2/16 - Nada serio

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—Elisabeth, ¿podrías venir aquí un momento? —Beth se paró en su paseo de puntillas hasta su habitación. Se asomó a la cocina y frunció el ceño. Estaba cansada y lo único que le apetecía era dormir, aunque ya fuesen las diez de la mañana.

—¿Qué ocurre, mamá? —preguntó, bostezando. Su madre se cruzó de brazos y la miró con severidad.

—¿Se puede saber por qué llevas tres noches seguidas sin dormir en casa? —¿ya habían pasado tres seguidas? Normalmente, no eran tantas. La primera se había quedado dormida en la habitación de Hugo por enésima vez. La segunda se habían dormido en su lugar secreto. Y la noche anterior se habían quedado en el cementerio (que no era el lugar más apetecible del mundo), hablando toda la noche.

—He estado... con un amigo —se excusó ella, pensando que aquella respuesta sería suficiente. Pero desde luego que no lo era. Desde que le había contado a su madre que había roto con Carlos, parecía preocupada en extremo porque se juntase con malas influencias y acabase como Tobías. No podía culparla por ello. Debía de ser terrible para una madre ver a un hijo así.

—¿Qué amigo?

—Hugo —en cuanto dijo su nombre, el rostro de su madre se suavizó. Hugo siempre le había parecido "un buen chico". Ella y Vanesa eran amigas desde que eran niñas. Sus hijos siempre le habían producido simpatía.

—¿Y por qué siempre pasáis tiempo fuera? Invítale a comer o a cenar. Hace mucho tiempo que no sé nada de él.

—Vale, lo haré. Ahora voy a hibernar —informó la hija, dirigiéndose con ansia a su cama. La abrazó con cariño, cómo había echado de menos su colchón y sus sábanas con olor a lavanda.

Agarró su teléfono y escribió un mensaje antes de que se le olvidase.

"Mi madre quiere que te invite a cenar, ¿te apetece?".

Él no tardó en responder, aunque pensó que ya estaría durmiendo.

"Claro, ahí estaré ;)".

Y cuando ya se estaba quedando dormida, sus ojos se abrieron de par en par cuando un pensamiento llegó a su mente.

Parecía como si fuesen novios. No, no, no, no, no, no. Solo iba a traer un viejo amigo a casa. Eso era todo.

Lo estaba pensando demasiado. No era para tanto. Cuando acabó de convencerse a sí misma, decidió que debería dormir de una vez.

Cuando volvió a abrir los ojos, fue porque su hermana le lanzó un cojín a la cabeza.

—Bella durmiente, tu príncipe está hablando con mamá.

—¿Mi... príncipe? —murmuró Beth, confundida. En cuanto se dio cuenta de lo que significaba aquello, se despertó de inmediato y se levantó con tal rapidez que por poco no se marea. Se dispuso a bajar las escaleras, pero antes se acercó al baño y se adecentó mientras se preguntaba qué demonios estaba haciendo. Solo era Hugo. Ya la había visto en situaciones peores. Ni que aquello fuese una cita.

Al fin, bajó las escaleras y se plantó en la cocina, pero la escena que se encontró la confundió todavía más. ¿Seguiría soñando? Hugo llevaba un delantal y se reía junto a su madre por algo que ella había dicho.

—Eh, marmota —dijo, cuando fue consciente de su presencia —. Tu madre me está enseñando a hacer lasaña de verdad. ¿Quieres participar?

—¿Podré ser la primera en probar la salsa? —preguntó, cogiendo un delantal mientras su madre sonreía.

—Siempre eres la primera en probarla, cariño.

Los tres sonrieron y cocinaron juntos. Beth se sintió extrañamente bien, era muy diferente a cocinar con Izan. Era más... familiar. Como si Hugo hubiese formado parte de aquella casa desde siempre. Como si lo llevasen haciendo toda la vida.

El mejor amigo de mi hermana [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora