8. Legado

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Marinette observaba las nubes pasar a través de las ventanas. Se sentía feliz. Tan feliz que no le importaba si algo en el día cambiaba sus planes. Aún tenía el castigo sobre ella, no había transcurrido ni la mitad del mes y sus probabilidades de negociar las salidas con su madre se iban reduciendo. 

Pero tenía algo que la animaba cada día, participaría en el rally de primavera, o eso le había dicho Félix, a sus quince años debía ingresar en el grupo sénior. Competiría contra otras mujeres mayores y más experimentadas en el tema, no tenía miedo, si llegaba a fallar, sabría reponerse en el siguiente evento.

—Marinette —Alya la sacó de sus pensamientos, la observaba con una mirada cargada de duda y sospecha—. ¿Con qué excusa me saldrás hoy?

—¡Alya! ¿Excusas? Pff... claro que no tengo excusas —se puso nerviosa, sonreía para evitar el típico interrogatorio por parte de la castaña.

—Bien, entonces, ¿me dirás qué es eso tan importante que debes hacer hoy? —la cuestionó, forzándola a hablar.

—Pues... ehmm... —no sabía qué decir, revelar su entrenamiento supondría poner en riesgo todo el esfuerzo que ponía, nadie debía saberlo, nadie—. Está bien, te lo diré, pero nadie más debe saberlo, ¿lo prometes?

—Si es algo tan importante para ti, pues, lo prometo, Mari —afirmó Alya mientras ayudaba a Marinette a recoger sus cosas. 

La azabache maquinaba una historia que se adaptara a su realidad pero que le salvara de ser el blanco de la investigación exhaustiva que realizaría su amiga si llegaba a enterarse. Se sintió culpable, debería tener la confianza de contarle a Alya sobre las cosas que hacía, no quería que ocurriera lo mismo que hace algunos años.

—¿Y bien? —exigió Alya.

—Entré a clases de teatro —se le ocurrió mentir—. Mamá quiere que aprenda a comportarme mejor, tú sabes, no soy muy buena socializando y pues...

—Ajá... —respondió la castaña aún desconfiada—. ¿Y qué tanto haces que ya no puedes salir con tu amiga ni siquiera a comer un helado?

—Oye, lo del castigo es real —se defendió Marinette—, podrás preguntarle a mi madre si tienes dudas al respecto —continuó ideando el resto de la historia, debía acomodarla para hacerla sonar tan real como le fuera posible—. Mi maestro dijo que aprenderíamos a improvisar, a crear un personaje. De verdad no entiendo cómo me ayudará, pero, sé que estaré bien. Hasta ahora me he sentido realmente feliz.

—¿Por qué no me lo contaste? —se extrañó Alya, sintiéndose lejana a la azabache.

—Tenía miedo de que te burlaras, o lo tomaras a mal —sonrió apenada y desvió su mirada hacia el suelo—. No me mal entiendas, es solo que... No quería que te alejaras sabiendo lo que hago.

—No me alejaré, no pienses en eso. De hecho, me alegra que hayas encontrado algo que te haga feliz, Mari —la animó, estaba tranquila, al fin tenía lo que quería y estaba más que satisfecha. Podía devolverle la confianza plena a su amiga.

Se despidieron en la puerta, Marinette se acercó hacia la parada de bus y aguardó a que su transporte llegara. Observó sus alrededores para verificar que ningún conocido estuviese cerca. Deshizo sus coletas y arregló su cabello mientras se encaminaba hacia su destino, su apariencia tendía a cambiar cada vez que ella llevaba su cabello suelto. Últimamente le agradaba vestir más femenina, llevaba una falda negra que iba a juego con su blusa blanca y su bufanda roja. Unas pantimedias negras, bastante oscuras y unos botines del mismo color. Cubrió su cuerpo con un abrigo oscuro, y se quedó observando el horizonte. 

Lilia le había dicho que tenían algo muy importante que mostrarle antes de preparar los programas corto y largo con los que competiría durante el rally. Subió a su transporte mientras intentaba imaginar qué sería aquello tan misterioso que estaba por ver.

Corazón de Hielo [MLB] || [CANCELADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora