3. Añoranza

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Marinette cambió rápidamente sus zapatos y siguió al rubio hacia el aparcamiento de aquel parque. Félix abrió la puerta de un Peugeot 208 de color rojo y esperó a que la azabache subiera. Unos minutos más tarde, emprendieron rumbo hacia la Montagne de glace, como habían nombrado a la academia de patinaje y ballet adjunta a la Académie des Beaux-Arts, donde se impartía música, escultura, pintura y danza. Pasaron a través de la Rue Auber, por donde se podía admirar el eterno Palais Garnier, que dio luz al famoso Fantasma de la Ópera. 

La belleza de Paris era inigualable, y a pesar de haber vivido tantos años en ella, Marinette no se cansaba de admirarla. Tenía su vista fija en los detalles románicos y clásicos que adornaban cada edificio. Todo un pequeño mundo conjugado en las construcciones a su alrededor que contaban la historia de su país, Francia.

Félix aparcó el auto junto a un edificio de dos pisos y grandes proporciones, ocupaban aproximadamente una manzana entera. Se podía escuchar música desde el exterior. Ambos ingresaron por una puerta aledaña a la principal, que conducía al segundo piso del que provenía la melodía. Al llegar, no tardó en escuchar una voz familiar.

Une, deux, trois... Inhalen, exhalen —explicaba una mujer de largos cabellos castaños que indicaba los pasos a un grupo de niñas que danzaban al son del vals de la Bella durmiente—. Tomen un pequeño descanso.

Tras haber completado la escena, las niñas se dirigieron hacia las bancas donde reposaban botellas de agua a medio tomar y otras casi vacías. 

—Llegas tarde —le reprochó al rubio, sin volverse para encararlo.

—Bueno, me he detenido en el parque. Había un conglomerado de gente alrededor de la pista de hielo —explicó, sin avisarle de la presencia de Marinette que guardaba su mirada en el piso, conteniendo la risa.

—¿Y qué? Siempre hay gente en la pista de hielo —reprochó la castaña.

—¡Mira lo que acaban de subir a la web! —exclamó una de las niñas a lo lejos—. Dice que una misteriosa chica de cabello oscuro se apareció de la nada en medio de la pista del parque. Su parecido con la Catarina de France captó la atención de todos los patinadores. 

—Hay un video más abajo —sugirió su compañera a la izquierda.

La mujer se asombró de lo que acababa de escuchar. Luego se volvió hacia Félix notando esta vez a la chica que se ocultaba a sus espaldas. 

—No es posible —susurró, para luego correr con los brazos abiertos, dispuesta a abrazar a la azabache—. Has vuelto, Mari. Esperábamos este día con ansias.

Las niñas escucharon su nombre, sus vistas se dirigieron hacia Marinette que correspondía el abrazo de la castaña. Sus ojos se iluminaron al ver a la persona que tenían en frente. Algunas la conocían hace años, las más nuevas solo habían escuchado de ella. Se acercaron para tener una mejor visión de la chica de ojos azules.

—¡Mari! —gritaron varias mientras se abalanzaban sobre la azabache, casi tirándola al piso.

—Hola chicas —empezó diciendo—. Me alegro tanto de verlas. Están más grandes que la última vez.

—No te vuelvas a ir...

—No es lo mismo sin ti...

—Todo es un desastre.

Cada una se quejaba de algo diferente, mas, Marinette no comprendía el por qué del sentimiento de las personas que la rodeaban. La invitaron a sentarse en una de las bancas junto a las demás niñas. La maestra le sirvió un vaso de té caliente, se podía sentir que su temperatura sin duda era baja, pues, aunque el regulador de temperatura de la habitación había incrementado algunos grados, su piel se sentía extremadamente fría.

—Han pasado tantas cosas desde que te fuiste, Mari —contó la maestra—. Eras la estrella de esta academia, casi siempre en lo alto.

—Nadie ha querido volver a participar —comentó una de las niñas más grandes.

—¿Qué hay de Joan? Ella patinaba conmigo los últimos años —preguntó Marinette confundida.

—Antes de entrar al grupo sénior, alguien irrumpió en su hogar. A la mañana siguiente llegó para despedirse —explicaba una de las chicas—. Desde entonces no quiso saber más del patinaje. 

Marinette quedó atónita ante aquellas palabras. ¿Cómo puede alguien arrebatarle los sueños a una persona? No le cabía en la cabeza. Fue entonces cuando recordó a todas las personas akumatizadas con las que se había enfrentado hasta la fecha. Sus sentimientos negativos eran los detonantes para que Hawk Moth se aprovechara, los engañara, les diera la falsa esperanza de alcanzar sueños tergiversados para su beneficio.

Sin embargo, esto era distinto. 

No ofrecía sueños. Los arrancaba. 

Aquella chica, Joan, su amiga, jamás hubiese renunciado a su arte sobre hielo sin un motivo extremadamente poderoso u horroroso. No quería ni imaginar por lo que había tenido que pasar para tomar esa decisión de la noche a la mañana.

—Marinette, sabemos que quizá en estos momentos tengas nuevos planes en tu vida —comentó la castaña—. Pero no conocemos a nadie más con tu voluntad que sea capaz de descifrar lo que sucede. Joan no ha sido la primera. En toda Francia las personas se retiran poco después de haber entrado al grupo sénior.

—Sabes que me encantaría ayudar, Lilia —respondió Marinette, comprendiendo la situación—. Pero mis padres, ellos, no estarían de acuerdo en que vuelva al patinaje artístico. Ni siquiera quieren escuchar al respecto.

—Habrá una solución para ello, todos te apoyaremos —observó a la azabache transmitiéndole su confianza—. Además, por lo que Félix ha visto hoy, tú no la has olvidado.

—Así es...

—La voluntad de Bridgette siempre estará presente aquí —la castaña señaló el corazón de Marinette—. Siempre lo estará.

Aquellas palabras, que le recordaban su vida antes de la partida de su tía, calaban en lo profundo de su alma. Tenía razón. Nunca olvidó su amor por el hielo. Deseaba que llegara el día en que sin temer a nada ni nadie pudiera retornar a la pista. Sus padres no se lo permitían, no después de lo ocurrido con Bridgette, no cuando su única hija tenía un talento innato que se convertía en blanco fácil de la oscuridad del ser humano. 

—Estaré encantada de ayudarles —dijo la chica de ojos cielo—. Vendré cuando pueda, sin embargo, debo pedirles un favor.

—Con gusto, pequeña Catarina —asintió Félix.

—Mis padres no pueden enterarse de esto. No aún...

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Les traigo nuevo capítulo :) espero no demorar con el siguiente.

Opinen, comenten, sugieran... jaja 

Saludines ('w')/



Corazón de Hielo [MLB] || [CANCELADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora