Perpetua complejidad

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La vida de Lydia Martin siempre había sido...complicada.

Sus padres peleaban constantemente, y ella se refugiaba en la biblioteca o en casa de su abuela. Los niños la llamaban "greñas de zanahoria" hasta hacerla llorar. Siempre sintió que era una farsante.

Fingía que no le importaba que sus padres se gritaran aún con ella presente. Fingía que no era buena en la escuela. Fingía que no le importaba estar sola. Una farsante.

No estaba orgullosa de esa etapa de su vida. De facto, si alguien le preguntase por aquello, negaría tercamente tales eventos. Aquello jamás había pasado. Pero había sucedido.

Había días en los que estaba preocupantemente triste; otros en los que estaba tan enojada que pateaba todo lo que se cruzara en su camino. Aún recordaba cuando, en segundo grado, le rompió la nariz al chico que la bautizó como "greñas de zanahoria".

Lydia creía que había golpeado demasiado fuerte a Jackson aquel día, porque terminaron siendo novios años después y no daba indicios de recordar el incidente. Y si lo recordaba, jamás habló de ello.

Cuando le preguntaban acerca de cómo lo había conocido simplemente contestaba:

-Es complicado.

"Complicado" era la constante en la ecuación de su vida. Y con los años las cosas se hacían más y más enmarañadas.

En la susodicha relación había tenido que mantener oculta su inteligencia, su personalidad, todo lo que la hacía ella por su estatus. Había sido mordida por un hombre lobo, Peter Hale. Al cuál también había besado.

"Asco" pensaba ella cada vez que recordaba eso.

Termino por descubrir que no era sino una banshee. Que su mejor amiga era una cazadora, Jackson se transformo en un lagarto y luego en un hombre lobo; para días después partir a Londres.

Y ahora, estaba saliendo con otro hombre lobo, que había estado aliado al tipo que quería matar a sus amigos. Su mejor amiga parecía un zombie...

En resumen, una vida llena de líos.

Últimamente pasaba mucho tiempo recordando su pasado. No era nostalgia. No añoraba aquellos tiempos. La sola posibilidad de que su pasado volviese la aterraba de hito a hito. Quizá "acechando" sería la palabra más adecuada.

"Mi pasado me acecha".

Lydia salió de francés y fue a su casillero. Asistir a esa clase le resultaba un insulto a su inteligencia. Lo dominaba perfectamente, incluso tenía el acento. Había convencido al subdirector de que le aplicase un examen de proporciones bíblicas para demostrarlo. Pero eso era dentro de dos días.

Vacío su bolso en el casillero. Puso primero una pequeña agenda, luego un libro que estaba leyendo por placer, y cuando estaba por poner su estuche de lápices, el libro cayó y por poco toca el suelo. De no ser por una mano que lo detuvo.

-Hola- saludó Aiden con aquella sonrisa capaz de iniciar una catástrofe, una epidemia, y en contadas ocasiones, un acto de buena fe.

Aiden no era una mala persona. Sólo era un chico problemático.

Lydia le devolvió la sonrisa involuntariamente. No es que su presencia le molestase. Simplemente no tenía ganas de sonreír. Pero aquel chico siempre le hacía sonreír.

-Hola- repitió ella y luego sus labios hicieron contacto suavemente.

-¿Todo bien?- le preguntó Aiden.

-Sí, sólo estoy....

¿Cómo se sentía Lydia? ¿exhausta, frustrada, impotente? Había tantas palabras a su alcance y ninguna expresaba enteramente como se sentía.

Todo mi amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora