24. Desequilibrio.

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Tikki despertó a la madrugada, intranquila, sintiendo una presencia extraña en el lugar. Pero mayor fue su desconcierto al observar cómo la habitación se cubría por gruesas capas de hielo que impedían la salida o entrada de cualquier cosa. Incluso para ella misma.

—¿Marinette? —se acercó a su portadora, quien permanecía inmóvil en su cama, en la misma posición en la que se había recostado la noche previa, notó los gestos que hacía con sus párpados, intentando librarse de algo. Mas, Tikki supo de inmediato a qué se debía aquello, era demasiado tarde ya para detenerlo, ahora todo dependía de Marinette. —No, no ahora. ¡No! ¡Mari! ¡Despierta!

Unos ruidos en las ventanas y el techo le alertaron del peligro que ambas corrían en ese estado. ¿Cómo había podido dejar que todo aquello pasara? Se había jurado a sí misma protegerla, pero nada estaba dando resultado, desde la reaparición de Lilith la situación no había hecho más que empeorar. Ella estaba al tanto de las intenciones que la villana tenía, que los ataques que lanzaba no habían cesado como ambas habían pensado durante ese mes. Tan solo se había preparado para iniciar un plan que había puesto en marcha tan pronto como había tenido la oportunidad de adentrarse en la mente de Marinette. Si llegaba a desestabilizar a su portadora... No se imaginaba el peligro que entonces correría no solo París, sino el mundo entero. 

Tikki estuvo a punto de marcharse para ir por ayuda cuando un pensamiento fugaz en su mente la obligó a detenerse al lado de Marinette. No podía dejar que nada le hiciera daño en ese estado tan delicado en el que se hallaba. Los humanos lo llamaban parálisis del sueño, pero no era nada como eso, Tikki más que nadie podía asegurarlo por las incontables ocasiones en que había defendido a sus portadoras de los mismos entes que se arremolinaban como moscas alrededor de la luz, aunque ellos lo hicieran para consumirla por completo. 

La temperatura en la habitación descendía bruscamente, propiciándolo para que el hielo que se formaba se tornara irrompible. Aún inconsciente, la propia energía de la chica se había dado modos para manifestarse y protegerla de los intrusos que acudían para robar su poder interno. Mas, Tikki estaba al tanto de que no sería suficiente para detenerlos, esos seres, esas sombras que poco a poco perdían su invisibilidad, eran casi inmunes al frío al provenir de un sitio similar en las profundidades del mundo. No serviría de nada mientras la chica no hiciera uso de aquella luz en medio de la oscuridad para voltear la situación a su favor.

La kwami se mantuvo firme, alejando a aquellos seres gracias a su propia energía interna, aún arriesgándose a perder su capacidad de permanecer tangible al lado de su portadora. No pasó mucho antes de que tomara la decisión de pedir ayuda de la única manera que se le hacía factible en ese instante. Su cuerpo entero se iluminó en una luz incandescente roja. Y al igual que como había ocurrido con el lucky charm en la Notre Dame hace un mes, una onda luminosa se expandió por el lugar, atravesando con dificultad el hielo, alcanzando un radio muy pequeño, uno que no conseguía llegar hasta el VII distrito de París donde su contraparte se hallaba junto a su portador; pero lo suficientemente fuerte para llamar a quienes más necesitaba en ese instante.

Se acercaba la hora más oscura de la madrugada, un ciclo crucial en el que todo, bueno o malo, podría pasar; por lo que no podía perder más el tiempo. 

Sabine se sintió incómoda en su habitación, con una sensación de vulnerabilidad que le pedía a gritos que se despertara. Y no le faltó motivación para hacerlo, su instinto maternal había encendido la alarma de ir en busca de su pequeña niña. No necesitó saber la causa, sólo tenía fijo en su mente el objetivo de poner a salvo a su hija. Tom no tardó en seguirla tras sentir su ausencia y esa misma sensación retorciéndose en su pecho.

Sus pies la llevaron directamente hacia la escalera que conducía a la habitación de Marinette, en la que se percibía ya el frío emanando directamente desde el interior, como si se hubiera aproximado de pronto al congelador en la cocina. El hálito que formaba el aire frío al chocar con el cálido interior se hacía cada vez más visible, dejando completamente anonadados a los dos adultos que miraban con horror cómo la entrada a la habitación de su adorada hija se iba cubriendo con hielo desde el exterior, cual enfermedad que se propaga a una velocidad imperiosa.

Corazón de Hielo [MLB] || [CANCELADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora