La cabaña

3K 135 6
                                    

No puedo describir con palabras la sensación que sentí en mi cuerpo al verlo dirigirse hacia nosotros. Desvié mi mirada rápidamente justo antes de que el se diera cuenta y la centré en Sally, que me estaba mirando de una manera pensativa.

—¿Que tal tío? —escuché decirle a Mike.

Sally y yo nos miramos atónitas ante la repentina relación de amistad entre ellos. Mike era un chico muy simpático y nunca le hablaría mal a nadie, era extraño que se relacionase con chicos como Liam. Incluso se dieron un abrazo y mantuvieron unas largas charlas de amigos, acompañadas de risas.

Sin esperarlo, se acerca a mí y me regala una sonrisa. Es ahí cuando descubro que tiene una sonrisa casi perfecta.

—Hola, Jess —dijo con una intención divertida.

¿Como es que Liam sabía mi nombre? Ni si quiera nos presentamos. ¿Será que habrá preguntado por mi? —deja de pensar tanto—me dije a mi misma.

—Hola Liam —digo siguiéndole el chiste.

Entonces se aleja para encontrarse con Rebeca.

Los observo cogidos de la mano mientras maldigo en mi interior. Sally me analiza con atención y tengo la sensación de que ya no puedo disimular más, pero ella no habla de ello porque sabe que no quiero y se lo agradezco mucho.

Tras varios bailes y una vez que me sentí borracha decidí parar de beber porque mi mierda de vida no se iba a arreglar bebiendo.

Cuando me dirigía ir al baño, vi a Liam besándose con Rebeca. Me volví loca, no sabia que hacer porque no era totalmente consciente de lo que hacía y la opción más rápida fue besarme con Max, un chico que quería estar conmigo desde hace mucho tiempo y yo no le di la oportunidad. Cuando me doy cuenta de lo que estoy haciendo, paré de repente y Max insistió en seguir besándome. Le dije una y otra vez que no quería pero no me escuchó. Me sentía muy mal y no podía más, Max tenía más fuerza que yo.

Entonces, Liam le apartó de mi.

—Déjala en paz, no te enteras que no quiere idiota - le dijo desafiante a Max.

—Apártate —dijo Max acompañado de un golpe.

Este último era mucho más fuerte que Max y la paliza fue de mal en peor. Toda la playa estaba haciendo un círculo mientras los dos se pegaban por mi culpa. A pesar de mis llantos y de mi frustración, no me escuchaban. Mi salvación fue cuando Mike apareció y se llevó a Liam para que la pelea no llegara a más.

Tanto Liam como Max tenían los labios rotos y la cara bañada en sangre. Rebeca me lanzó una mirada asesina cuando vio la escena y la cara de su nuevo novio. —nada podía salir peor—me dije.

La fiesta en la playa estaba siendo una mierda. Liam estaba herido y era el único que me importaba de los dos. Sé que lo hice mal porque no tenía que haber jugado con los sentimientos de una persona solo porque no aguante mis celos de niñata.

Corro en busca de Liam y tengo suerte de encontrarlo solo. Estaba apoyado en una pared y no tenía muy buen aspecto. Seguía sangrando y no aguantaba verlo así, todo eso era por mi culpa, por ser idiota.

—¿Estas bien? —pregunté sonando demasiado preocupada.

—Podría estar mejor —bromeó.

El hecho de que Liam me hubiese protegido me alaga, aunque no me hubiera gustado que se formara una pelea.

—¿Quieres que vayamos a curarte eso?- pregunté sin saber muy bien que decía.

—Jake y Rebeca han ido a por hielos pero en realidad me vendría bien evadirme de todo el follón que se ha liado —dijo para mi sorpresa.

Llegamos a la cabaña más alejada que había en la playa y me impactó el interior. Era como una habitación corriente de tamaño, con un sofá largo y una pequeña cocina. Además tenía aire acondicionado, cosa que no me esperaba. Rápidamente lo encendí y me dirigí al sofá, donde se encontraba Liam. Justo cuando iba a conversar con el vi un botiquín en la pared y me levanté de un salto.

—Hay un botiquín, mira —dije orgullosa.

—Adelante—dijo serio. El tono por el que optó con esas palabras me extrañó, pero no le di demasiada importancia. Cogí un algodón con agua oxigenada y me puse a curarle las heridas.

—¿Sabias que eres más simpática cuando estás borracha? —me dijo con tono burlón.

En ese momento me tiré en el sofá y lo miré fijamente.

—Y tú eres un capullo, sobrio y ebrio—dije riéndome.

—¿Por qué?—dijo.

—¿Como sabes mi nombre? —dije para evitar su pregunta.

—Pregunté por ahí —dijo pensativo.

—¿Cómo sabes tú el mío?—preguntó.

—Pregunté por ahí—dije riéndome. Me sentía muy cómoda, y quizás demasiado. Me acerqué a el más de lo que nunca lo habría hecho sobria y le dije lentamente: ¿Qué ves en Rebeca?

El se limitó a sonreírme, esta vez con más ternura.

—Un polvo—dijo sonriendo aún más. —Y te lo digo porque estás borracha—rió.

Comencé a reír y sentí que su respuesta me relajó. Me levanté sin saber muy bien a donde iba y me agaché delante de su cuerpo que se encontraba sentado en el sofá.

—¿Que haces? —dijo sin dejar de sonreír.

—Voy a limpiarte las heridas ¿no? —sonreí esta vez yo. —¿Qué te pensabas?- dije y reímos juntos.

Sus ojos claros me encerraban en un laberinto en el que iba a ser difícil escapar. Sus labios me llamaban a gritos y cada vez se me hacía más difícil mantener las distancias.

—¿Dime, donde está Rebeca ahora?—dije muy cerca de sus labios.

—No está —dijo sonriendo mientras se acercaba a mi boca justo cuando alguien tocó a la puerta.

Frágiles ©| COMPLETADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora