Capítulo 8

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Todo iba bien en la semana hasta que llegó el miércoles. De alguna manera Michael había logrado ver a Milly el martes en la noche sin derrumbarse. Pero hoy en la mañana, ya no es el mismo muchacho sonriente y despreocupado que le importaba poco las reglas de la escuela. No se ha bañado, aún tiene el pantalón de la pijama y su cabello es un completo desastre. Se ve tembloroso y de mal humor. De alguna manera en esas pocas horas, su condición de abstinencia ha empeorado. 

—¿Qué diablos te pasa? —oigo que le pregunta Steve. 

—Que diablos te importa —responde mientras sus manos toman su cabeza como si necesitara sostenerla. 

—Estás llamando la atención y sabes que una anotación más en tu hoja de vida y no te permitirán continuar aquí. 

—¿Acaso es un delito estar poco arreglado? Hoy no tenía ganas de asistir siquiera. Deberían agradecerme que aparezca aquí.  

—¿Agradecerle? —dice una voz desde su espalda. Al darse vuelta, ve a la directora —. Señor Rivera, acompáñeme por favor.  —Ella se da la vuelta y Michael la sigue cabizbajo.

El día simplemente empeora.   

—Antonia —me llama Elena desde el otro lado del pasillo. 

—Hola Elena.

—¿Qué le pasa a Mike? Nunca lo había visto tan mal. Tiene ojeras, vomitó en el césped de la entrada y juro que estaba teniendo una alucinación porque pasé por su lado y se veía ido. 

—¡Vaya! Esto es peor de lo que imaginaba. 

—¿Qué quieres decir? ¿Acaso está consumiendo algo nuevo? ¿Algo más fuerte?

—No, es todo lo contrario. Lo está dejando. Debe llevar cinco días sin consumir. Habría pensado que esos síntomas demorarían más en aparecer.  

—¿Lo está dejando? ¿Quien lo convenció? —pregunta curiosa.

—¿Quien crees?

—¡Ohh! —Su boca forma una O —. Milly.

—Sí. Tengo que admitir que esa chica es difícil de tratar. Clasifica las drogas como malas y punto. Así que Michael le prometió que lo dejaría. Pudo haber empezado bajando las cantidades, pero ¿dejarlo? No sé, no creo que lo logre. La heroína no es algo fácil de dejar. 

—Oye... Si Mike quiere dejar las drogas deberías alegrarte por él.  Además tu no consumes, no entiendo tu enojo. 

—Mi enojo no es por las drogas, es porque quiere cambiar por ella. No por él, ni por mi... por ella.

Elena achica los ojos con sospecha y toma mi mano. 

—No sabía que lo amabas. 

—¿Qué? No lo amo. Es mi mejor amigo y lo quiero de la manera que es. No quiero que cualquier zorra venga a cambiarlo.

—Para mi intenta ayudarlo.

—¿Por qué la defiendes? Pensé que Michael te gustaba. 

Da dos pasos atrás como si la hubiera sorprendido en algo ilícito.  

—Es atractivo, me gusta verlo caminar y cuando tiene poca ropa en la clase de natación o cosas así, pero no podría pensar en algo con él por sus hábitos dañinos. Yo quiero estudiar e irme de este pueblo. Y alguien como él, sería un ancla. 

—¿Cómo te atreves a decir eso?—Me doy cuenta que empiezo a temblar y empuño mis manos. 

—Entiendo si tu no lo quieres ver así. Sé que no piensas ir a la universidad, ni hacer una carrera. Seguramente te quedarás con él siempre. Siendo su nana. Pero eso es algo que yo no haré, lo siento. 

—Vete de aquí antes que te quite cada cabello —digo furiosa. 

—Tenemos la misma clase, así que te tocará controlarte. 

¿Controlarme? Esa palabra no está en mi diccionario. 

Arremeto contra Elena con fuerza desmedida, tomando su larga melena castaña y llevándola hacia el suelo. Ella grita de dolor. Los demás estudiantes corren a nuestro encuentro haciendo un circulo y animando la pelea. Un mechón de su cabello cede cuando la arrastro, así que su cabeza se azota con el duro pavimento de nuevo. Me subo sobre ella, y la golpeo dos veces en su rostro. Lo siguiente que siento es que me levantan y tiran de mi para que la deje. Steve toma mis manos y me abraza dejándome sin salida.

—¡Suéltame! Esa estúpida tiene que pagar por lo que ha dicho. 

—No te voy a soltar Tonia. Deja a Elena en paz. —Su voz es autoritaria y me sacude para que deje de moverme. 

Otros chicos llegan a auxiliar a Elena, quien está sangrando por la nariz. La cargan y se la llevan a enfermería. 

—¿Qué está pasando aquí? —aparece un profesor. Los demás espectadores desaparecen en un segundo —. Señorita Nieto, venga conmigo. 

Steve me suelta. Lo enfrento con cara de pocos amigos e ignoro el llamado del profesor. Sigo hacia mi siguiente clase. Sé que esto lo voy a pagar, pero es algo que ahora mismo no me importa.     

Mala compañíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora