropa sucia por favor, Jess.

—No, Marshall—la chica salió y el rubio solo rodó los ojos. Se colocó la chaqueta y luego se miró en el espejo para echarse colonia y peinar un poco su corto cabello rubio; acomodó el cuello de su camisa y luego agarró las llaves del auto. En la sala de estar su familia tenía una algarabía, su madre cocinaba pavo en la cocina y ese olor inundaba la casa, su hermana y su hermano arreglaban la mesa y su padre estaba colocando las copas.

—¿Papá? ¿No deberías estar trabajando en las juntas?

—Hoy tu madre decidió hacer una cena.

—¿Porqué hacen una cena? Acción De Gracias ya pasó, estamos en enero—recalcó la última frase.

—Estamos celebrando que por fin conseguiste una novia—respondió su hermano, Brendon.

–Cállate Brendon, ella es mi amiga y solo me invitó a un bar, nada más.

—Lo que tu digas campeón—Marshall rodó los ojos y siguió parado en la entrada de la escalera sin entender porqué su familia hacía esto.

–Debo estar soñando— se dijo así mismo.

–¡Mamá qué es toda esta basura!—la familia entera se detuvo y solo se escuchaba la música del tocadiscos—. ¡No es mi novia! Solo somos amigos, mierda.

—¡No digas malas palabras en esta casa Marshall Andrew!—exclamó su madre desde la cocina mientras escurría los guantes de lavar los trastes.

–¡Tengo veinticuatro años y perfectamente las puedo decir!—respondió y las venas de su cuello se inflaron al mismo tiempo que sus ojos azules se tornaron oscuros.

—Ni siquiera tienes una casa propia, cállate—le dijo su hermano menor.

—Cállate solo tienes catorce—dijo Jess a su hermano quién era más alto que ella.

–¡Por Dios! Me hacen ver como un ermitaño el cual nunca ha salido de casa, como si nunca hubiera tenido una novia—contestó mientras se acercaba a la zona en la que estaba su familia.

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