12 - Sábado de eventos sociales

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Aquel sábado, Beth no se levantó hasta la hora de comer. Cuando lo hizo, el piso se encontraba totalmente desierto. Emma estaba en la pastelería e Izan en el restaurante. Había decidido tomarse el día libre, pero, según una nota colgada en la nevera, iría al servicio de la tarde y volvería "antes de las seis para ir a tiempo a la famosa barbacoa :)". Beth estuvo segura de que aquella carita sonriente al final era un elemento burlesco hacia la utilización abusiva que Daniel Ron hacía de ellas y se rio sin querer. Trató de buscar algo de comer. No había nada ya cocinado así que decidió hacer dos huevos fritos que acabaron convirtiéndose en huevos revueltos. Echaba de menos la comida de Izan. 

Dios, ¿echaba de menos algo de Izan? Debía de tener fiebre. Después de comer y comprobar que no tenía fiebre (Tª corporal = 36,3ºC), se tiró en el sofá y pasó los canales de televisión. Se paró en uno en el que estaban poniendo una película romántica. 

—Te quiero y siempre te querré —repitió Beth las palabras del protagonista en tono de burla —. Y después te dirá que ha conocido a otras personas. 

Fue entonces cuando Beth fue consciente de lo poco que había pensado en Gabi durante los últimos días. Qué extraño. 

—¡Hola! —la voz de Emma sobresaltó a Beth quien, como reacción instintiva, le bajó volumen a la televisión. Emma fue a la cocina y volvió con un bocadillo en mano acabando por sentarse junto a ella en el sofá, lanzando un largo suspiro —. Estoy cansadísima. Los sábados son lo peor. De hecho, tengo que volver a marcharme en media hora. Qué poco nos vemos últimamente, ¿no? —Beth sonrió. 

—Sí, lo cierto es que sí. 

—Pero parece que Izan y tú os lleváis mejor. Me ha contado lo de la barbacoa y la fiesta. 

—Oh, Daniel me dijo que podía llevar a "amigos", en plural, así que tú también podrías venir. 

—Esta noche me va fatal. Voy a estar tremendamente ocupada. Pero pásatelo bien con tu camarero —Emma le guiñó un ojo y le dio un bocado al bocadillo. 

—Seguro que estará ocupado siendo el anfitrión de la fiesta y todo eso... 

—¡Qué bah! Se le nota que tiene ganas de verte —Emma se acabó el bocadillo en un tiempo récord y volvió a levantarse para irse —. ¡Pasáoslo bien! ¡Y dile a Izan que si te vuelve a abandonar y acabas con otro tatuaje, le mataré dolorosa y lentamente! —gritó, ya desde la puerta. Beth se rio y contempló cómo, en la televisión, la protagonista caminaba lentamente con un ramo de flores en la mano. ¿Qué? ¿Adónde iba con eso? ¿Qué se había perdido? 

Con parsimonia, depositó las flores sobre una parcela de tierra y, cuando la cámara se elevó, incidió sobre una lápida con el nombre del protagonista. 

—Gracias por todo el amor que me diste —dijo la chica, conteniendo las lágrimas —. Tú me enseñaste que hay cosas que valen la pena y que la vida es frágil. Que en un momento, todo lo que asumes que es tuyo puede desaparecer con la rapidez con que lo conseguiste. Que los amores se disfrutan hasta que desaparecen y que, cuando desaparecen, ya sólo queda su recuerdo, bailando en el mar de los arrepentimientos. Me diste un tiempo finito de tu vida, pero los pocos años que pasé contigo, cielo, fueron mis mejores años. Es extraño pensar que algo ya no volverá a estar nunca más, que se ha alejado en un para siempre irrevocable. Aunque, sin duda, hay algo que jamás desaparecerá y es mi amor por ti.

Y, sin querer, Beth empezó a llorar. No sabía qué le pasaba. Nunca había llorado con una película, y mucho menos con una de esas cursis películas románticas que tienen finales predecibles: o son felices para siempre, o uno de los dos se muere (si se trata de una serie tipo Juego de Tronos los dos; o quizás todos los personajes). Sin embargo, Beth se encontró a sí misma pensando en la fragilidad de la vida y en lo poco que la estaba aprovechando ella. Lo más emocionante que hacía en todo el día era encerrarse en su habitación y escribir sobre vidas más emocionantes que la suya. 

El mejor amigo de mi hermana [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora