26. La suerte del Gato Negro.

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Entre los dos no les tomó tanto derrotar a aquel que se hacía llamar H. G. Verne, una alegoría a los dos autores que inspiraron el género literario del que había sacado su traje y la temática steampunk. Cuando la mariposa oscura salió del bolígrafo ya destrozado tanto por el hielo como por el báculo de Chat, Marinette se acercó lo más que pudo para encerrarla en una esfera de agua con ayuda de los abanicos y purificarla como había hecho con el espectro aquella vez en la Notre Dame. Instantáneamente desaparecieron todas las creaciones del akuma del día, calmando un tanto la preocupación que ambos héroes sentían, pero sin desaparecer la idea de que no habría manera de reparar los daños, no hasta que Ladybug recuperara su poder total.

—¡Lo conseguimos! —saltó la chica emocionada, feliz por no haber arruinado el enfrentamiento, algo que sin duda captó la atención del chico del traje de gato que le recordó de alguna manera a la actitud que Marinette tenía en cuanto le ganaba en la consola. —¡El equipo Catbug gana otra vez!

Hizo ademán de chocar las palmas, mismas que el chico se quedó observando anonadado, pensando todavía en porqué había comparado en más de una ocasión a su compañera de batallas con su mejor amiga aún cuando ambas ya le habían dejado en claro que eran dos personas distintas... ¿O no? Aún tenía que responder algunas interrogantes antes de llegar a una conclusión.

—¿Qué ocurre, Chat? —lo observó anonadada ante el silencio y la mirada que el chico no le había sacado de encima.

—Nada importante... Mi Lady —se acercó peligrosamente y de improviso la cargó entre sus brazos alejándose hacia las afueras del XV distrito de París, donde su kwami le había informado que podría encontrar al antiguo Chat Noir.

—¡Qué estás haciendo, gato tonto! —exclamó la chica en cuanto notó la dirección que él había tomado, aterrada de que pudiera conocer ya su identidad. Se sujetó del cuello del héroe con la mano cuya muñeca le dolía menos, mientras con la libre se cubrió más con la capucha. —¡Chat!

—Tan sólo llevando a mi bella dama a un lugar seguro —rió sardónicamente, acelerando el paso, sin notar que detrás de ellos los seguía un Peugeot rojo.

Marinette cerró los ojos, preocupada, intentando preparar una buena excusa para enfrentar al minino que de seguro le reprocharía por las mentiras dichas para ocultar su identidad. No pasó mucho tiempo antes de que fuese depositada en el césped rodeado de flores que se le hicieron familiares. Al despegar sus párpados se encontró con la gran casona a la distancia, la laguna a un lado y la mesa antigua con su taza aún a medio terminar.

—¿Cómo estás seguro d-de que estaremos seguros? —intentó no trabarse sin éxito alguno.

—El maestro Fu me pidió que nos encontráramos junto al antiguo Chat Noir, y mi kwami me dio la dirección exacta —explicó. —No creí que sería un anticuado amante de la naturaleza, sólo espero que no sea un viejito cascarrabias.

—¿Anticuado? ¿Viejito? —rió al instante ante la más o menos acertada deducción que el rubio había tenido sobre su profesor.

—¿Qué es tan gracioso, Bugaboo? —sonrió él al notarla tan feliz que no pudo evitar contagiarse del buen ánimo que la chica demostraba repentinamente.

—No es... jajaja... nada —continuó riendo, sin notar cómo la oscuridad en su mirada se perdía retornando al blanco puro, para devolverle parte del equilibrio perdido. Limpió una lágrima rebelde en la comisura de su ojo izquierdo, intentando parar. —Estuviste a punto de atinar sobre el antiguo portador.

Lo observó con sus ojos azules refulgiendo en un brillo cálido, tanto que sorprendió al muchacho cuyas mejillas no tardaron en tornarse rojizas. No podía negarlo, le encantaba que ella le dedicara esas miradas solo a él, que entre ambos tuvieran secretos compartidos. Y no pudo sentirse más aliviado que nunca al notar que la mirada de su amor no tan imposible había vuelto a la normalidad.

Corazón de Hielo [MLB] || [CANCELADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora