Extra 3

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Milly POV

Ya es la tercera mirada soslayada que me lanza. Me remuevo incómoda por esa actitud tan repelente. No sé por qué acepté venir a conocer los amigos de Michael. 

  —¿Quieren café?—ofrezco con el fin de salir de ese escrutinio. 

Ambas asienten con delicadeza y sin decir palabra. Me retiro a grandes pasos hasta el mostrador donde la chica de la caja me recibe con una sonrisa deslumbrante, de esas a las que estoy acostumbrada. 

Por lo general las personas se interesan en mi por dos cosas: mi aspecto exterior, ya que es raro ver alguien tan rubio en este lugar o por mi apellido y mis padres. Todos los que necesitan introducirse al mundo de los bienes raíces quieren estar detrás del gran maestro. Así que es normal que las personas me traten con cortesía, a veces excesiva, o me den regalos o detalles que no estoy pidiendo. En cierto grado eso me gusta; la atención positiva, la admiración de ser quien soy. Sin embargo prefiero relacionarme sentimentalmente con alguien que no espere nada de mi padre o de su empresa. Así puedo sentir que es por mi y solo por mi. 

—¿En que puedo ayudarla, señorita? —pregunta con amabilidad y yo levanto tres dedos para indicarle el número.

—Quiero tres expresos. 

—Enseguida.  

Me extiende una pequeña bandeja con los tres humeantes recipientes. Pago y vuelvo a la mesa. Todos se quedan en silencio cuando llego, así que deposito la bandeja en la mesa y los observo tratando de colocar una sonrisa en mi rostro. Es casi imposible, no puedo creer que no les agrade. Bueno, es posible que Elena tenga más curiosidad sobre mi, pero estoy segura que la mejor amiga, Antonia, acaba de ponerme en su lista negra. Es claro que estoy entrando a un terreno peligroso.

Michael me ayuda a sentar y yo le doy una sonrisa educada. Es un galán. 

Estaba a punto de hacer alguna pregunta, pero otro amigo de Mike aparece. Es una falta de respeto que llegue tan tarde. Se supone que ellos nos estarían esperando casi media hora antes. Me extiende la mano y Mike me dice su nombre. Estoy tan absorta en mis pensamientos y en su desfachatez que no lo escucho. Es musculoso, seguramente un bruto jugador de un deporte de choque. Odio cualquiera de ellos, desde fútbol hasta boxeo. 

  —¿Así que has conquistado a nuestro amigo? ¿Cuánto llevan saliendo? —pregunta el grandote que sigue con su mirada fija en mis pechos. 

Me acomodo el cabello con gracia y trato de llamar su atención a mi rostro. Mantengo la compostura y finjo otra sonrisa.

—Nos conocimos en el transporte público. Michael me defendió de un hombre que intentó tocarme. ¡Es todo un caballero! —digo recordando la escena.

Ese día había empezado mal: mi padre no pudo recogerme, yo no tenía mi auto, todos mis amigos iban a una dirección contraría y había dejado mi cartera en casa. Al buscar en mis bolsillos lo único que encontré fue lo suficiente para un pasaje en bus. Estaba muy asustada, no podía creer que hubiera llegado a ese punto, esa situación nunca la habría imaginado el día que presentaba mis papeles para ingresar a la universidad. El autobús estaba lleno, así que me quedé cerca de los primeros puestos casi sin poder moverme. Un hombre de unos cincuenta años que parecía estar en la misma incomodidad, se acercó demasiado a mi a pesar que tenía espacio atrás. Una de sus manos pasó de estar cerca de mi cintura a mi trasero. El toque fue sutil al principio, ya que, habían muchas personas ahí y me sentía tocada por todas partes. Pero ese hombre empezó a mover su asquerosa mano, como si estuviera buscando algo más. Eso me alertó, me sentí extraña y abusada pero no sabía que hacer. Esto no era algo para lo que me hubieran preparado. Y fue ahí donde Michael intervino, quizás vio mi cara o vio el movimiento del hombre, así que salto a mi defensa y lo hizo apartar de mi, gritándole que era un abusador y que le partiría la cara si lo volvía a ver. 

Mala compañíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora