2/20 - La gran noticia

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Beth caminó de forma apresurada a través de las intrincadas calles de la zona vieja de la ciudad. Miró su reloj de pulsera y maldijo por lo bajo porque, como siempre, iba a llegar tarde. No tenía dinero ni para tener su propio coche, así que había tenido que coger el autobús para llegar hasta allí y no es que los horarios fuesen precisamente flexibles. Se disculpó con un turista con el que acababa de chocarse y siguió caminando, casi corriendo, pensando en lo malditamente parecidas que eran todas las calles de aquel sitio y que lo único que le faltaba era que ahora se perdiese. Su móvil empezó a vibrar en su bolsillo y lo ignoró. Sabía quién era, pero estaba ya casi en el lugar acordado. 

Se paró por un momento, admirando la adorable pastelería que estaba decorada con azules celestes y rosas pálidos. Daba una sensación hogareña. Incitaba a entrar. Tocó a la puerta y esperó. 

—¡Ya era hora! —exclamó Emma, en cuanto abrió y vio a su hermana —. Tu récord personal: cuarenta minutos tarde.

Beth esbozó una sonrisa de disculpa y compuso una expresión de inocencia esperando que no se lo tuviese muy en cuenta.

—Anda, pasa. A ver qué te parece. Los mejores pasteles ya se los han comido —comentó la mayor, haciéndose a un lado y dejando que su hermana viese el interior. En cuanto entró, vio a los demás invitados a la íntima inauguración: Izan, Celeste, Raúl, Laura y Hugo. Este último estaba bastante ocupado ingiriendo una cantidad sobrehumana de dulces. Beth sonrió y se acercó al mostrador para hacer lo propio, apartando un poco la mirada de Hugo. 

Desde que él le había dicho que la quería, habían estado un poco incómodos. O, al menos, a ella le resultaba incómodo actuar con normalidad a su alrededor. Al fin y al cabo, le había rechazado o así era como ella lo había sentido y suponía que también Hugo. Ya habían pasado tres días y la verdad es que le echaba mucho de menos. Decidió no pensar en ello y refugiarse en las azucaradas delicias que preparaba su hermana. 

Miró a su alrededor, tratando de no mirarle a él, y se sorprendió ante la preparación de todo. Teniendo en cuenta que Emma estaba arruinada y solo había trabajado como asistente, cómo era posible que se hubiese permitido un local tan bien posicionado y con tanta preparación. 

—Está genial, Em —comentó, no sabiendo si se refería a la pastelería o a lo que estaba comiendo. Lo cierto es que todo estaba genial. 

—Gracias —dijo la mayor, con una enorme sonrisa, mientras abrazaba a Raúl como si tuviese que depositar tanta felicidad en alguien que no fuese solo ella —. ¿Sabes lo mejor de todo? No es solo una pastelería. También es una escuela de repostería. 

Ahora sí que no tenía ni idea de dónde había sacado el dinero, pero, antes de que pudiese preguntar, Izan empezó a hablar. 

—Ahora que estamos todos, tenemos algo que contaros.

—¿Ya vais a divorciaros? —bromeó Hugo, entre pastel y pastel —. Vamos, hermano, solo has aguantado dos semanas. Seguro que podéis pensar en una forma de solucionarlo. Celeste, dale otra oportunidad, sé que es un idiota, pero puede mejorar. 

—Qué imbécil eres —comentó la aludida, sin poder evitar reírse —. No vamos a divorciarnos. 

—¿Entonces qué? —preguntó Emma, sin poder contener la curiosidad. Se inclinó hacia ellos con impaciencia, instándoles a hablar. Celeste les miró a todos y suspiró. Después, sonrió. 

—Estoy embarazada. 

Tras estas palabras, hubo un largo silencio en el que todos intentaron digerir aquella información. Emma pronto empezó a dar saltos de emoción, sin poder contener la alegría que la embargaba. 

El mejor amigo de mi hermana [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora