2/24 - Dolor.

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Beth se estremeció ante la fría brisa de la noche. No creía que fuese el mejor momento para aquello, pero así lo había querido su hermano. El dinero quemaba en su bolsillo. Gabriel había aceptado darle un adelanto, después de haberle explicado toda la situación. Al parecer, Tobías ya no podía escapar más de sus acreedores y Gabriel se había convertido en la única persona con la que era capaz de hablar de aquello. No le había dicho lo de aquella noche, pero le había repetido varias veces, como si fuese su padre, "si en algún momento necesitas ayuda, no dudes en llamarme", a sabiendas de que el intercambio de dinero se produciría en algún momento.

El callejón ya se le empezaba a hacer familiar, pero, esta vez, Tobías había llegado primero. Tales debían de ser sus ganas de acabar con aquello, o eso era lo que quería pensar.

—Tobi —su voz sonó extraña en el frío de la noche, dibujando una opaca nube en el aire, y Beth se encogió más dentro de su abrigo. Su hermano se giró para mirarla, casi con un espasmo, como si le hubiese asustado. Su rostro tenía una extraña expresión de desasosiego y, de inmediato, Beth tuvo un mal presentimiento. Se dijo que le daría el dinero y se marcharía. Le convencería de que se fuese consigo a casa, a donde pertenecía.

—¿Lo has traído? —fue su saludo. Le dirigió una mirada frenética de ojos brillantes. Los ojos de alguien que se ha fumado más que un cigarro. Beth dio un paso atrás en cuanto él intentó acercarse a ella. Cerca de la salida, preparada para escapar de ser necesario.

—¿Has consumido? —y sabía que era inútil preguntarle a alguien como él si lo había hecho, pero, en el fondo, esperaba que no. Que aquello no fuese solo otra decepción, que su hermano saliese de aquel disfraz y regresase para decirle que todo saldría bien.

—¿Qué? Desde luego que no. Dame el dinero —sonó casi amenazante.

—Prometiste que lo dejarías —no podía evitar sentirse traicionada porque para ella las promesas siempre habían sido lo más irrompible. Sobre todo las de Tobías. Cuando le enseñó a montar en bici y le prometió que no dejaría que se cayese. Cuando le enseñó a nadar y le prometió que no se ahogaría. Cuando jugaban al baloncesto y le prometía que no iba a dejarse perder. Y ahora prometía, con la intención de no cumplirlo y ya no podía confiar en su propio hermano.

—Beth, joder, ¡dame el dinero! —aquel grito la sobresaltó y vio otra vez al Tobías del parque, aquel al que no le importaba ser violento para conseguir lo que quería.

—No lo he traído —mintió —. Quería comprobar si estabas limpio. Lo siento.

Se dio la vuelta y se chocó con alguien. Trató de esquivarle, pero le cortó el paso. En cuanto alzó la mirada, lo primero que vio fue una repugnante sonrisa.

—¿Ya te vas? Hemos oído que traías algo para nosotros —eran dos. El segundo chico, que parecía tener su misma edad, se mantenía al margen mirándola desde detrás del más alto. Los dos parecían igual de drogados que Tobías, pero estos transmitían una sensación de peligrosidad que hizo que a Beth le recorriese un escalofrío por la espalda.

Disimuladamente, buscó su teléfono en el bolsillo de su chaqueta, tratando de marcar cualquier número al azar, pero la mano férrea del que estaba frente a ella se aferró a su muñeca.

—Eh, más vale que no hagas ninguna tontería —avisó, haciendo que Beth quisiese salir corriendo. No parecía una posibilidad, teniendo en cuenta que eran dos contra una y uno de ellos la tenía firmemente cogida del brazo.

—Suéltame —se atrevió a decir, con más seguridad de la que sentía. Solo sirvió para que el chico se riese todavía más.

—De armas tomar —murmuró, metiendo la mano de forma brusca en el bolsillo de su chaqueta y cogiendo el sobre con el dinero. Lo abrió y lo contó, para acabar sonriendo —. Así me gusta. Pero ha tardado bastante en pagarnos, ¿crees que podrías compensarnos, bonita? —aquella sonrisa de serpiente le dio asco.

El mejor amigo de mi hermana [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora