Capítulo 18

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Esa noche fue tormentosa. No pude pegar un ojo y por si fuera poco, me llegaban mensajes de Milly preguntando por su estado. No paró de escribirme hasta que le contesté. 

Milly: Por favor, Antonia. Necesito saber que le ocurrió. 22:01

Milly: Sé que no te caigo bien del todo, pero no me dejes así. Sólo dime que está bien. 22:17

Milly: Antonia no es un juego. Yo quiero a Mike y eso debería alegrarte. Por favor, dime la situación.  23:10

Milly: ¡Esto es absurdo! Me doy cuenta que lees mis mensajes pero no quieres contestar. Michael es mi novio, tengo derecho a saber.  23:29

Milly: Bien, no te necesito. Llamaré directamente al hospital.  23:50

Milly: Nadie me dice nada. La enfermera que contesta no sabe el estado de Mike. ¡Dios! ¡Antonia! ¡Dimeeeeee! 01:30

Milly: ¿Por qué me haces esto? :'( De verdad eres malvada. 01:53

Antonia: Okay ¡Eres desesperante! ¡Mike está recuperándose! ¡Déjame dormir!  01:57

Milly: ¡Estás viva! Gracias. Sólo quería saber si estaba consciente.  02:00

Antonia: Ya lo sabes, ahora cállate. 02:01

Milly: ¿Sabes el horario de visita del hospital?  02:02

Antonia: No.  02:02

Milly: Está bien. Te dejo dormir.  02:03

Antonia: ¡Aleluya!  02:04

Por supuesto después de esa conversación, se me esfumó el sueño y tuve que empezar con los métodos que conocía para adormilarme. Ninguno funcionó, desde contar ovejas hasta tomar leche tibia. Estaba totalmente espabilada. 

Abro los ojos y miro el reloj, ya es de mañana así que al final si pude dormir. Ya no tengo que madrugar, oficialmente estoy en vacaciones y eso me deja sin nada que hacer. Por el contrario, Steven y Mike deberían seguir asistiendo a la clase de recuperación, pero en su estado, es posible que no lo haga. Así que salgo de mi cama, aún con sueño y me alisto para hablar con el señor Hernández. Tal vez si le aviso ahora, Mike tenga más posibilidad de pasar el año. 

Cuando paso las puertas de la institución, me dirijo a nuestra aula. El señor Hernández ya había empezado clase con un total de tres alumnos. Lo llamo y le pido un minuto. Él duda, los demás me miran con sospecha. 

—Señorita Nieto. Pensé que le había dicho que usted alcanzó a pasar. Por pocas décimas, pero no necesita estar aquí.

—Lo sé, señor Hernández. Vengo a avisarle sobre la situación de mi amigo Michael. Ahora mismo está en el hospital y no sé hasta cuando. —Intento persuadirlo con mi actitud de niña buena.

—¿Qué le sucedió al señor Rivera? 

—No estoy segura, señor. No soy familiar y no me dan información. Su familia no me ha querido decir el diagnostico —miento. Sé muy bien que aquello fue una sobredosis, pero si se lo decía a el profesor, lo que estaba haciendo se vendría abajo.

—Hablaré con la directora. Muchas gracias señorita. Le daré tiempo a el señor Rivera, pero debe presentarse en cuanto salga o que me llame. ¿Puede decírselo?

—Sí, señor.  

—Volveré a clase, entonces. Qué tenga un buen día, señorita Nieto.

—Usted también, señor. 

Mala compañíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora