Capítulo 12

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La mañana del domingo se me hizo eterna. Contaba los minutos para reunirme con Milly como si fuera mi novia o algo parecido. ¡No puede ser! Milly nos está cambiando a Mike y a mi. Aunque la emoción por verla no era por el placer de su presencia, tuve que repasar mi atuendo varias veces, no quería seguir mi propio estilo; los pantalones rotos y blusas cortas no van con la ocasión. Me decido por un enterizo de pantalón que mi madre me regaló en navidad, esperando que tuviera algo decente que ponerme. Nunca lo usé así que esta es una excelente oportunidad. Al ponérmelo me doy cuenta de lo bien que me queda, acentúa mi cintura y de alguna manera mi trasero se ve fenomenal... sin mentir.  

Maira me había llamado en la mañana para recordar el plan. Ser amigable. Algo que iba a tomar más que un buen traje. Tenía que sonreír... ¡rayos! ¡Sonreír! Ese es un arte que me cuesta dominar. Por lo general, cuando me cae mal alguien se me nota en cada expresión. Si mis poros tuvieran voz, harían un coro diciendo "aléjate zorra".

Llego diez minutos antes a la heladería gourmet del centro comercial. No era fan de este tipo de sitios y mucho menos si querían cobrarme el doble de lo usual por una copa de helado. Pero una chica como Milly, tiene otros estándares.

Veo la silueta delicada de Milly a los cinco minutos.  Lleva un vestido estampado, con cuello alto y pequeñas flores. Su aspecto me hizo recordar a Kate Beckinsale cuando interpretó el papel de enfermera en Pearl Habor, dulce pero con la capacidad de engañar. No es que ella sea igual a Kate. No, no tiene esa suerte. Principalmente porque es rubia y sus facciones son del norte de europa. Sin embargo, tengo que darle crédito a que el vestido le queda bien. Bueno, más que bien. Varios hombres no pudieron disimular al verla y giraron sus cuellos casi ciento ochenta grados. 

  —¡Antonia! —me saluda efusiva

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  —¡Antonia! —me saluda efusiva. Nunca había odiado tanto la forma en la que alguien dice mi nombre como lo hago ahora.

—Hola Milly, luces genial —le digo porque es verdad. 

—Gracias... La verdad no sabía cual era el plan. Así que decidí usar este viejo vestido. 

Claro... viejo vestido. Desde los cinco pasos que nos distancian, puedo oler lo nuevo que es. 

—Bueno, yo tampoco sé cual es el plan. Supongo que quieres helado, ya que estamos aquí. 

—Sí, claro. Me encantaría probar la ensalada de aquí. Hace casi seis meses que no pruebo algo dulce. 

—¿Bromeas? ¿Seis meses? —mi tono sale un poco más sorprendido de lo que quise. Milly se sonroja, parece apenada. 

—Mi madre es estricta, creo que eso ya lo sabes. Uno de sus mayores logros es mostrar a sus hijas siendo unas señoritas decentes y bien presentadas. Sus amigas siempre están en la casa cotilleando quien ha subido una libra o quien la ha bajado. Sería vergonzoso para mi madre si alguien le dice que he ganado peso. Sé que es raro... Créeme no me agrada. Amo el helado. 

¿En serio alguien puede vivir orgulloso por el peso de un hijo? Siento un poco de simpatía por su situación. Tengo que admitir que yo no como dulce en exceso, pero que alguien te lo prohíba porque eres su trofeo a mostrar, me hizo dirigir mi ira hacia su madre.

—Entonces, es hora de mandar a la mierda a las amigas de tu madre —le digo en tono gracioso, pero su rostro se descompone —. Lo lamento, no quise ofender a tu madre o a alguien que conozcas. 

—No es eso —dice con una sonrisa falsa —. Sino que nunca había salido con alguien que dijera algo así y le pareciera correcto. 

Eso se llama alguien sincero, querida. 

—Me agrada —dice al fin. Mi reacción es tardía, Milly se da cuenta que no estaba preparada para esa respuesta y prefiere guiarme hacia el local. 

¿Qué acababa de pasar? Dijo que le agradaba que alguien que dijera lo que piensa. Supongo que por su posición social, mantiene rodeada de personas que fingen todo el tiempo. Aunque si soy justa, yo estoy haciendo lo mismo.

Milly pide una ensalada con helado. En su mayoría es fruta con una diminuta bola de helado. Ella no quiere tentar su suerte, algo más grande le haría subir de su peso ideal. Por mi parte, al ver los precios, me di cuenta porque la gente rica pide platos tan pequeños. ¡Es excesivamente costoso! ¿Quien en su sano juicio compraría un helado que tiene el mismo precio que el almuerzo para cuatro personas? Mi familia no pasa dificultades ni nada, es más, tengo forma de ahorrar —aunque ahora mismo mis ahorros se redujeron por la heroína que le compré a Mike.

Al final, compro el helado más pequeño que encuentro. Tengo que admitir que el sabor es diferente a los que estoy acostumbrada. Como si se esmeraran más en sacar algo delicioso. Me lo como con tanto ímpetu que no hablo hasta terminarlo. 

—Es delicioso ¿no es cierto?

—Sin duda. Nunca había probado algo así. 

Chica lista, me ablanda con dulce... ¿Cómo no lo vi venir?... Contrólate Antonia, debes parecer amigable pero no convertirte en su amiga, no realmente.   

—¿Cómo está Mike? —le pregunto tratando de dejar de pensar en ese helado. 

—Bien... De hecho, le dije que saldría contigo. 

—¿Qué dijo? —pregunto curiosa.

—Bueno, voy a citarlo así que no te enojes conmigo. Dijo "ten cuidado, es mi mejor amiga pero en tu caso, no debes confiar en todo lo que te diga".

Mike siempre tan dulce... ¡Imbécil! 

Me había costado demasiado llegar hasta aquí, así que no pienso rendirme y darle la razón a Michael. Iba a seguir con mi plan hasta que Milly se pareciera a mi y no viceversa. 

—Se nota que me quiere.

—Pues sí que te quiere... En cada conversación te menciona por lo menos una vez. 

¡WTF! 

—¿Cosas malas?

—Todo lo contrario. Dice que no ves tu propia belleza, que quieres parecer ajena a la vida de los demás pero que eres un dulce osito de felpa por dentro. 

¿Osito de felpa?  Voy a matar a Michael Rivera. 

Me remuevo en mi asiento incomoda, ¿quién se cree Mike para hablar de mi con su novia? No entiendo la razón. Si está en una relación, debería entablar temas de conversación que gire en ese ámbito. Nada de mejores amigas. Porque siendo sincera, no hay mucho que hablar de mí, si no es del intenso tono rojo de mi cabello. ¿Por qué me enoja que habla de mí con ella? ¿O no es enojo? 

—Pues no me conoce. Yo no soy una chica dulce. 

—Hmmm, la verdad te daría razón si me lo hubieran preguntado después de la primera vez que nos vimos. Pero ahora... no lo sé. Creo que eres una buena persona, bajo varias capas de situaciones que te han cambiado. Tal vez necesitas nuevas experiencias...

Ahí está de nuevo, la Milly salvadora. No puede evitar tenderle la mano al caído.  

Aprieto mi puño, haciendo que mis uñas hieran mi palma. Eso me quita un poco las ganas de abofetearla. Me levanto con prisa sin medir mis movimientos, lo que genera que el plato de Milly, que aún tenía algo de fruta y restos de helado caigan directo a su vestido. No espero su reacción, ni le ofrezco una disculpa, simplemente salgo de ahí, huyendo. 

No, Milly. No vas a usarme como tu proyecto de caridad. 

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