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El curso avanzaba muy rápido. Los rumores de la cámara de los secretos se confirmaron. Colin Creevey había sido petrificado por el basilisco que habitaba la cámara.

— Tengo miedo, Draco —le confesé mientras caminábamos por los jardines de la escuela.

— ¿Por qué? No tienes nada que temer —le dió un leve apretón a mi mano.

— Bueno... No soy una sangre limpia, y ya oíste lo que dijo McGonagall —me dió un escalofrío.

— No va a pasarte nada, Danae, Slytherin sólo repudiaba a los sangre sucia. —Lo miré mal—. Perdón, a los nacidos de muggles. Tú eres mestiza, tu padre era mago, así que tienes sangre mágica. No tienes nada que temer —sonrió levemente. La profesora McGonagall llegó acelerada a donde estábamos acompañada por Ron y Harry.

— Señorita Hudson, acompáñenos por favor —Fruncí el ceño. Ella miró a Draco—. No podemos hablar de esto aquí, ven con nosotros.

— Está bien. Luego nos vemos, Draco —Me despedí de él un poco avergonzada al tener la mirada de la profesora y de los que eran mis amigos en nosotros. Caminé hasta llegar al lado de Ron.

— Adiós —Oí decir a Draco y escuché sus pasos alejándose.

— ¿Dónde vamos, profesora McGonagall? ¿Y Hermione? —Me temía lo peor.

— A la enfermería. Es precisamente sobre la señorita Granger lo que os quiero mostrar. —Llegamos a la puerta de la enfermería—. Os advierto que lo que vais a ver a continuación puede llegar a ser traumático.

Entramos y mis suposiciones eran ciertas. Hermione Granger estaba petrificada. No pude evitar llevarme las manos a la boca y soltar un grito de asombro. Las lágrimas empezaron a salir de mis ojos. Hermione era la única de mi casa que no me ha dado la espalda por ser amiga de Draco Malfoy.

— Llevaba esto en la mano —la profesora nos mostró un espejo. Nos miraba con lástima.

— Va... Va a volver, ¿verdad? —Me temblaban las manos.

— La profesora Sprout está haciendo todo lo posible por que las mandrágoras maduren lo más rápido que puedan. La señorita Granger volverá a su estado natural dentro de poco.

No pude evitar soltar un sollozo. Noté unos brazos a mi alrededor y me sorprendí. Harry y Ron me estaban abrazando.

— Chicos... —susurré y los abracé, soltando otro sollozo.

— Perdónanos, Danae, hemos sido unos idiotas —dijo Harry, me separé de ellos.

— Pues sí, lo habéis sido. No sabéis lo mal que me habéis hecho sentir —me sequé las lágrimas. Volvieron a abrazarme.

– Hermione querría que estuviésemos los tres juntos... –dijo Ron.

[...]

— ¿Que han petrificado a Granger? —preguntó Malfoy, asombrado— Bueno, era de esperar.

Bostecé, y me acurruqué en el tronco del árbol.

— ¿Tienes sueño? —frunció el ceño. Yo asentí.

— No he dormido nada esta noche. Me cuesta dormir sin Hermione en la cama de al lado y no puedo evitar pensar que puede que algún día me toque a mí.

— Bueno... Podrías dormir conmigo —sonrió de lado. Yo le di un golpe suave en el hombro—. No, enserio, puedes dormir ahora, quedan dos horas para la cena y yo estaré aquí para despertarte. Vamos.

Me lo pensé. Tenía razón. Podría dormir un par de horas y después ir a cenar.

— Está bien. Gracias, Draco —le di otro beso en la mejilla y acomodé mi cabeza en sus piernas. Él empezo a acariciar mi pelo y sonreí. Mis ojos cada vez pesaban más hasta que me dormí por completo.

— Eh... Despierta, dormilona —escuché decir a Draco y abrí los ojos lentamente.

— Gracias otra vez, Draco, por quedarte conmigo —sonreí.— ¿Qué has estado haciendo?

— Bueno, a los pocos minutos de dormirte me entró el sueño, así que me dormí yo también. Luego llegaron san Potter y la comadreja, me despertaron y me dijeron que te cuidara o que me las vería con ellos. –Rió despectivamente.– Me espabilé un poco y te desperté. Faltan pocos minutos para la cena, ¿nos vamos? —se levantó y me tendió la mano. La tomé y me ayudó a levantarme.

— ¿Vamos a entrar juntos? —pregunté confundida al ver que habíamos entrado al castillo.

— Claro, ¿por qué no? —se encogió de hombros.

Entramos en el Gran Comedor y todos se nos quedaron mirando. Vi a Pansy Parkinson y a Astoria Greengrass acercándose a nosotros.

— Hola Draqui, ¿vienes con nosotras? —dijo Astoria con su voz chillona mirándome con asco.

— Primero voy a acompañar a Danae a su mesa —me agarró la mano para guiarme y yo no sabía cómo reaccionar. Llegamos a la mesa de Gryffindor y todos nos miraron.— Hola, Potter. Hola, Weasley. Aquí os la dejo, sana y salva. —sonrió arrogante. Rodé los ojos.— Hasta mañana, Danae. Te espero a las 8 en punto en el retrato para ir a la clase de Pociones. —me dio un apretón en la mano y se fue. Suspiré y me senté en la mesa.

— ¡Ay, esa mirada! —exclamó Fred Weasley, que estaba sentado dos asientos lejos del mío. Lo miré con el ceño fruncido— A ti te gusta Malfoy.

— ¿Qué? —bufé, Harry me miraba intrigado.— Es mi amigo, o eso creo.

— Venga ya, Danae. Eso no hay quien se lo crea. Además, a Malfoy también le gustas tú —contestó George, y yo negué con la cabeza.

— Que aproveche, chicos —dije rodando los ojos y metiéndome un pezado de entrecot en la boca. Ha sido un día ajetreado.

salvándote, draco malfoy;Donde viven las historias. Descúbrelo ahora