JOHN
Siete personas, siete rostros cuya sorpresa no deja cabida para nada más, tres de ellos no dudaron en girarse, hasta la fecha Clara nunca había intervenido con ellos, no era necesario y ese era mi papel, era quien se encarga personalmente de los asuntos diplomáticos y otras relaciones comerciales. Pero ellos la conocen, o por lo menos, saben lo necesario para tener miedo, quien crea a un monstruo sabe cómo temerlo.
Su existencia en sí misma no es ser malvada, lo sé porque la conozco, pero en ocasiones hasta a mí me daba miedo, se convertía en el monstruo que habían creado. En ocasiones se convertía en otra cosa...
–¿Q-qué... haces aquí?– la sorpresa y desconcierto de aquella mujer mientras la miraba delante suya no se quedaron sin tomar presencia.
Estaba al otro lado de la mesa en la esquina derecha.
–Os he llamado yo– la mirada insensibilizada les confundió pero su voz aclara su disgusto.
–¿Tú?– todos los presentes me miran esperando una respuesta que actualmente no puedo ofrecerles.
Pero intuyen que esta reunión no es favorable para sus intereses y eso les hace estremecer en sus asientos. Por otro lado veo que los sietes que presiden la mesa tienen a ambos lados a personas de su misma condición, la gran mayoría trajeados e inexpresivos, por lo que he de suponer que son sus guardias, muy bien entrenados si son capaces de mirarla y no ponerse a temblar, pero es solo cuestión de tiempo...
Hay en total unas veintiocho personas. Al parecer aquí todo el mundo se protege, salvaguardando lo que vanidosamente llaman "suyo" pero sobre todo protegiendo sus perniciosas y corrompidas vidas. Aquellos que no están al lado de los contratistas se mantienen de pie en la pared del fondo.
Al apartarse de la puerta se deshace de ese aura asfixiante. Mira a cada uno y no parecen temerle tanto ahora.
–Todos– se toma un segundo para respirar profundamente –Vosotros y tú– a medida que habla va señalando a distintos guardias de partes diferente –Fuera– con el tono firme y la orden dada señala a su espalda, donde la puerta sigue abierta.
En cuanto los señalaba la mayoría reaccionan haciendo un pequeño gesto de incomodidad, su mirada era tan fría como sus palabras, era una orden no una petición que debía ser rechazada.
–Ahora– inquiere en la ejecución inmediata de su orden.
Aunque algunos guardias miran a sus jefes, acaban por agachar la cabeza y se encaminan a la puerta. En un repentino movimiento uno de los guardias que se ausentaba se precipita con una rapidez increíble hacia su cuello con un cuchillo en mano. Durante ese instante el corazón se me para, parecía sin duda decidido a matarla. Pero en un movimiento increíblemente ágil le coge de la muñeca, él aún siendo más grande y corpulento que ella se cae de rodillas al suelo soltando el cuchillo.
–Verte siempre es frustrante– vagamente y sin mostrar el más mínimo interés le mira a los ojos.
Después su mirada se dirige hacia el suelo donde el cuchillo había caído, se agacha y lo recoge aún teniendo a ese chico sujetado por la muñeca, como si solo estuviera sosteniéndo le, mientras él intenta controlarse por soportar el dolor. Ella misma al levantar se, con la cabeza, me hace una señal para que siga mi camino hacia el único asiento vacío de la mesa.
–¿Diamantes?– susurra mirándolo fijamente.
Mira el cuchillo como si fuera insignificante, realmente parece hecho para él, con el tamaño perfecto para su mano pero en Clara se ve ridículamente exagerado. Lo lamento por él, esa hoja está lejos de ser suficiente siquiera para hacerle un rasguño...
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Bienvenido
FantasyNo sé por qué lo hice. Tal vez solo lo hice porque estaba cansado, cansado de esforzarme tanto por encajar y sentir que al final eso es lo que me hacía más infeliz. Tal vez solo quise sentir algo... Real, aunque fuera peligroso y doliera por un solo...