2/13 - Mi mejor amigo

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¿Se inclinaron los dos a un mismo tiempo? Es posible. Fue como aquella primera vez que se encontraron en su habitación. Los dos lo empezaron. Fue como si estuviese pactado desde mucho antes.

Y, cuando quisieron darse cuenta, se estaban besando.

Se separaron al poco tiempo y se miraron confundidos, como si acabasen de hacer algo malo sin querer.

—Eso ha sido raro —dijo ella, con una sonrisa nerviosa.

—Sí —convino él. Beth se levantó pensando que quizás debiese irse, pero él la agarró de la muñeca —. ¿Lo hacemos otra vez?

Ella le miró de reojo.

Estaban jodidos.

Vaya si lo estaban. Acababan de perder a las personas de las que pensaban estar enamorados y se sentían solos. Nadie podría rechazar una oferta como aquella.

—Vale —aceptó, acercándose esta vez ella e iniciando el beso.

Era raro porque eran los mejores amigos, no se veían de aquella manera, pero tampoco es que fuese la primera vez que lo hacían. Él pensaba que ella era la mejor besadora del universo, ella pensaba lo mismo de él. ¿Qué había de malo en besarse? Todo el mundo lo hacía y se sentía... bien.

Muy bien.

Hasta el punto en que ya no quisieron parar.

—Joder, qué bien besas —murmuró él, contra el filo de sus labios aprovechando para recuperar el aliento. Ella contuvo una sonrisa.

—Es lo más bonito que me han dicho nunca —susurró, casi riéndose, mientras le empujaba hacia atrás y se colocaba encima de él. Cómo les gustaba complicar las cosas. Pero qué poco les importaba en aquel momento. Sólo entre ellos podían dejarse llevar de verdad sin importarles nada más. Si había que arrepentirse después, se arrepentirían, pero sólo pensaban en disfrutar el momento.

Aunque no, nunca habían llegado a arrepentirse aquella noche de agosto y era muy probable que tampoco se arrepintiesen de esta noche.

—¿Te acuerdas... de aquella... vez que lo hicimos.... justo aquí? —preguntó Beth, entre beso y beso, recordando que Hugo la había llevado a su habitación aprovechando que eran las fiestas y no había nadie en su casa.

—Oh, sí, estabas desesperada.

—No estaba desesperada —replicó ella, fingiéndose ofendida.

—Oh, por favor, Hugo, quiero saber qué se siente —ella se rio y tiró de su camiseta para que volviese a besarla.

—Cállate —él sonrió contra sus labios.

—Si me lo pides así... —murmuró, realizando un ágil movimiento que hizo que ella se recostase en el colchón y ahora fuese él el que estuviese encima. Se miraron a los ojos pensando que nunca más volverían a repetir aquello, pero que ya no recordaban lo buenos que eran juntos. Podría sonar un poco narcisista, pero, ¿qué importaba? Podían ser lo que quisieran, podían comportarse como quisieran sin importarles nadie más. 

Podían completarse.

Hugo pensó qué habría hecho para merecer un reencuentro como aquel, pero no recordaba haberse portado tan bien.

Qué malditamente hermosa era y cuánto la habían hecho sufrir.

—El tío capaz de rechazarte y hacerte llorar, Betty, es un maldito gilipollas —comentó, sintiendo que necesitaba decirlo en voz alta.

Ella sonrió en parte porque estaba insultando a su propio hermano, y le observó también. Hugo siempre le había parecido un chico atractivo aunque nunca lo había pensado realmente, porque la belleza de sus acciones siempre le había parecido cien veces más atractiva.

El mejor amigo de mi hermana [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora