Capítulo 3: Sí que lo harás.

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Me acurruque en el asiento y empecé a balbucear.

–No quiero morir, tengo mucho por lo que vivir– me dije a mí mismo.

–¿Qué tú tienes mucho por lo que vivir? ¡¿Qué pasa conmigo?!– empezó a entrar en pánico.

–Tú puedes esconderte ¡yo vivo con él!– la miré y ella se giró hacia mí.

Comenzamos un vaivén de gritos y lamentos que nunca antes habíamos tenido. Se pasó la mayor parte del tiempo mirándome y poco caso le hacía a la carretera.

–Alice...– mi voz salió ahogada.

–¡Ni se te ocurra cambiar de tema!– amenazó mirándome furiosa.

–¡Alice!– me agarré al asiento envuelto en pánico.

–¡¿Qué?!– volvió a gritarme.

–¡La valla!– señalé el frente aterrado.

Dio un volantazo y la evitó pero con la mala suerte que el coche se tragó unos metros de césped.

–¡AAAHH!– no sabría diferenciar sus gritos de los míos cuando pisó el freno antes de casi atropellar a alguien.

Vi que Elizabeth respiraba fuerte mientras abrazaba su mochila con más fuerza. Salí del coche sin fuerzas y me tiré al suelo, toda mi energía se había ido en la última media hora de mi vida. Giré la cara y la vi de pie, enfrente del coche tocándose el pecho, casi inmóvil. Abrí la puerta y prácticamente me caí al suelo.

–¿Estás bien?– levanté la voz mirándola desde el suelo, pero sin moverme un milímetro, sentía que mi energía se iba mientras respiraba.

Me miró y se rió, ella se rió ¿le habíamos dado en la cabeza? Fue una risa suave y sencilla.

–Estoy bien, solo ha sido un susto– tocó el capó del coche y miró a Alice para tranquilizarla, después se acercó a mí –¿Y tú?– se inclinó y me miró fijamente.

–¿Puedes retorcer en el tiempo?– sonreí con esperanza.

–Lo siento– negó divertida –Vamos, no puede ser tan malo– me extendió la mano con una sonrisa amable.

No tenía ganas pero al final me estiré para coger su mano.

–Lo siento muchísimo– Alice apareció corriendo –No estás herida ¿verdad?– la miró nerviosa y arrepentida, por poco no se puso a tartamudear.

–Estoy bien, tranquila– Elizabeth la cogió de las manos y asintió mirándola a los ojos con una sonrisa cálida y tranquila, pero mi amiga se soltó de su agarre muy rápido.

–¿Cómo puedes decir eso?– la miró como un bicho raro –He estado a punto de atropellarte, deberías tenérmela jurada– hablaba sorprendida y confundida.

Elizabeth negó con una sonrisa divertida en la cara.

–Como compensación ¿aceptaréis comer conmigo?– nos miró a ambos.

–¿Comer? ¿Con nosotros?– Alice levantó una ceja y nos señaló a los dos –¿Si comemos contigo... no le contarás esto a nadie?– habíamos llegado antes de lo normal así que no había nadie salvo nosotros tres.

–No– negó con la cabeza –Lo prometo– se puso la mano en el pecho y sonrió como juramento.

–Eres extraña– susurró Alice –Está bien, no me queda otra que fiarme de ti esta vez– se encogió de hombros –Voy a recoger a los demás– me avisó aún mirándola confundida.

–Nos vemos– Elizabeth se colocó ligeramente la banda gris que tenía en el pelo y con la otra mano la despidió.

Alice la miró fijamente con una cara de desconfianza.

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