Capítulo 17 «No lo soy»

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Los Ángeles, California.

Capítulo 17: Noah.

No lo soy.


—Soy el Alpha y no recibo ordenes tuyas —dijo Dave mientras se giraba para seguir arrastrándome. Entonces, la mano del señor Forks cogió la muñeca de Dave y se miraron a los ojos. Los ojos de los dos se intensificaron tanto de verde que parecieron se neon, hasta que el señor Forks bajó la cabeza— Lo que decía: Soy el Alpha.

Siguió arrastrándose por las escaleras hasta que llegamos a la planta de su habitación. Comenzó a jalarme con más fuerza mientras él caminaba con rapidez.

—Dave, no. Por favor —hablé intentando sujetarme del marco de la puerta de su habitación— No lo hagas.

Tiró con más fuerza de mí haciendo que mis dedos resbalen. Cerró la puerta y me cogió de los hombros.

—Eres mía ¿Lo comprendes? —me preguntó con el ceño fruncido.

—Dave, yo no puedo ser tuya. No lo soy —respondí segura.

Me miró con bastante intensidad. De repente sus manos bajaron y rompieron con una rapidez sobrenatural la camiseta que me había puesto Lance hace unas horas. Levanté atropelladamente mis brazos intentando tapar mis pechos desnudos pero sus manos cogieron estos con fuerza mientras observaba estos fijamente.

Por su cercanía noté como entre sus ingles algo se puso duro y firme. Mi respiración comenzó a ser irregular mientras observaba como sus ojos se volvían negros. Luché contra sus manos para intentar taparme pero solo conseguí que apenas mechones de mi cabello taparan la piel. Su rostro se acercó a mí y sin poder evitarlo, besó la piel de mi clavícula. Intenté separarme de él pero me era imposible con sus manos apretando mis brazos y sus piernas inmovilizando cualquier movimiento. Sus besos fueron bajando hasta que llegaron mis pezones.

Aunque solo los rozo y sin querer yo, de mi boca salió un gemido de placer involuntario. Las puntas de mis pezones se endurecieron tan rápido como el miembro de Dave. Floreciendo.

—Gemido de placer —afirmó jugando con mis pezones.

—Apártate de m.mí —tartamudeé confundida.

—No —se negó mientras repartía besos por mi abdomen. Sus manos soltaron las mías y mientras yo trataba de alejarlo de mí, sus manos terminaron de destrozar mi camisa demostrando casi todo mi cuerpo menos mi feminidad cubierta por unos boxer— Me pones tanto.

Aproveché esa distracción para darme la vuelta, salir de sus garras y coger el pomo de la puerta, pero entonces sentí como me aprisionaba con su cuerpo contra la puerta. Sentí como sus labios besaron mi cuello mientras sus manos cogían mis caderas.

—Me aplastas. Aparta —ordené casi sin respiración.

—A mí me gusta esta posición —replicó mientras pegaba su cuerpo al mío. Una de sus manos se apartó de mi cadera y luego escuché la bragueta de su pantalón bajar— Me gusta mucho.

—Lo que harás se llama violación —dije seria mientras sentía mis ojos comenzaban a acumular lágrimas— Yo no te deseo.

Noté como su cuerpo se tensó y después me dió la vuelta con brutalidad. Mi mirada se quedó baja, observando como sus pantalones estaban desabrochados.

—Mírame —ordenó y yo con toda la dignidad que me quedaba alcé la mirada para ver sus ojos opacos— Te doy la última oportunidad para que me digas si eres estéril o fértil.

—Soy fértil —desmentí mirando sus ojos con furia.

Me humillaba.

Acercó su rostro al mío hasta casi tocar mis labios mientras observaba mi cuerpo desnudo.

—Lo sabía —habló con una sonrrisa. Luego se puso serio y miró mis ojos— Te voy a decir algo que siento.

—No me interesa —repliqué aguantando las lágrimas de rabia.

—Me da igual —bufó— Yo no soy perfecto y tú tampoco, al igual que ninguno de nosotros somos unos santos...

—Yo hice todo lo que hice por necesidad.

—... pero lo que hacemos, lo hacemos por algo. Yo acabo de humillarte para que me confieses la verdad de una mentira; tu me mentistes para que me deshiciera de ti y para que te dejase en paz. Estás conmigo, según tu crees y según te he dicho, porque quiero un heredero y ya ¿Pero sabes realmente porque estás conmigo?

—No —respondí seria.

—Porque, señorita Collins, usted me pertenece —respondió sonriendo.

—No le pertenezco a nadie —repliqué.

Lo siento, eres mía —habló pegándome más a su cuerpo.  


LO SIENTO, ERES MÍA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora