Capítulo XLIII

334 38 36
                                    


     Sé que todos estamos en graves problemas, aunque al señor Cunningham no le importe decirlo por ahora, y sólo se ocupe de pasearse de un lado al otro en esta habitación de motel. Luego de la batalla de Sheryl contra Reggie, la casa de la abuela de Lynda ha quedado totalmente fuera de la lista de posible escondite. Hemos llamado mucho la atención como para arriesgarnos a pasar la noche en un sitio que, además, ha quedado con las entradas y ventanas destruidas. El problema es que no sólo nos hemos quedado sin ese lugar, sino que además no podemos quedarnos en cualquier sitio. Estamos escapando de la Elite, y eso reduce las posibilidades.

Un hotel de mala muerte es lo único que nos hace sentir a salvo.

Con eso no me refiero a que estemos acobardados o a que queramos permanecer lejos de ellos. Sólo necesitamos un sitio para pensar. No podemos actuar mientras nuestros compañeros estén desaparecidos.

El señor Cunningham lo ha tomado de forma distinta a lo que yo esperaba. Propone soluciones sin buscar culpables. Ojalá eso hiciera que yo deje de sentirme como si todas las luces del juicio se posaran sobre mí.

Debí hacer más...

Debí bajar a buscarlos desde que los vi caer...

Debí detener a Yveltal...

Al menos, debí buscar la fuente del ataque que los derribó en lugar de simplemente quedarme con los brazos cruzados, observándolos caer al vacío.

Lynda... Sheryl... Mi hermano...

Esto no está bien.

Alguien abre la puerta, causando que todos nos sobresaltemos. Es el primo de Lynda, que viene cargando un par de bolsas con comida chatarra.

—Ya hablé con mis amigos, y dijeron que van a cuidar nuestra casa —nos dice.

Su inglés es tan burdo y forzado, que preferiría que no lo hablara.

— ¿Hay alguna señal de Kyle, Lynda o Sheryl? —pregunta Ian.

Ese sujeto niega con la cabeza.

—Sólo salí a pedir refuerzos —dice a la defensiva.

La anciana se levanta de ese viejo sofá, y habla en español.

Ay, m'ijo... Deberías ir a darte una vuelta, a ver si ves a tu prima. Está muy chiquita para andar sola por ahí.

—No le pasó nada, jefa. Ya sabe cómo es. Al rato la encontramos como si nada.

No entiendo lo que dicen, pero no me parece que sea una buena señal el hecho de que él simplemente tome una lata de cerveza y se deje caer en la cama.

Lynda...

Sheryl...

Mi hermano...

—La conmoción ya ha pasado —dice Leo—. Podemos volver al mismo punto donde Vic los vio caer, y empezar la búsqueda en los al rededores. Cubrir un par de kilómetros a lo lejos...

—T-tal vez volvieron a la casa de la abuela de Lynda —propongo, escuchándome más nerviosa de lo que quisiera.

—Los tres son agentes astutos —niega el señor Cunningham—. No volverán a ese sitio en plena noche.

Pokemon Re-Start I: ResurgimientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora