Capítulo 4: Secretos de familia.

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ELLIOT.

–Hmp– me tiro a la cama de espaldas.

Pues claro que lo defendería si se meten con él, se niega a aprender a pelear ¿quién lo defenderá si no estoy? Con ese cuerpo de alfiler que tiene.

–Buuuaa– bostezo y siento un pinchazo en la espalda, sin levantarme busco qué es –¿Qué hace esto aquí?– es una piedra pequeña –¿Por qué tengo esta mierda en mi cuarto?– la tiró hacia una esquina y sin querer rompi algo. Me levanto de golpe asustado.

Mierda.

–Así que ahí estaba mi portátil– ya no se puede hacer nada.

Me acerco, miro la pantalla rota y me agacho, por suerte los trozos no han saltado. No creo que me vayan a comprar otro.

–Ah...– agacho la cabeza y suspiro –Bueno da igual– me remuevo el pelo hacia atrás y levanto la cabeza.

Cojo la piedra, la dejo a un lado para que no estorbe por ahora, cierro el portátil con cuidado y voy hacia la basura.

–Seguiré usando el de Mark– lo tiro y me encojo de hombros.

Siempre se está quejando pero siempre lo deja a la vista. Me giro y veo todo mi cuarto en perspectiva.

–Si... tal vez sea hora de limpiar– sería lo mejor, me rasco la nuca, vuelvo a mirar la papelera –Mañana, hoy ya es tarde– voy a por mi móvil, que está en la mesilla de noche, me lanzo a la cama, me doy el gusto de restregarme entre las almohadas como perro antes de estirar el brazo.

Parece que fue ayer.

El fondo de pantalla de mi móvil es una foto de hace dos años, era la primera vez que vi a Mark sonreír de verdad desde que volví, solo éramos él y yo. Dejo el móvil a un lado, se me ha olvidado porque cogí el móvil.

Odio cuando me pasa.

–Parece mentira que el enano tenga una cita– mm... dice que estará bien pero es su primera cita y lleva mal los cambios.

–Pero el estúpido cree que solo pienso en sexo ¡hmp! A ver cómo te va mañana– frunzo el ceño y me tapo con la manta indignado.

Estiro el brazo, dejo el móvil en la mesilla y apago la luz. Siento como me voy durmiendo. Es tan oscuro que no puedo distinguir nada, el aire es más pesado y me cuesta respirar, tengo las manos y la cara calientes pero mi alimento me congela los labios, escucho un zumbido que no me deja pensar, mis músculos se tensan tanto que duele, la piel me arde y de repente hay demasiada luz.

¡Joder!

La luz me quema las retinas, golpeo el suelo enfadado al cerrar los ojos, vuelvo a abrirlos con cuidado y empiezo a parpadear para acostumbrarme.

–¿Quién ha encendido la luz?– muy enfadado consigo ver y distingo lo que tengo alrededor.

Como puedo me levanto. Empiezo a recuperarme después de respirar profundamente unas dos o tres veces.

–Puto bosque de los huevos– murmuro mirando lo que tengo enfrente.

Me meto las manos en los bolsillos, la hierba alta me hace cosquillas en los pies, sopla el viento y un escalofrío me recorre el cuerpo, es de día pero hay algunas nubes en el cielo.

Odio esto.

Otro escalofrío me recorre la espalda y hace que tiemble un poco.

–¿Qué quieres?– me giro buscándole y ahí está –Deja de usar mi cara para tus mierdas– verle me molesta.

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