Conflictos internos.

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Todos tenemos conflictos internos. Sabes bien a que me refiero. Pero a veces te gusta que sea así, ¿tengo razón?

Te hacen sentir especial, crees que te distingues por tenerlos. Tus rarezas, tus manías, todo representa tu ser. Es algo bonito en cierta parte. Pero, si a veces te hacen sentir bien, ¿dónde se encuentra el conflicto?

Justamente en esa parte, la contradicción, el masoquismo. Algo que te hace daño y que a la vez te define y te reconforta.

Amamos nuestra persona, nuestras características, lo que nos hace únicos. Nuestros problemas forman parte de nosotros y reflejan aspectos de nuestra personalidad. Si no fuésemos de un modo determinado no tendríamos conflictos internos, pero lo somos, los tenemos, y, sobre todo, los queremos.

Es una teoría que a simple vista puede carecer de sentido alguno, pero pensad un momento. En cualquier manía carente de sentido, cualquier rareza o pensamiento tóxico que nos pueda atormentar en cierto momento de nuestra vida.

No te gusta, ¿verdad? Piensas que los demás son mejores, más perfectos, más, ¿normales?

Ahora imagínate sin nada de eso, libre de cualquier cosa anterior.

¿No sientes un vacío? Eres igual que todos, no eres tú, resulta hasta aburrido.

Nuestra capacidad de elegir como somos y la forma que tenemos de ver en mundo condiciona nuestra personalidad. Una perspectiva subjetiva de lo que nos rodea puede hacer que desarrollemos ciertos pensamientos, que, si bien a veces son un poco confusos, definen nuestro ser.

Puede que en ocasiones se convierta en algo tóxico, que claro está, no nos beneficia en absoluto. Sin embargo, el simple hecho de pertenecer a nosotros hace que lo amemos.

Cuando desarrollamos una idea y desencadena en una solución planteada por nuestra conciencia es muy difícil librarnos de ella, y si esa idea termina perjudicándote, pero sigues sin ver la salida, es aún más complicado.

Se ha creado un conflicto interno, que ha persistido tanto tiempo en ti que se ha vuelto tu aliado, tu amigo. Al final te sientes importante.

No quieres prescindir de aquello, se ha unido a ti de tal forma que te has acostumbrado a vivir con él, no sabes cómo sería tu vida sin luchar contra ti mismo todos los días, sin buscar un enemigo y sin pensar que hay algo que resolver y, por lo tanto, tienes que estar alerta.

Vives tu vida en tensión, creando problemas donde no los hay, intentando resolverlo todo, porque es necesario que exista algo que resolver. La vida no es fácil, eso lo sabe todo el mundo. Pero a veces somos nosotros quienes la hacemos complicada.

En muchas ocasiones sentimos cierta inestabilidad, es normal; eres consciente de ti mismo, sabes que eres libre y responsable de tus acciones, que están en continuo cambio.

Somos seres complejos, capaces de cambiar nuestra realidad en un solo instante. La idea de perfección existe, y siempre tenderemos a ella. Puede ser que por ello pensemos que debemos tener una vida perfecta y nos aterren ciertos pensamientos que se salgan de lo "correcto".

Somos demasiado exigentes, egocéntricos, la mayoría de veces creemos que tenemos razón, aunque queramos ser tolerantes, y eso todo el mundo. Los intereses individuales siempre van a primar por encima de los particulares. Este egoísmo puede hacer que no nos encontremos, que vivamos en un conflicto entre una idea y nosotros mismos.

Creemos que somos los mejores, claro, pero también que debemos serlo. No somos felices siendo iguales a los demás, tenemos que distinguirnos en algo.

Cada persona tiene un concepto diferente de perfección al que aspirar, además de las diferentes perspectivas que obtienen del mundo. Es cierto que influyen aspectos genéticos, en muchos de los casos. Pero desde una perspectiva más filosófica, si nos paramos a profundizar en la mente humana, nos damos cuenta de los secretos que esconde el hombre.

Todo lo sometemos a un pensamiento minucioso, estudiando las posibilidades de acción y la mejor solución. Todo lo que se salga de tu ideal está mal, hay que desecharlo, hay que solucionarlo. Vivimos en una constante toma de decisiones, y a veces resulta molesto, desencadena problemas.

Ansiedad, obsesión; todo por llevar una vida correcta, por una ética y moral perfecta a nuestro juicio. No queremos deshacernos de todo eso, nos aporta bienestar, estaríamos actuando en contra de nuestras ideas, en contra de nosotros mismos.

Llega un punto en el que nos sentimos importantes por ello, no vale nada más, si no hay preocupación, no hay perfección, nos hemos perdido entre la multitud.

Y es verdad, crees que todos son iguales, y tú eres diferente. Y puede ser que lo seas, pero deja que te diga algo: todos lo somos.

Vemos a las personas desde una perspectiva objetiva y pensamos que no les supone ningún problema o inseguridad actuar como lo hacen, no nos paramos a observarlos con detenimiento, intentando averiguar los secretos de su personalidad.

¿Quién sabe si sienten lo mismo que tú? Todos somos raros, a nuestra forma, y lo "raro " es lo que nos hace diferentes los unos de los otros. Tantas posibilidades de actuación pueden radicar en un pensamiento confuso y complicado, condicionando así nuestra forma de ser.

No hay ninguna persona igual en todo el mundo, existen muchos factores condicionantes. No eres ni mejor ni peor, eres diferente. Pero no por tener ningún tipo de problema que tú, y solo tú, has creado.

No quiero que te confundas, no eres un monstruo por idear un sistema para sentirte bien y resolver el cúmulo de sensaciones y pensamientos. Solo eres tú, pero seguirías siendo tú sin ello, ni peor, ni mejor.

Cada persona lleva su vida a su criterio, resuelve las dudas a su manera. Lo importante es que sientas que todo aquello te beneficia. No existe una vida perfecta, existen los momentos de felicidad, y es a lo que creo que todos deberíamos aspirar.

Tus problemas no te hacen especiales, forman parte de ti, o al menos por un instante. Pero si amamos lo que es nuestro por puro egocentrismo, dejaremos ir lo que podemos conseguir por ser simplemente estúpidos.

Dices que te quieres cuando eres tu peor enemigo, ese es tu mayor conflicto. Lucha por cambiar las cosas y no te aferres a lo que te vuelve tóxico, quiérete de verdad, esa es la única forma de alcanzar tu propia perfección.




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