16 - Al filo de tus labios

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—¡Tengo una idea! —exclamó Laura, arrastrando las palabras. Se acercó al oído de Emma y susurró como si lo siguiente fuese un secreto —. Un plan maravilloso que hará que los dos dejen de estar juntos definitivamente. 

—¿Qué plan es ese? —gruñó Emma, arrastrando los pies hasta el salón de la casa de su amiga. 

—Vas a llamar a Tobías. 

Emma digirió las palabras de su amiga y, poco a poco, una sonrisa fue formándose en sus labios.  

—Sí... —susurró, cogiendo su teléfono. 

[...] 

Beth abrió lo ojos lentamente y frunció el ceño cuando vio un edredón que no era el suyo. A su lado, un Izan oliendo a recién duchado y sin camiseta se ponía unos tenis de espaldas a ella. Beth contempló cómo se le tensaban los músculos del costado y, curiosa, siguió con la mirada el trazado de una cicatriz que recorría su piel y que nunca antes había visto.

Izan se levantó y cogió una camiseta. Fue entonces cuando fue consciente de la mirada de Beth.

—¿Te he despertado?

—No, pero estoy confusa.

Izan sonrió.

—¿No recuerdas nuestra apasionada noche?

—¿Me has drogado?

—Puedes llamarme lo que quieras, pero yo jamás haría eso. Lo que sea que hagamos tú y yo, quiero que lo recuerdes —Izan le guiñó un ojo y Beth sintió que le ardían las mejillas. Maldita fisiología —. Ven a desayunar. Emma ha hecho tortitas.

Izan desapareció y Beth suspiró pesadamente. ¿Izan y ella acababan de dormir juntos sin haber hecho nada? ¿Qué le estaba pasando al universo? Pensaba que Izan era el que siempre estaba pensando en sexo.

Se levantó lentamente y se dirigió a la cocina de donde emanaba un olor celestial. Después de haberse alimentado el día anterior a base de huevos revueltos, decidió servirse una buena ración de tortitas.

—¿Y Emma?

—Se ha marchado hace un rato.

—¿Tú vas a trabajar?

—Ajá. ¿Qué vas a hacer tú?

—Disfrutar de mi emocionante vida.

—¿Cuándo te has comprado una vida emocionante?

—Qué gracioso.

—¿Qué piensas comer?

—No sé, me apetece algo quemado —Izan sonrió.

—Puede que no te lo haya dicho, pero los domingos los empleados pueden comer gratis en el restaurante. Julia no falta nunca. Por si quieres pasarte —le guiñó un ojo, le dio un beso en la mejilla y se despidió con un —. ¡Disfruta de tu emocionante vida!

Beth puso los ojos en blanco y decidió que ordenaría su habitación, lo cual no era realmente emocionante.

A la hora de comer, quiso aprovechar la oferta de Izan y así después podría dar un paseo por la ciudad.

E-mo-cio-nan-te.

Cuando llegó al restaurante, lo primero que vio fue el pelo violeta de Julia en una mesa de la esquina. Se acercó a ella y la saludó alegremente.

—Así que a ti también te gusta comer de gorra, ¿eh? —le dijo, haciéndole un sitio.

Lo más extraño sobre Julia era lo fácil que resultaba hablar con ella sobre cualquier cosa. De ahí que Beth acabase largándole todo lo ocurrido el sábado anterior.

El mejor amigo de mi hermana [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora