Capítulo 13

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Recibo varias llamadas de Mike. No las respondo. Estoy harta de recibir regaños de su parte, como si tuviera derecho a corregirme. A pesar de que internamente me siento bien al haber derramado el helado en el vestido de Milly, también me siento algo extraña porque mi plan no va a ningún lado. Ya no sé que hacer sobre ellos. Tal vez debería olvidar mi misión y dejar que Michael sea feliz con Milly. 

El sonido del timbre de mi casa me despierta. Son las once de la noche. Ningún amigo de mis padres se atreverían a aparecer a esta hora, así que sólo puede ser para mi. Asomo la cabeza por la ventana para ver de quien se trata. Reconozco inmediatamente la chaqueta negra de Michael y el corazón se agita un poco. Me digo a mi misma que siento temor de lo que va a decir, pero en el fondo sé que no es sólo eso. 

Bajo las escaleras y abro la puerta. Michael me mira con curiosidad. Olvidé que ya estaba lista para dormir. Mi pijama negra, es muy reveladora. Incluso algo transparente. 

—¡Waaoo! —exclama cómo si nunca hubiera visto mi ombligo. 

Ruedo los ojos. 

—¡Oye! ¿Te das cuenta la hora que es? —digo cruzando los brazos. 

—Es tarde, lo sé. Pero al no contestar mis llamadas, pensé que debía venir a asegurarme que seguías viva —dice sin despegar la vista de mi pecho. 

Mis ojos están arriba, imbécil.  

—Lo estoy. ¿Puedes irte? 

—¿Por qué estás molesta conmigo? —pregunta imitando mi posición. Cruza los brazos y se recuesta al marco de la puerta. 

—No estoy molesta contigo. Simplemente no quiero hablar con nadie por ahora.

—¿Qué te hizo Milly? —pregunta ignorando el hecho que lo estoy echando. 

—¿Qué?

—¿Qué te hizo? Algo debió pasar para que le arrojaras helado al vestido. No creo que haya sido algo sin razón. Mas bien estoy intentando darte el beneficio de la duda y preguntarte personalmente para saber la versión de ambas. Ya oí la de Milly y tengo que decirte que está muy afectada, ella cree que tiene la culpa también. Así que, aquí estoy.  

Trago grueso. De alguna manera Michael Rivera todavía creía en mi. 

—Bien... Estábamos hablando normal, comimos un helado delicioso...

—Ajá.

—Todo iba bien... No sé que ocurrió pero terminamos hablando de que ella no me consideraba mala persona, que eran las circunstancias de la vida las que me había vuelto así —me señalo a mi misma. Mike hace un gesto travieso. 

—Entonces, ¿te molestó que creyera que eres buena persona?

—No, me molestó que ella dijera que debo tener nuevas experiencias, diferentes a las que tengo ahora. 

—¿Eso es malo? 

¡Santa cachucha! Los hombres nunca leen entre lineas.  

—Me está diciendo que debo cambiar también. Quiere hacerme su proyecto, igual que tú lo eres en este momento. 

—¿Crees que está experimentando conmigo? —pregunta a punto de reír. 

—¿Qué es tan gracioso? 

—Pues... yo considero que soy el experimentador, no el experimento. 

—¡Oh! Pobre de ti. —Tengo que contener mi risa. Este hombre está alucinando si cree que él es el que está a cargo. 

—En serio. Quiero saber si soy capaz de cambiar con una motivación pequeña. 

—Espera. ¿Qué me estás diciendo? —Cambio mi peso a un solo pie, y me acomodo mejor. Ya me estoy cansando de estar aquí sosteniendo la puerta. 

—No estoy enamorado, Tonia. Ella tiene buenos sentimientos y es genial. Pero tengo que decir que no cumple todos mis requisitos.

La sensación de alivio me embriaga. De alguna forma, eso me quita un gran peso de encima. La intensión de destruir a Milly se quiebra y me hace feliz. De verdad feliz. 

Michael mide mi reacción, se queda en silencio para observar mis gestos. Alza una de sus comisuras y se acerca a besar mi mejilla. 

—Supongo que eso resuelve nuestros problemas ¿no es así? 

—Supones bien. 

—Nos vemos mañana entonces —dice despidiéndose.  

  —Espera —lo detengo poniendo mi mano en su hombro —. ¿Por qué viniste a decirme esto hoy? 

—Bueno, eres la persona más cercana que tengo. No quiero más malos entendidos. Además, venir a esta hora tiene sus recompensas —dice mirándome de arriba a abajo, deteniéndose bastante tiempo en mis pechos y piernas —. Sabes que tengo mi lado pervertido y aún así te presentas de esa manera.

Ja... Ahora es mi culpa. 

—Tu te apareces a las once de la noche. ¿Qué esperas? ¿Que use un camisón? 

—¡Dios! No. Antonia Nieto no se pondría un camisón nunca. 

Me agrada cuando habla de mi en tercera persona. 

—Hablando de tarde... te importaría dejarme dormir aquí. Seguro que tu cama es grande —dice con un tono lleno de coquetería.  

—Tienes novia, ¿recuerdas? 

—See... Pero allá no puedo dormir. En cambio aquí... Ya sabes, tu madre me considera un hijo. 

Sí, el encanto de Michael llega hasta mi madre. No estoy orgullosa de ese hecho en particular. 

—¿En serio Mike? ¿Necesitas donde dormir?

—Sería agradable no volver al infierno que es mi casa, si —dice en tono jocoso, pero sus ojos no muestran la misma expresión. 

—Bien. Pero no hagas ruido —abro completamente la puerta para que pase. 

Subimos a mi habitación en puntitas. Estoy segura que si le dijera a mi madre, ella no tendría problema con esto, pero mi padre... ese es otro asunto. Es mejor que no se enteren. 

Como él había adivinado mi cama es grande, pero no estoy segura de querer compartirla con él. Extiendo una colcha en el piso y le paso una almohada. Hace un puchero, pero lo acepta. 

—Soy tu mejor amigo y me vas a dejar dormir en el suelo. 

—También podría acomodarte en el sillón de la sala. Pero ya sabes... si se despierta mi padre, podría confundirte con un ladrón. 

—Ja ja... No gracias. No quiero agujeros en el cuerpo. 

—Buenas noches Mike —digo acomodándome en mi cama. 

—Buenas noches, mi pelirroja favorita. 

Michael se queda en silencio instantáneamente. El hecho de tenerlo en mi cuarto, de noche y a unos pocos metros de mi, me pone tan ansiosa que el sueño se me esfuma. ¿Qué pasa conmigo? Estoy acostumbrada a su presencia, me siento cómoda con él. ¿Por qué estoy sudando entonces?  

Volteo varias veces y no encuentro la posición correcta. ¡No puede ser! ¿Está haciendo tanto calor? Me levanto y abro mi ventana. Tal vez necesito aire. Una ventisca pega contra mi pecho y de repente me siento fría. Definitivamente el ambiente está frío, es mejor cerrar la ventana. 

Cuando volteo para arrojarme a la cama de nuevo, Mike ya está en ella, arropado hasta el cuello. 

—¿Qué haces? —le pregunto. 

—No me dejas dormir con tus vueltas. Tal vez un poco de calor humano puede ayudarte. 

—Bien... pero si me llegas a tocar el trasero o el pecho te aseguro que te dejo sin descendencia. 

—Sin manos. Te lo prometo. 

Me meto entre las sabanas y el me abraza por los hombros. Lo gracioso de todo esto, es que esa era la posición para dormir.   

Mala compañíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora