Capítulo 22|

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Él

5 meses, cinco meses habían pasado desde aquel mensaje tan horrendo que le enviaron a Sucrette. La pelinegra desde aquel momento, no paraba de recibir mensajes de amenazas, aunque también recibía mensajes amorosos. Pero aquellos mensajes, hacían que la muchacha se quedase sin respiración al verlos.

Los amigos de Sucrette la protegían y tenían cuidado por la calle. Cualquier chico podría ser el mensajero de esos mensajes. Sucrette no tenía ni idea de quién podría ser el responsable. A lo mejor se ha cruzado con él y no lo sabía, cosa que le provocaba auténticos escalofríos.

Era por la mañana, Sucrette recibió un nuevo mensaje. Este decía:

"Hola pequeña, ¿cómo pasaste la noche? He de decir que ese pijama te queda de maravilla... Pronto nos veremos bebé. Te sigo recordando que no llames a nadie. Te amo pequeña."

Sucrette se quedó estupefacta al notar que es observada por "él". Sucrette recordó al mirar sus contactos que tenía un amigo que estaba de prácticas en la comisaría de policía. Llevaba muchos años sin verle. Sintió nostalgia al recordar los viejos tiempos en el instituto los cuales se pasaban charlando y discutiendo, discutiendo sólo porque Castiel, que también estaba en aquel instituto, se las pasaba bromeando a Nathaniel. Así se llamaba, Nathaniel. Él era un chico responsable, lo cual le llevó a ser el delegado principal. Era un chico muy lindo, pero Sucrette nunca le vio más que un amigo, aunque él seguía haciéndose ilusiones.

Sucrette marcó el número de su amigo. Primer tono... Segundo tono... Tercer ton...

- ¿Su? ¡Cuánto tiempo! Hace tanto que no hablábamos...- dijo el joven tras coger la llamada.

- H-hola Nath... ¿estabas haciendo unas prácticas en la comisaría con tu padre, verdad?- dijo la pelinegra susurrando.

- Sí, ¿por qué? ¿y por qué susurras?

- ¿Estás actualmente en Chicago?

- Sí, me estaciono en el centro, ¿por qué?

- Bien, ¿podemos quedar hoy a la tarde?

- Vale, ¿dónde?

- Te mando la dirección luego. Después nos vemos.

- Está bien, hasta luego.

- Adiós Nath.- dijo por última vez antes de colgar la pelinegra.

Sucrette se dirigió hacia el salón de la mansión de los gemelos, un poco más aliviada sabiendo que tendría un apoyo más en ella.

- ¿Con quién hablabas?- preguntó Armin que estaba tumbado en el sofá jugando muy concentrado a un videojuego.

- Con un amigo, me va a ayudar en ese proyecto tan importante.- dijo Sucrette intentando que Armin pillara la indirecta del "proyecto", ya que "él" podría escucharla.

- Oh, vale. Está bien.

[...]

Pasaron las horas y cayó la tarde. Ya era la hora de la cita de Sucrette y Nathaniel. Habían quedado en una plaza en el centro de Chicago, a unos 10 minutos de la mansión. A pesar de que sólo eran diez minutos, Armin insistió en acompañarla por si "él" actuaba.

Armin y Sucrette empezaron a caminar hasta llegar a la plaza en la que se encontraba Nathaniel en un banco mirando su móvil.

- ¡Nath!- exclamó Sucrette mientras le saludaba con el brazo.

- ¡Su!- respondió el chico mientras corría hacia la pelinegra.

- Bueno, me voy ya, si quieres Nathaniel te puede acompañar luego.- dijo Armin mirando la hora en su móvil.

La vida de Sucrette y ArminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora