Capítulo 6

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Si alguien me hubiera preguntado qué iba a hacer el domingo por la noche, nunca habría contestado que estaría afuera de la casa de la noviecita de mi amigo intentando descifrar cual puede ser la frase que rompa el hielo y no me tire la puerta en la cara. ¿En serio estoy haciendo esto por Michael? Si bien me había dado un ultimátum, no tenía que hacerlo hoy y mucho menos en persona. Una llamada también podría ser efectiva. 

¿A quien engañas? Una llamada no resuelve nada. 

De alguna manera, Michael pensaba que ella podía ser un cambio positivo en su vida. ¡Positivo! Debe estar bromeando

Me acerco hasta la puerta arrastrando los pies. ¿Qué carajos voy a decirle? Oye disculpa por lo de la otra noche, no sabía que Michael te necesita como el aire en sus pulmones...

Toco el timbre con aprensión. Si tan sólo hubiera cerrado mi boca el viernes, no tendría que verla hoy. Oigo unos pasos acercarse y abre la puerta un poco, solo veo medio rostro. 

  —Hola —saludo. Supongo que es su madre. 

—¿En que puedo ayudarla jovencita? —pregunta con un tono de molestia. Seguro no reciben visita un domingo a las nueve de la noche.  

—Estoy buscando a Milly. ¿Puedo hablar con ella? 

—¿Es amiga de Milly? —pregunta escéptica. Me mira de arriba a abajo tratando de comprender como su hija puede estar con alguien como yo. 

Eso me enfurece. Juro que no grité porque Michael me mataría. Pero ese tipo de mirada no se le debe hacer ni al mendigo de la calle. 

—No, soy amiga de un amigo. Le tengo un mensaje.

—Bien, pero no puede demorarse. Es tarde —dice mientras se retira un poco de la puerta y grita el nombre de su hija. 

Me pregunta si deseo pasar pero me niego. Esta conversación debe mantenerse por fuera del rango de la casa y así, si algo sale mal, puedo salir corriendo con facilidad. 

Milly aparece un minuto después con cara amable. Sin embargo apena me ve, su rostro refleja que no soy bienvenida. A pesar de sus sentimientos, es una chica educada y disimula lo suficiente hasta que su madre se va y estamos solas. 

—¿Qué haces aquí?

—Te aseguro que vengo en paz —digo despacio —. Quiero disculparme. 

—No es necesario. En cierta manera me hiciste un favor. —Su tono no es convincente, se escucha el dolor en cada palabra. 

—Lamento como me comporté, yo... bueno no estoy acostumbrada a que Michael mire a alguien como lo hace contigo.

—¿Qué quieres decir? Si tan sólo me viste por media hora. Y Michael y yo no nos demostramos afecto. No podría hacerlo delante de extraños.

—Bueno... soy la mejor amiga ¿lo sabes? Conozco a tu chico desde que tenía siete años, créeme, él te considera especial.     

Eso la hace soltar un suspiro y luego veo que está a punto de llorar. 

  —Siento mucho haberte tratado así. Y me duele haberle hecho daño a Michael, está destrozado sin ti. 

—¿Qué quieres que te diga? —pregunta en un susurro —. Yo no estoy a favor de su forma de vida, no puedo estar con alguien alcohólico y drogadicto. Mis padres me matarían o les daría un infarto. 

—Lo está dejando —le digo aunque en parte es mentira. Michael dijo que ella podría ser su salvación, no que ya estuviera implementando los cambios —. Quiere ser el hombre que tu necesitas. Por favor, habla con él. Sigue siendo el chico que te defendió de un abusador. 

—Entonces dile que cuando lo deje puede buscarme —dice limpiándose la cara. 

Es dura, tengo que admitirlo.

—No sé si pueda hacerlo solo. Necesita algo de motivación. 

—Ya le estoy dando una, no puedo hacer nada más por él. 

—Milly...

Ella se gira hacia la puerta, dando por terminada nuestra charla. 

—Lo lamento Antonia, pero para mí no hay tonalidades grises en este asunto. O está sobrio o no lo está. 

—Por lo menos dile eso, habla con él y dile eso. El te necesita.   —Odio mi voz de súplica.  

Ella se detiene un momento, veo su duda. 

—Si requiere apoyo, puedo dárselo. Pero nada más. No voy a tener una relación con alguien que necesita estar entrando a un centro de rehabilitación. 

Es un progreso.  

—Muchas gracias. Es muy amable de tu parte. 

—Claro, Mike es un buen chico, merece algo mejor que esa vida. 

Justo en el corazón, perra. ¡Ja! No merece esta vida, ¿acaso nos ves sufriendo? 

Finjo la sonrisa intentando que todo lo que ya he hecho no se desplome. Ella responde con la misma timidez y se despide. 

—Espera, tal vez, tu y yo podríamos iniciar de nuevo.

—Me gustaría —responde y su mirada se ilumina un poco.  

Bien, otro asunto solucionado. Por lo menos la única que tiene que tragarse su desprecio por la otra voy a ser yo. Odio a las tipas como ella, buenas hasta los huesos.  

Me despido y corro hasta mi casa. Necesito contarle a Michael lo que pasó, seguro debe estar ansioso por esa información. Cuando llego a mi cuarto, cierro con llave a pesar de que mi padre me grita que no me ha visto en todo el día. Mis padres tienen la necesidad de ver mi cara por lo menos una hora los fines de semana. Le digo que no tardo y me apresuro a marcar el número de Mike. 

Contesta de inmediato. 

  —¡Tonia!

—Tengo buenas noticias...

Le cuento nuestra conversación con detalle. El hace unos umm y amm cada vez que Milly intentó negarse, pero al final, parece complacido del resultado. 

—Es algo bueno, ¿no es así?

—Sí, pero... ella quiere que el cambio sea inmediato. ¿Cómo voy a hacer eso? 

—No lo sé, y tampoco te lo recomiendo. Puedes tener serias consecuencias. Y ni pensar en meterte en rehabilitación, estamos finalizando materias y hay que recuperar matemáticas.

—Cierto. 

—Entonces ¿me perdonas o no? —digo casi como si fuera un reclamo. El silencio en la línea me indica que notó mi mala disposición. 

—Te lo digo cuando hable con ella —dice y cuelga. 

¡Ahggg hombres!  

Mala compañíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora