Juego con mis dedos mientras espero en la sala del hospital. El ambiente es triste y el aire es pesado. No me gustan los hospitales y menos ser la persona que espera a que le traigan noticias. Pero no pude evitar ayudar a Michael cuando se presentó en mi puerta a punto de colapsar. No estoy segura si estaba ebrio o drogado o ambas, pero se desmayó y sus iris se ocultaron.
Maira me ayudó a parar un taxi y meter el cuerpo inconsciente de nuestro amigo. El taxista casi nos hace bajar al pensar que estaba muerto, pero luego de un gran soborno, cerró la boca y aceleró a fondo.
Había llamado a sus padres, pero media hora después, quienes llegaron fueron sus hermanas. Ambas enojadas por la situación. Me preguntaban cada cinco minutos si ya iban a dar noticias o si se podían ir. Al final ya no contestaba, era inútil.
Maira no se había podido quedar. Era tarde y tenía que ser niñera de su hermano. Se despidió dejándome con ese par de arpías.
—Te das cuenta que el idiota ese siempre arruina nuestros planes —le dice la gemela malvada a la gemela zorra.
—Ni lo digas, mi novio estaba esperándome en el bar y tuve que cancelar. No puedo creer que mamá tenga que trabajar hoy.
—Si no lo mata la sobredosis, lo matamos nosotras —dice una de ellas divertida.
—Te apoyo.
Y así, siguieron diciendo babosadas por un rato hasta que el buen doctor sale por la puerta y llama a los familiares de Michael Rivera. Me levanto como un rayo en su búsqueda, lo que no hacen sus hermanas, ellas se demoran su tiempo, se acomodan el peinado y le sonríen de forma coqueta al doctor.
—¿Es usted familiar de Michael Rivera?
—No, soy su mejor amiga. Quien lo trajo al hospital.
—Lo lamento, señorita. Sólo puedo informar la condición del señor Rivera a familiares.
—¡Nosotras! —dice la gemela zorra —. Nosotras somos su hermanas. —Usa un tono provocador que el médico ignora.
—Vengan conmigo —les dice el doctor y entran por la puerta.
Genial, esperar a que esas brujas vuelvan y me cuenten lo que pasa.
Pasan casi veinte minutos antes que vuelvan a aparecer con una sonrisa socarrona en sus rostros. Se sientan a mi lado pero no dicen nada.
—¿Cómo está? —pregunto con urgencia.
—Ha despertado. Está bien.
—¿Sólo eso? Pasaron allá veinte minutos.
—Nos dejó verlo. Está bastante deprimido porque le han puesto citas con el psiquiatra.
—¿Psiquiatra? —pregunto con asombro.
—Sí, debe asistir para determinar que le sucede. De ese hombre depende si sólo necesita apoyo psicológico o debe ir a rehabilitación. Aún es menor de edad, así que necesitan a nuestros padres. Ya los llamamos, deben estar aquí pronto.
Eso me cae como un balde de agua fría. Michael está en una posición difícil, puede irse a otro lugar por sus adicciones. ¡Maldita sea! Él lo quería dejar y yo no le ayudé. Ahora pueden llevárselo y dejaré de verlo.
Me levanto y voy hacia la enfermera que está sentada frente al computador. Ella me mira con diversión o casi como si le recordara a alguien.
—¿En que le puedo colaborar?
—Quisiera ver a un paciente, me dijeron que ya despertó.
—Ohh —dice mirando la pantalla —. No creo que sea posible, el horario de visita termina en diez minutos.
—Yo lo traje, estaba inconsciente... por favor. Necesito saber que está bien.
Ella sopesa mis razones un momento y asiente.
—¿Nombre?
—Michael Rivera.
—Si, el señor Rivera. Puede pasar. Tenga —me pasa un carnet —. Está en el cuarto 120.
—Gracias.
Camino con rapidez pasando la puerta tras de mi. Busco el numero de la habitación y entro con cautela. Me encuentro con sus ojos opacos. Se ve como si se le estuviera yendo la vida. Su gesto parece una sonrisa y eso me ayuda a dar un paso hacia adelante.
—Tonia —dice con dificultad.
—¡Mike! ¡Que susto me has dado! Te prohíbo que vuelvas a hacerme eso.
—Tan fugaz como siempre —se burla.
—Es en serio, Michael Rivera.
—Hmm sólo usas mi nombre completo cuando estás enojada conmigo.
—Pues debería estar enojada por esto. Me hiciste cargarte hasta un taxi y traerte al hospital. Por cierto, el taxista pensó que estabas muerto y creyó que lo podían inculpar. Creo que ve muchas series de asesinatos. En fin... ¿Cómo te sientes?
—Genial —dice rodando los ojos —. Nunca antes mejor.
—Ja ja —me burlo de él.
—Y ¿me manoseaste un poco o sólo me salvaste la vida?
—Hmm no lo recuerdo. Pero tengo que admitir que ahora sé la diferencia entre niños y niñas. Ya sabes, tu llevas algo diferente entre las piernas —le digo siguiendo su juego.
—Veo que has vuelto. Necesitabas que yo estuviera al borde de la muerte para volver a ser mi amiga.
Lo miro con sospecha y me alejo un paso.
—No me digas que lo hiciste a propósito.
—Bueno... —empieza y siento como mis mejillas se incendian de ira — Debía hacer algo. Tú estabas enojada por que yo fui un idiota al decir ese rumor y estás en lo cierto, no debí. Lo lamento. No esperaba llegar hasta el hospital, pero me dije a mi mismo que los borrachos y los niños siempre dicen la verdad, así que probé eso y pensaba ir a disculparme, ya sabes, para que supieras que lo sentía de verdad.
—No cambias.
—No. Supongo que eso es lo que te gusta. Que no cambie. Te has vuelto una lunática desde que dije que quería dejar el alcohol y la droga. Pero me doy cuenta que prefiero no dejarte a ti.
Oigo sus palabras y trato de interpretarlas. Eso puede tomarse de muchas formas, pero rechazo automáticamente cualquiera que involucre un sentimiento profundo. Prefiero pensar que soy una amiga invaluable y nada más.
—Si te digo que si quiero que estés sobrio ¿me creerías loca?
—¿Es en serio? Me vas a volver loco. Un día si, otro no. En el siguiente juegas a hacerte la amiga de tu enemiga. Me tienes mareado.
—Pero así te agrado ¿no?
—Cierto, soy un masoquista.
Alguien se aclara la garganta en la puerta del cuarto. Una enfermera se asoma y me avisa que debo irme. El horario de visita ha terminado.
—Te veré luego —le digo con un gesto reconfortante. Algo que sólo guardo para situaciones especiales.
—Por supuesto, mi pelirroja favorita.
------
Hola Hola
¿Qué tal la aparición de las gemelas?
Saludos
Luza!
ESTÁS LEYENDO
Mala compañía
Teen FictionAntonia Nieto tiene un lema en la vida y es ser diferente a los demás. No le gusta ser dominada, ni seguir los estándares que la sociedad quiere aplicarle a los jóvenes. Sus amistades son singulares; uno drogadicto, otra demasiado chismosa, uno que...