2/2 - Descubrimientos que queman

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Cuando llevas mucho tiempo sin ver a una persona, te imaginas cómo estará antes de que se produzca el encuentro en cuestión. Si es un antiguo interés romántico, se produce un fenómeno de tortura al que se le podría denominar como "fantasía masoquista del ex novio". Tu cabeza insiste antes de dormir o quizás cuando pasas mucho tiempo en el baño y no hay champús cerca para leer la etiqueta, en que seguramente esté espléndido. Te lo visualizas con la mejor de sus sonrisas, con las manchas doradas de sus ojos verdes brillantes de felicidad y con sus fuertes brazos rodeando al amor de su vida, que no eres tú. Y, en secreto, deseas que esté mucho peor que tú, que le vaya mal y que esté destrozado por tu pérdida, solo para acabar sintiéndote culpable. Si eres del tipo imaginativo, llegarás a crearte varios escenarios en tu mente, la mayoría de los cuales te tienen a ti como protagonista viviendo una exitosa vida que no tienes y chocándote casualmente con él para restregarle tu éxito y que se arrepienta de haberte perdido.

Cuando Beth se planteó cómo estaría Izan, no llegó a pensar que le podría ir mal. Se lo imaginó viviendo en una mansión como la de Gabi, conduciendo su deportivo con una mano y con la otra rodeando los hombros de Emma, que llevaría un par de aquellas elegantes gafas de sol que siempre se ponían las mujeres ricas en las películas.

—Hola —consiguió saludar ella, siendo consciente de que se le había secado la boca casi por completo. Creyó que llegaría allí y él la miraría con odio, con su característico orgullo siempre por delante, pero no había nada de aquello. Solo parecía cansado.

—Hola, Beth. Tienes buen aspecto. Me alegro —su voz sonaba carente de sentimientos, pero parecía sincera. Ella no supo qué decir, así que solamente miró a su hermana, quien parecía extrañamente incómoda. Entonces, Izan se dirigió a su hermano pequeño —. Bueno, ya la has visto, ¿podemos irnos ya?

Lo primero que pensó Beth fue que era extraño que Izan le estuviese "pidiendo permiso" a su hermano pequeño para irse de algún sitio. Lo segundo, y que tenía bastante más importancia, era que todo aquello en general era extraño. ¿Por qué vivía Emma en aquel tugurio? ¿Por qué quería marcharse Izan? ¿Acaso ya no era el novio de su hermana? ¿No debería habérselo mencionado antes si habían roto, teniendo en cuenta que era capaz de narrarle hasta el más nimio detalle de su rutina diaria? ¿No le pareció importante decirle que estaba arruinada y de nuevo soltera?

—Sí, sí, deberíamos irnos —coincidió Hugo, echando una ojeada a un reloj de pulsera que tenía pinta de ser muy caro —. No querrás llegar tarde al ensayo de tu propia boda.

¿De tu propia QUÉ? Beth trató de fingir que aquella noticia no le había afectado en absoluto, pero no pudo evitar dirigir una mirada significativa a su hermana, quien bajó la cabeza evitando las preguntas sin formular de la pequeña.

Beth se aclaró la garganta, pero seguía teniendo la boca tan seca que lo que consiguió fue un inoportuno ataque de tos.

—¿Estás bien? ¿Quieres agua? —preguntó Hugo, preocupado. Beth negó con la cabeza y le miró con agradecimiento.

—No, estoy bien. Es sólo que nadie me había dicho que Izan se iba a casar y me ha sorprendido porque hasta hace unos segundos pensaba que seguía saliendo con Emma.

—Tenemos que irnos —insistió Izan, ignorando el comentario de Beth. Más pareciese que estuviese intentando huir de allí que que se hallase preocupado por llegar tarde al ensayo de su boda. 

¿Con quién iría a casarse?

—Sí, sí, espero que quedemos para tomar algo muy pronto, Beth —comentó Hugo, dándole otro abrazo —. Tenemos muchas cosas que contarnos —y le guiñó un ojo. Con aquel misterioso comentario, los dos chicos desaparecieron dejando tras de sí únicamente el renqueante sonido de la antigua puerta.

El mejor amigo de mi hermana [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora