13. Más cercanos...

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Durante el receso, Marinette y Alya se sentaron a comer en el graderío del estadio de la escuela. Sabine había preparado la ración que consideraba necesaria para que su hija se recuperara de aquel problemita cuanto antes. Le había enviado un bentō en el que había incluido arroz, ensalada, pescado y algunos dumplings rellenos de carne.

—Vaya, al parecer tu madre se lo tomó muy enserio —dijo Alya, observando con diversión a su amiga.

—Demasiado, diría yo —suspiró la azabache, mientras separaba un par de palillos chinos para empezar a comer. Muy en el fondo agradecía que su madre le hubiese hecho el almuerzo, sentía una extraña paz en su corazón.

—Aunque, no puedo culparla. Nos preocupaste a todos, niña —le reclamó la castaña, dando luego un mordisco a su sándwich de pernil—. Pero si lo miras del lado amable —dijo con la boca llena—, Adrien estaba realmente angustiado cuando te vio caer... ¿sabes? Estuviste tanto tiempo entre sus brazos...

—¡Alya! —exclamó Marinette, mientras su rostro se teñía de un rojo incandescente, sentía toda la sangre del cuerpo en la cabeza. 

Alya rió muy divertida al ver la reacción de su amiga, a un punto en que ya le era difícil articular palabra alguna.

—Jaja-es solo que... jajajaja... hubieras...jaja-visto-jajaja... —continuó riendo sin poder parar.

—Hmmp —bufó la azabache, olvidando su refrigerio—. Y yo pensaba conseguirte otra entrevista con Ladybug...

—¡Oye! —se quejó Alya, intentando detenerse—. Eso no es justo —se detuvo de la impresión.

—Claro que lo es —rió Marinette esta vez—. Además, hay algo que quería mostrarte.

Rebuscó entre las cosas de su mochila la cajita donde guardaba con mucho cuidado los abanicos obsequiados por su madre. Los tomó con precaución, uno en cada mano, y, con mucha seguridad en sí misma, decidió poner a prueba lo que había aprendido durante aquel sueño.

—Mari, no estoy muy segura de que lo hagas aquí —previno Alya, terminando de comer su sándwich.

—Descuida, sé que esta vez lo lograré —dijo Marinette muy animada—. Además, solo quiero mostrarte una parte, ni siquiera necesito levantarme.

—Actitud ante todo, vaya, creo que te hace falta perder el conocimiento de vez en cuando —se burló la castaña.

—¡Alya! —se exaltó la chica nuevamente, para luego cruzar sus brazos frente a ella, con ambos abanicos cerrados. 

Antes de que Alya pudiese decir algo, Marinette empezó a manipular los abanicos con una destreza propia únicamente de alguien que ha dedicado su vida a su uso. Abría y cerraba los instrumentos ágilmente, con movimientos delicados. En una mano hizo girar un abanico, mientras con la otra aventaba su rostro hasta cubrirlo parcialmente, dejando solo sus ojos a la vista. Luego, hizo parar el abanico y lo cerró a la par que el otro, en un movimiento rápido, los abrió a la vez y los deslizó frente a ella, simulando el vuelo de una mariposa, hasta quedar nuevamente con los brazos cruzados. 

La castaña se quedó bastante sorprendida ante la actuación de su amiga. Sintió una extraña calidez irradiando de cada movimiento que la chica realizaba, como si todo el dolor fuese reprimido por una alegría inexplicable, que iba acompañado de paz y armonía. Sin embargo, antes de que pudiera decir algo, alguien más irrumpió.

—¡Marinette! —llamó Adrien a unos cuantos pasos de las escalinatas más cortas, caminando en su dirección. 

La mencionada se sobresaltó casi dejando caer los abanicos al suelo, mismos que abrazó con mucho cuidado antes de volverse hacia el muchacho que había pronunciado su nombre. Alya sonrió cómplice, se levantó, saludó a Adrien con su mano y se marchó dejándolos solos. Marinette sintió su rostro teñirse de rojo, sus mejillas ardiendo en calor y su lengua trabándose como un augurio de lo que estaba por suceder.

Corazón de Hielo [MLB] || [CANCELADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora