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El edificio se encontraba alumbrado sólo por las luces de los pasillos, ya que eran pocos los que estaban ahí, sin embargo los había y ese era un gran problema. La entrada parecía estar solitaria, momento perfecto para actuar.
Guillermo observó su alrededor mientras caminaba en dirección al elevador, agradecía que la mayoría no haya decidido quedarse y que este casi sólo. Aunque aún había muchos estudiantes, pues casi la mitad de los que aún estaban se irían durante estos días.
Al poder llegar al elevador con éxito se relajo un poco, pero no en su totalidad, ya que aun faltaba llegar a su habitación para poder estar del todo tranquilo, o por lo menos intentarlo. Nunca en todo el tiempo que ha estado ahí se le había hecho eterno llegar a su piso, parecía como si el elevador fuera más lento que otras veces, aunque bien podían ser sus nervios. Cuando el elevador se detuvo Guillermo salió corriendo para llegar a su habitación.
Habitación 174, habitación 175, habitación 176, habitación 17...

-Eh Guille -un chico con el cabello pintado de gris se acercó a él- Creí que te habías ido.

-Hola Joey, no. Sabes que me quedo -sonrió nervioso- ¿necesitabas algo?

-No en realidad, solo quería saber quien mas se quedaba en el piso, ya sabes para no aburrirse -el chico le sonrió- ¿que traes ahí? -trato de tocar la canasta.

-Nada importante -Guillermo la alejo de sus manos- lamento ser grosero Joey, pero estoy muy cansado como para seguir hablando y lo unico que quiero es tumbarme en mi cama y no despertar nunca más.

-Te entiendo, yo estoy igual -rio- está bien, te veré mañana.

Joey se despidió y Guillermo le dio una pequeña sonrisa antes de entrar y cerrar la puerta lo más rápido que pudo, al estar en la seguridad de su cuarto se recargo en la puerta suspirando de alivio. La canasta que traía en sus manos se movió.

-Lo se, lo se, ya se que estas harta de estar ahí -le susurró- pero de haber entrado fuera nos habrían descubierto.

Guillermo camino hasta la pequeña sala que tenia el cuarto. Sus habitaciones eran como pequeños apartamentos pero sin serlo realmente, contando sólo con una pequeña sala y la habitación de ambos, era algo pequeño pero bastante amplio para ser los cuartos de un campus. Al menos eso creía, no había estado en otras para comparar.
Se sentó en el sofá de dos y puso la canasta a su lado, con cuidado quitó las mantas que la cubrían, dejando ver a la pequeña bebé que se encontraba ahí.

-Ya esta -dejo la manta a un lado- agradezco que hayas sido muy paciente pequeña.

Guillermo le sonrió. Ahora que estaba en la seguridad de su cuarto pudo admirar mejor a la pequeña. Parecía estar en buena forma, al menos su madre se había preocupado de que no muriera de hambre. Su cabello era de color castaño oscuro y su piel era pálida, pero aquello que llamo mas su atención fueron sus ojos, aquellos pequeños ojos que asemejaban al color gris, eran los que la hacían ver hermosa ¿Quién podía dejar a aquella bebé en la calle?
No lo entendía ni tampoco quería entenderlo, era mejor así.

-Muy bien, que es lo que nos han dejado para ti -Guillermo tomó la maleta y la puso en sus piernas- dos biberones, uno ya hecho y el otro no ¿tienes hambre? -agitó el biberón, la bebé no le hacía caso- parece que no. A ver, tenemos también tres pañales, un talco medio vacío y supongo que esta es la leche para el otro biberón. Bueno al menos tenemos lo necesario para pasar la noche.

Guillermo miro a la bebé, simplemente no se lo creía. No se creía como tuvo la casualidad de estar por ahí y haberla encontrado antes de que le pasará algo malo, tampoco como había logrado entrar sin que nadie lo descubriera, ni siquiera podía creer que debía de cuidar de ella hasta saber que hacer. Porque podría no parecerlo pero estaba muerto de miedo. Y de no haber tenido una bebé que cuidar se habría dado el lujo de volverse loco.

Ofelia || WigettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora