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Umbridge nos había castigado a todos los integrantes del Ejército de Dumbledore escribiendo frases en el Gran Comedor con su pluma torturadora. Harry me miraba de vez en cuando, tranquilizándome. Sentía que en cualquier momento le lanzaría un Crucio a la cara de sapo. La mano me brotaba de sangre, la mesa estaba empapada y goteaba al suelo.

La estúpida estaba en su estúpido trono mirándonos a todos tomando su estúpida taza de té. Cada vez tenía más ganas de envenenarla. No me sentía la mano izquierda.

- Ya podéis iros. -Nos dijo después de un rato. Intenté levantarme pero no podía. Harry lo notó y se acercó a mí rápidamente Cogió mi mochila y me ayudó a salir del Gran Comedor. Draco me esperaba fuera. Puso una expresión de pánico al ver mi estado.

- ¿Qué le ha pasado? -Le preguntó a Harry dando zancadas hacia mí.

- Las torturas de Umbridge... -Le espetó este.- Ya ha tenido demasiadas.

Draco me miraba la mano. Las gotas de sangre caían al suelo. Harry se fue a la sala común con mi mochila. Cada vez tenía la vista más nublada y tenía un molesto pitido en el oído.

- Draco... -Susurré.- Me voy a desmayar. -Dije antes de perder las fuerzas. Lo vi todo negro.


[...]


Desperté y vi unos hermosos ojos grises como la plata. Sonreí.

- No me importaría desmayarme todos los días si esto es lo que voy a ver al abrir los ojos... -Bromeé con voz débil. Ya no sentía dolor en la mano. Draco rodó los ojos y sonrió de lado. Me estaba limpiando los restos de sangre con un poco de papel húmedo.

- He intentado curártela un poco con magia. Creo que he conseguido hacer que te deje de doler. -Me dijo. Yo sonreí.

- Sí. Muchas gracias. Eres muy listo. -Me incorporé un poco y le besé la mejilla.

- ¿Cómo te ha hecho eso? -Preguntó mirándome la mano.

- Tiene... una pluma. Que en lugar de tinta, escribe con tu sangre.

- ¿Cuántas veces te ha castigado así?

- Diez, creo, o más. -Susurré. Umbridge la tenía tomada conmigo y mis amigos.

- Danae... Creo que... No deberías incumplir más reglas, ¿sabes?

- ¿Qué quieres decir? -Lo miré asombrada.

- Quiero decir... No quiero que tengas que volver a pasar por eso, ya sabes. Así que podría hablar con Umbridge diciéndole que tengo que... Darte clases particulares... Para que nos deje estar juntos.

- ¿De verdad vas a someterte a lo que diga esa vieja gárgola? -Chillé. Él bajó la cabeza.- Oh. Vale. Bien. Muy bien. ¡Perfecto!

- Tranquilízate, por favor... -Me agarró de las manos y las puso en su pecho. Yo las aparté.

- Estoy muy tranquila, Draco. Hasta pronto. Nos veremos el año que viene, cuando cambien de profesor... -Sonreí falsamente y me di la vuelta. Él volvió a agarrarme de la mano.

- No seas así, Danae. Dame un beso.

- Ten cuidado, Draco, que puede estar santa Umbridge por aquí cerca. ¡No vaya a ser que te castigue!

- ¿¡No te das cuenta de que lo hago por ti!? -Me gritó. Yo retrocedí.- Cuando te desmayaste... Joder, Danae. Me has salvado tantas veces que sólo pensar que yo no puedo hacerlo ahora... No me perdonaría que te pasara algo así otra vez, ¿sabes?

- Ya te he dicho que te daría mi vida por ti, Draco.

- Y yo te he dicho que si das la vida por mí, voy yo detrás.

- Intentaremos que Umbridge no nos vea juntos. -Suspiré. Esa arpía me va a amargar la vida.


[...]

Los cuatro amigos nos encontrábamos paseando por el castillo. Harry estaba muy deprimido al no poder seguir enseñándonos en las reuniones.

- Has hecho lo que has podido, tío. Nadie podría ganar a esa vieja. -Intentó animar Ron a Harry.

- Ni siquiera Dumbledore lo vio venir... -Dije yo.

- Harry, si alguien tiene la culpa somos nosotros. -Le dijo Hermione.

- Sí, nosotros te convencimos para hacer esto. -Le dio la razón Ron.

- Sí, pero yo accedí. Me he esforzado tanto y lo único que he conseguido es empeorar las cosas. Pero bueno, ya no importa, porque ya no quiero luchar más. Eso solo te lleva a preocuparte y cuanto más te preocupas más tienes que perder. -Dijo Harry, mirando por la ventana del puente.- Tal vez sea mejor...

- ¿Qué? -Lo invité a seguir.

- Continuar solo.

Oímos que nos llamaban desde el otro lado del puente. Hagrid estaba ahí. Fuimos con él, nos llevó al Bosque Prohibido diciendo que tenía que enseñarnos algo.

- ¿Alguna idea de dónde nos lleva? -Me preguntó Ron. Yo negué.

- ¡Hagrid! ¿Por qué no puedes decírnoslo? -Le pregunté al semigigante. De repente, los centauros pasaron a toda prisa por delante de nosotros.

- Nunca he visto a los centauros tan agitados... -Dijo Hagrid.- Son ahora más peligrosos que nunca.

- Hagrid, ¿qué está ocurriendo? -Preguntó Hermione.

- Siento ser tan enigmático, chicos. No os habría molestado nunca con esto, pero... Con Dumbledore ausente, me pueden despedir cualquier día de estos. -El guardabosques estaba sollozando- Y no podía irme sin hablarle a alguien de él.

Nos llevó hasta lo que menos me esperaba. Un gigante con cara de niño pequeño estaba frente a nosotros. Era diez veces la estatura de Hagrid.

- ¡Grawpy! -Lo llamaba Hagrid. Ron estaba más pálido que de costumbre.- ¡Aquí abajo, grandullón!

Nos vio y se acercó a nosotros, casi aplastándonos con sus enormes manos. Nos tuvimos que tirar al suelo.

- Grawpy... Te traigo compañía. -Le regañó Hagrid.- No podía dejarle sin más porque... porque es mi hermano -Nos dijo entre lágrimas.- Bueno, medio hermano, en realidad. Es completamente inofensivo. Un poco fogoso... Nada más.

- Cuidaremos de él, Hagrid. -Le aseguré al semigigante con una sonrisa.

[...]

Los TIMOs llegaron. Todos los alumnos de quinto curso estábamos en el Gran Comedor, que en lugar de las cuatro mesas largas que hay usualmente, había muchísimas mesas individuales. Yo escribía todo lo que sabía. De pronto, se oyó un golpe fuera del lugar. Todos nos giramos a ver qué pasaba. Draco me miró con el ceño fruncido. Umbridge atravesó la estancia a paso rápido y abrió el portón.

Una chispa de luz entró y salieron de ellas fuegos artificiales. Automáticamente pensé en los gemelos. Como si hubieran leído mis pensamientos, ambos pelirrojos entraron a toda velocidad en sus escobas, gritando y riendo. Los pergaminos de los exámenes volaron por toda la sala. Más fuegos artificiales salían sin cesar. Umbridge estaba presa del pánico.

- ¿Listo? -Le gritó Fred a su hermano.

- ¡Cuando tú digas! -le contestó George. Entonces éste lanzó un artefacto que se convirtió en un enorme dragón hecho de fuegos artificiales que perseguía a la profesora Umbridge. Explotó y todos los anuncios de las normas y decretos que la cara de sapo había puesto cayeron al suelo, rompiéndose en mil pedazos. Después de aquello, los gemelos se marcharon de Hogwarts, dejando huella en la historia de esta gran escuela.

salvándote, draco malfoy;Donde viven las historias. Descúbrelo ahora