LO SIENTO, ERES MÍA.

Capitulo 46: «Reunión de viejitos»

Los Ángeles, California.

Capítulo 46: Noah.

Lo estaba sintiendo. Hice puños mis manos sobre mi vestido y no quité la mirada del bosque. Mordí mi labio con nervios y cuando escuché que las puertas de la terraza se abrían, no pude evitar sentir mis mejillas rojas.

—Mi Luna... —oír su voz fue como un canto. De verdad que lo intenté. Intenté quitar la maldita sonrisa de estúpida de mi cara pero no pude— Mi Luna... —me volvió a llamar y no sé cómo pude notar que se acercó a mí. Mi piel se erizo y sentí mk corazón palpitar muy fuerte— Mi Luna, soy yo.

—Lo sé —cerré los ojos  y no me moví.

Mi cuerpo estaba estático, totalmente tenso. Su mera presencia a menos de diez metros había logrado tenerme así. Era extraño. Podía sentirlo...

Escuché que se acercó y pude notar que se sentó a mi lado.

—Mírame, mi Luna —no fue una orden, más bien una súplica que derritió mi corazón, y cuando cogió mi mentón...  ¡Ufff! ¿Pero qué me pasa?

Abrí los ojos y al ver su rostro, prometo que sentí mi corazón de tenerse.

—Dave...

—Espero que estés así por los nervios o vergüenza, por qué no es normal que las mujeres no me hagan caso —bromeó y no pude evitar quitar mi sonrisa.

—¡Idiota! —aparté su mano y enseguida note desagrado ¡Quería que me tocase joder!— Pues los hombres conmigo no sin así de tontos. Saben que no me gusta eso —enseguida Dave rió a carcajadas y fruncí el ceño— ¿Acaso soy payaso?

—Mi Luna, es gracioso que creas que los hombres van a ser algún modo contigo cuando no voy a dejar que ni te hablen —afirmó y fue mi turno de reír a carcajadas, lo cual lo dejó desconcertado.

—¿Y quién te dijo que tú vas a decidir algo en mi vida? Que yo sepa , puedo decidir mis propias decisiones —replique.

Dave levantó una ceja y se acercó más a mí.

—Puedes tomar tus decisiones, obvio —susurró y entonces, miró hacia los dos laterales como si verificará que no hubiese nadie cerca — Sin embargo, ahora eres mía. Mi jodida mujer.

Abrí los ojos sorprendida por sus palabras y él me miró fijamente a los ojos.

—Yo no soy tu mujer —me recompuse y me levanté.

Él siguió mis pasos y se levantó. Se acercó a mi hasta estar a unos centímetros de mi cuerpo y juraría que él podía escuchar mi corazón nervioso y que no podía respirar.

Aunque no me estuviese tocando, notaba que me quemaba.

—Bueno... —empezó a hablar y seguí con la mirada cómo alzó el brazo y con sus dedos, apartaba mi cabello de mis hombros—... Esta marca de aquí dice lo contrario.

Retrocedí un paso y sonreír con suficiencia.

—Me la hice cuando me caí.

—¿Del cielo? —rió. Rodé los ojos — Esa marca es mía, al igual que tú, Noah Alissa.

—Para mi no significa nada. Cualquiera podría hacerlo.

Fallo. Tremendo fallo.

Su cara divertida y tranquila cambió por una seria en menos de cero coma.

—Esa marca es mía, tú eres mía, tus sentimientos son míos —su voz fue fuerte pero serena. No estaba enfadado— Tú me amas como nunca has amado a nadie. Me lo dijiste mientras gemias mi nombre —se acercó a mi hasta acorralarme contra la barandilla— Tú eres mía, no porque es un deber o porque te obligue. Tú eres mía porque te has abierto a mí. Tú eres mía porque estaba destinado a que el uno al otro nos entregasemos hasta el último rincón del alma.

Y me quedé sin habla. Con su cara a milímetros de la mía, me quedé callada porque era verdad.

—Estás jodidamente loco.

Y el momento se estropeó. Blake y Spencer estaban detrás de él. Blake se estaba riendo y Spencer tenía cara de culo.

—Qué inoportuno —gruñón Dave— ¿No puedes dejar que me reúna con mi futura esposa?

—Wo, eso yo no lo sabía —solté y Blake rió como nunca lo había oído.

—Oh, cállate —ordenó Dave mirando mal a Blake. Se giró a mí— Mi Luna, de eso hablaremos en probado y cuando éstos idiotas no estén aquí.

—¿A quién llamas idiota? —escupió Spencer.

Rodé los ojos.

—Bueno, ahora me voy con mi amigo a charlar para que Blake pueda seguir riéndose de tí —bromeé y cogí a Spencer del brazo y tiré de él hacia dentro del edificio— Me salvaste.

—No parecía —refunfuñó— Ofrecida.

Reí— ¡Oye, no seas grosero! Esto del cuello duele mucho.

—Seguro que cuando gemias no te dolió —se burló.

—Spencer, está mal escuchar conversaciones ajenas —puse cara de enfadada — Si necesitas calentarte, busca porno.

—Eso lo hice está mañana cuando me desperté con la torre Eiffel mirando hacia...

—Ugh, qué asco —Abby apreció por el pasillo interrumpiendolo— ¿Cómo se te ocurre hablar de tu asqueroso mounstro cuando acaba de levantar?

—Ay, ni que ella no haya visto en Internet el...

—¡Oh, Abby! —corrí a abrazarla — ¡Te extrañé tanto, joder!

Abby se tambaleó y rió. La sostuve con fuerza y, de repente, un cuerpo corpulento nos aplacó.

—¡Spencer! —gritamos a la vez, adoloridas por la caída y enfadas.

—¡Hey, Hey, no me pegues! ¡No hay un dos sin tres! —rió empujando a Abbygail.

—Qué bruto —rodé los ojos.

—Qué bruto me pongo yo con tremendo culo —vino por detrás Peter cogiendo a Abbygail por las caderas.

—¡Ey, se mira pero no se toca! —le pegó en las manos y él puso cara de perro regañado, que en realidad, es lo que era.

—No tienes que ser mala conmigo —hizo un puchero y entonces, me miró— Hola, Luna —habló con malicia— ¿Ya has yacido en la alcoba con el Alpha? —levantó las cejas de manera pícara y Spencer rió.

—Eres de lo que no hay —negué con la cabeza.

—Venga, dame dos besos que hace años que no te veo, amiga —hizo un ademán de acercarse.

—Te quiero a un metro de mi Luna —ordenó Dave desde la entrada.

—¡AGGGGH! Pero qué hombre para celoso —se quejó.

—Eso siempre. Es mía —afirmó mirándome.

Rodé los ojos.

—No sé  vosotros pero yo necesito alcohol —hablé y Abbygail y Spencer aplaudieron.

—¿Fiesta de compromiso? —preguntó Blake por lo bajo.

—¡Despedida de soltera! —gritó Peter.

—No, no, no —la sonrisa de Dave se borró.

—Pero que yo no he dicho nada de boda ni de sí —me quejé.

—Mejor aún —habló Abby.

—¿Como en los viejos tiempos? —preguntó Spencer.

—Una fiesta por nada —acepté— Solo que sin drogas, eh.

—Pero, pero...

Spencer hizo un puchero.

—No quiero ver tu cara golpeada de nuevo.

—¿Nos vamos a las Vegas?

—¿Las Vegas? —preguntó Lance confundido.