Rey de los espejismos

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Un susurro llamo la atención de Stiles en medio de la oscuridad. Una voz familiar pero lejana. Apesar de que ladeó repetidamente la cabeza, no logró ver a alguién.

Y llego a oler algo que lo deprimió: tierra mojada.

Nunca le había agradado el olor que dejaba la lluvia una vez terminaba. Solía llover en los días tristes.

En su cabeza surgieron imágenes que trató de evitar durante muchos años: el hospital de Beacon Hills.

-Quiero que... No, quizá sería más apropiado decir que necesito que sepas algo: Papá y yo, te amamos más de lo que alguna vez podrás imaginarte. Y sin importar dónde estemos... O donde no estemos, nunca vas a estar sólo, hijo- susurró una voz femenina.

Aquella no era sino la voz de su madre, durante su último momento de cordura. De repente la escena cambió. Ahora Stiles de diez años estaba llorando mientras el cuerpo de Claudia Stilinski estaba en el suelo con los ojos bien abiertos, pero sin vida. Su padre entró alarmado a la habitación y casi se desmayó cuando vio el cadáver su esposa.
Le dirigió la mirada más triste a su hijo. Se agacho y abrazó fuertemente y entre lágrimas el cuerpo de Claudia. Un trueno acompañó el ambiente; y como era de suponer: llovió.

Stiles despertó con las sábanas apretadas entre sus largos dedos y su almohada húmeda de las lágrimas que había soltado mientras dormía.

Era de noche. Se levantó de su cama para no dormir en un rato, quería olvidar primero aquel sueño antes de volver a la cama.

Estuvo un buen rato contemplando su habitación. Los viejos pósters de bandas musicales y pegatinas se habían hido, siendo sustituidos por anuncios policíacos que lograba robarle a su padre, datos del mundo sobrenatural que había considerado importantes recordar, entre otras cosas. Había crecido en muy poco tiempo.

Pero también había un gran desorden. Parecía que un huracán de nivel cinco había pasado por su habitación.

Organizó su escritorio, y tiro muchos papeles que ya no le parecían servir. Y cuando observó su armario se sintió abrumado. No había limpiado ese lugar en un largo tiempo. Las telarañas y el abundante polvo lo delataban.

Había toda clase de cosas que Stiles nisiquiera recordaba haber tenido: un viejo videojugo rotó, un reloj electrónico del hombre araña que ya no marcaba la hora, una rueda de apoyo para bicicleta.
Incluso encontró el cadáver de una araña sobre una polvorienta caja de cartón.

-Asqueroso- dijo asqueado.

Estuvo apunto de abrir la caja, pero escuchó un ruido proveniente de la planta baja. No sabía que hora era, pero no le parecía tan tarde como para que su padre ya estuviera en casa. Tomó su bate de béisbol y se dirigió sigilosamente a la sala. Su corazón se agitaba con cada paso que daba. El corredor parecía más largo de lo usual.

Cuando se asomó por las escaleras, logró ver una figura de pie en la sala. Por poco y se lanza desde las escaleras, pero al darse cuenta de quien era, se detuvo.

-Veo que despertaste- dijo su padre- espero no haberte despertado, parecía que estabas durmiendo...- Stiles no le dejó terminar.

-No, no, sólo fui al baño- dijo apresuradamente mientras ponía el bate en el suelo- pero escuché un ruido.

Stiles volteó para ver que tan tarde era en el reloj de la sala. Pero su vista seguía un poco nublada y no logró ver nada.

-¿Tienes hambre?- preguntó Noah Stilinski al tiempo que alzaba unas bolsas con un logo de hamburguesa.

El estómago de Stiles rugió en alto delatandolo. Su padre sonrió con malicia al darse cuenta de eso.

-Tienes suerte- dijo el chico tomando una de las bolsas.

Todo mi amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora